REFERENTE DE LA ILUSTRACIÓN INFANTIL

El 'auca' vital de Pilarín Bayés

La ilustradora catalana recorre en dibujos anécdotas y recuerdos familiares en el álbum 'La meva vida'

Escena del libro de Pilarín Bayés 'La meva vida'.

Escena del libro de Pilarín Bayés 'La meva vida'. / periodico

Anna Abella

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De pequeño, su hijo Roger le preguntó a Pilarín Bayés (Vic, 1941) “si había madres que no dibujaran”. “Dibujar es mi vida. Sueño a menudo con ello. Con que no he acabado un dibujo, con que no recuerdo qué es lo que tenía que dibujar... Necesito dibujar siempre. Es una carrera conmigo misma para dibujar cada vez mejor”, admite la popular ilustradora catalana, a la par que durante toda la charla no suelta el rotulador negro, que va trazando simpáticas figuras sobre impolutas láminas blancas (ahora una niña, luego un señor en traje del XIX, reflejo de su abuelo, hasta unos guardias civiles con tricornio como los que abundaron en su infancia de posguerra).  

Se pone el reto Bayés, de eterna sonrisa pícara y sombrero, de llegar al año 2020 habiendo ilustrado un total de 1.000 libros. Hoy por hoy lleva ya casi 950, y en el último, ‘La meva vida’ (Bridge), la protagonista es ella misma. Con un estilo entre el cómic y el 'auca', la veterana dibujante desgrana en él recuerdos, vida familiar, anécdotas y viajes (desde Egipto a Roma, pasando por Jerusalén, Etiopía, Suramérica o Estados Unidos). Empezó a dibujarlo hace un par de años, explica, mientras hacía compañía a su marido que estaba en el hospital. 

Escuchar a los adultos

Las evocaciones se remontan a su abuelo, un catalán que fue a vivir a Argentina, pero que decía que “las chicas era mejor que no hablaran catalán porque se les deformaba la boca”. “Pero yo miraba y no veía en la calle ninguna señora de Vic con la boca deformada. No lo entendía”, cuenta la ilustradora remontándose a cuando era una niña, época de su vida, en la que aprendió “muchas cosas de aquella posguerra porque escuchaba con unos oídos bien abiertos lo que decían en el mundo de los mayores”. 

Durante esa niñez inocente oyó a los adultos decir que “fulana era muy amiga de los marqueses” y, en seguida, a su madre puntualizar: “del marqués”. “Allí ya entendí que había marro”, sonríe hoy. No faltan otras curiosidades, como su fobia a los pájaros, el recuerdo de su abuelo pintor, Joaquim Vayreda, o cómo su madre, monárquica, criada en Gibraltar, hija de gallega y andaluz, pero una “señora clásica de Vic”, nada sospechosa de ser “separatista”, evitó que la policía detuviera al político y sacerdote antifranquista Lluís Maria Xirinacs.

El prostíbulo de Ca la Gitana

Bayés se recrea también en Ca la Gitana, antes de saber, a sus ojos infantiles, que era un burdel de la dictadura. “Un día iba al colegio y vi que entraba un guardia civil. Pensé que era un complot mundial de comunistas. Tenían a las chicas encerradas como si fueran monjas de clausura. Una que llegaba en tren se desmayó de hambre y mi abuelo hizo que le dieran coñac y dijo que ya estaba perdida, que no se podía hacer nada por ella”, lamenta. 

Eran prostitutas por necesidad, añade, rememorando cómo las llevaban en fila india al médico. “Eran todo lo contrario del glamur. Llegaban de Castilla adentro, asustadas”, explica antes de contar cómo el día de la procesión de la Virgen de Fátima salieron “todas con mantillas” al balcón, al que ataron una paloma, que atrajo hacia ellas a las otras palomas amaestradas que acompañaban la imagen religiosa. “Y todo el mundo gritó: ¡Milagro, milagro!”. 

"Peligro de orgías"

Avanza luego Bayés a cuando junto a su entonces prometido planeaban casarse. Querían que la boda fuera por la tarde pero la Iglesia lo prohibía, decían, por “peligro de orgías”. “Así que nos fuimos al obispo y mi marido le dijo que si su familia, con 12 hermanos, dos de ellos monjas y uno cura, tenían cara de orgías... Pero antes de darnos el permiso nos pidió que buscáramos un precedente y descubrí el del hijo de Mercedes Salisachs, que no llegó a su boda por la mañana porque estaba grogi de la juerga de la noche anterior y se acabó casando por la tarde. La Salisachs me dijo que no creía que yo tuviera tanto enchufe como ella, pero no sabía que mi padre siempre le llevaba setas al obispo...”, dice entre risas.  

Ya casada, aparece el “susto” que les dio a la autora y a su marido su hija María cuando les trajo un ramo de flores del prado y dijo que cuando fuera mayor quería ser “ramera”...  

En su vida profesional no faltan las anécdotas. Una recurrente es la infinidad de veces que la han confundido con su colega y amiga Roser Capdevila, creadora de ‘Les tres bessones’.Roser Capdevila, creadora de ‘Les tres bessones’ “Tanto a ella como a mí nos pasa a menudo”. Ambas han ilustrado el imaginario infantil de varias generaciones.