UN ÉXITO GLOBAL

Las 5 razones por las que 'Aquaman' ha reventado la taquilla de todo el mundo

La alocada película del superhéroe acuático se ha convertido en un fenómeno, batiendo récords de público tanto en España como en Estados Unidos. ¿Por qué?

Beatriz Martínez / Julián García

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Han pasado tres semanas desde que se estrenó ‘Aquaman’ y continúa siendo líder indiscutible de las listas de recaudación. Las fechas navideñas suelen convertirse en un auténtico campo de batalla para las películas de carácter familiar que compiten entre sí, pero ninguna ha conseguido arrebatarle la corona de rey al superhéroe acuático, ni ‘Spider-Man: Un nuevo universo’, ni ‘El regreso de Mary Poppins’ ni ‘Bumblebee’.

En su primer fin de semana de estreno en España, alcanzó los dos millones y medio de euros y ahora lleva acumulados más de diez. A nivel mundial acaba de convertirse oficialmente en el estreno más provechoso del universo DC, superando los 100.000 millones de dólares. Un logro que parece inaudito, sobre todo si tenemos en cuenta la cantidad de años que el proyecto estuvo dando vueltas sin encontrar un rumbo fijo, entre otras muchas cosas porque no se confiaba lo suficiente en el personaje. ¿Cuáles han sido las razones para convertirse en un auténtico fenómeno?

El carisma canalla de Jason Momoa

Aquaman es irresistible porque Jason Momoa es tan o más irresistible que el Rey de los Siete Mares. Ya lo fue en sus escasas pero memorables apariciones en la primera temporada de 'Juego de tronos' como el imponente Khal Drogo, cuya relación con Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) desprendía más química que toda la tabla periódica de los elementos. El actor y exmodelo hawaiano, de 1,93 intimidantes metros de estatura, destila carisma y simpatía a raudales, y posee una mirada y una sonrisa canallas capaces de derretir el hielo de los casquetes polares. Valores que Momoa transmite al personaje de Arthur Curry, un tipo más apegado a la frescura y al desaliño de la vida 'feelgood' que a las severas servidumbres de su condición de rey de Atlantis. 

La buena vista de James Wan

Warner y DC Comics han dado en el clavo con la elección de James Wan como director de 'Aquaman'. No es de extrañar. El cineasta australiano de origen malayo es el responsable, en calidad de director, guionista o productor, de algunas de las franquicias más exitosas del cine de terror reciente, como ‘Saw’, ‘Insidious’ y ‘Expediente Warren’, incluidas en este último caso las triunfales ramificaciones de ‘Annabelle’ y ‘La monja’.

Un tipo, en fin, con vista comercial prodigiosa, conocedor de los más efectivos mecanismos de la tensión y el miedo, depositario también de un estupendo sentido del espectáculo sin prejuicios. Así lo demostró en el magnífico séptimo episodio de ‘Fast & Furious’, en el que, a pesar de la inesperada muerte de Paul Walker a mitad del rodaje, supo combinar lo hiperbólico con lo emotivo en la que es la cumbre hasta la fecha de la turboalimentada saga de acción y coches. Wan era, por tanto, una apuesta a caballo ganador, y así lo ha confirmado con su imbatible mixtura de espectáculo 'non-stop' y diversión desacomplejada.


Espectáculo puro y duro, sin concesiones

Nada de superhéroes atormentados, se terminaron los dramas intensos. Aquí hemos venido a pasarlo bien. La propia esencia del personaje invita al hedonismo, a brindar, a nadar, a tostarse al sol, a vivir mil y una aventuras y disfrutar con las pequeñas cosas de la vida. Aquaman nació para ser rey, pero a él no le interesa en realidad el poder, es un espíritu libre con necesidades en el fondo muy básicas, que no precisa de discursos shakesperianos, de parlamentos intelectuales y metarreferenciales para sentirse importante. Lo suyo es la acción.

El elemento físico domina la pantalla, la película es un auténtico sin parar de idas y venidas, todo músculo y nervio, no hay ni un solo momento para el descanso, tampoco para pensar más allá de lo que se está viendo. James Wan utiliza a Jason Momoa como vehículo para reivindicar el espectáculo ya sea por tierra, mar o aire. Es cierto que encontramos un tímido mensaje ecologista que utiliza el villano como excusa para conquistar el mundo. Pero incluso eso no utiliza para reflexionar, sino para ofrecer un tsunami de entretenimiento.


Está llena de momentos locos, muy locos

Es posible que James Wan haya querido definitivamente soltarse la melena, tirar la casa la ventana y sumergirnos en un universo donde todo es posible. ¿Por qué no? Una película en la que más es siempre mejor. Sin limitaciones ni arrepentimientos. Tiburones-caballo, pulpos que tocan la batería, Willem Dafoe haciendo piruetas, Dolph Lundgren con melena y barba pelirroja, Nicole Kidman en apariciones estelares de impacto, Amber Heard tocando la flauta al atardecer y escenas decididamente paródicas a ritmo de Depeche Mode o Pitbull. 

El catálogo de 'hits' es inabarcable, quizás porque el director es perfectamente consciente del material con el que está trabajando y sabe cómo dignificarlo, dotándolo de un tono desinhibido que se sumerge en el territorio de lo 'camp', a ratos a la altura del histórico 'Flash Gordon' con banda sonora de Queen. Así, lo grotesco se convierte en adictivo, en auténtica medicina lúdica. ‘Aquaman’ es divertida, tiene un punto de locura contagioso que va apoderándose poco a poco de la acción para demostrar que la imaginación y la fantasía no tienen límites. Y eso no tiene precio.


Convertir los inconvenientes en aciertos

Aquaman nunca ha sido el personaje más valorado de DC. Históricamente había sido considerado como un superhéroe con pocas luces, tontorrón y poco espabilado. Sin embargo, en la versión cinematográfica se convierte en un personaje que no solo se caracteriza por su fortaleza, sino sobre todo por su integridad, aunque también resulta fundamental ese toque macarra que le aporta Momoa.

Este cambio de perspectiva es importante para tomarse un poco en serio este 'blockbuster' que ha tenido que superar muchos obstáculos. Cuando en ‘Liga de la Justicia’ se vio por primera vez el reino de Atlantis, muchos se mostraron escépticos ante la posibilidad de que no funcionara del todo bien la acción en el interior del agua. Reto conseguido: las escenas submarinas resultan impresionantes y no casan, al contrario, cuando los personajes salen a la superficie, queremos que vuelvan a zambullirse en el agua.