CRÓNICA DE CLÁSICA

Fantástica Filarmónica de Viena con Dudamel

La legendaria orquesta, dirigida por el maestro venezolano, deslumbró al Auditori con la célebre sinfonía de Hector Berlioz

Gustavo Dudamel, al frente de la Filarmónica de Viena.

Gustavo Dudamel, al frente de la Filarmónica de Viena. / EFE / JAVIER DEL REAL

César López Rosell

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Palabras mayores. La exhibición de la legendaria Filarmónica de Viena de ayer en el Auditori, con el mediático Gustavo Dudamel al frente, es de las que quedarán en la memoria de los melómanos durante mucho tiempo. Especialmente por la interpretación de la espectacular e innovadora ‘Sinfonía fantástica’, de Hector Berlioz, al que Daniel Barenboim calificaba recientemente como a uno de los pocos compositores que han cambiado el rumbo de la música. Durante el concierto siempre dio la sensación de que la orquesta vienesa con el sello de su sólida tradición musical de sus 176 años a cuestas y la fastuosidad sonora que atesora apenas necesitaría a alguien que le dirigiera. Ellos, por si solos, y sobre todo si vienen encabezados por Rainer Honeck, el más experimentado de sus concertinos, serían capaces de gestionar sus actuaciones, pero, claro, jugar con la baza de una batuta tan eléctrica como la del maestro venezolano puede aportarles un chute de energía cara a la amplia gira que van a realizar conjuntamente por Europa y América. De momento da la sensación de que al ensamblaje entre ambas partes le queda camino por recorrer, a pesar del clamoroso éxito obtenido en en Barcelona.

La contagiosa explosividad del titular de la Filarmónica de los Ángeles y la Simón Bolívar se mostró esta vez más discreta y contenida, particularmente en el ‘Adagio’ de la ‘Sinfonía número 10’ de Gustav Mahler que precedió a la exuberante partitura del autor francés. La lectura de Dudamel de estas diferentes creaciones está ya en pleno debate, pero frente a las respetables opiniones lo que acabará  prevaleciendo son los deslumbrantes resultados de la actuación de los vieneses. El desarrollo de la extensa sinfonía, con música programática de Berlioz edificada sobre la historia de su obsesión por la actriz irlandesa Harriet Smithson, dio oportunidad de mostrar el rendimiento colectivo y el de los solistas y las secciones como pocas veces se ha visto.

Pasión, delirio y audacia

Las aportaciones de una cuerda sedosa, de unos contundentes metales y el lucimiento de destacados solistas con la flauta, el corno inglés, el oboe, el clarinete y una variada percusión, resultaron extraordinariamente lujosas. Una fiesta para los sentidos. Fue una muestra de cómo transmitir la pasión, delirio y audacia compositiva viajando por ideas en torno a la vida, el amor y la muerte tan propias del romanticismo musical. La orquesta desplegó todo el color y el refinamiento tímbrico de la pieza, pero tras detenerse en los delirios amorosos y en la fiesta del baile de los primeros movimientos, se produjo el estallido de la ‘Escena en el campo’ (con atmosféricos efectos y un clímax propio de la ‘Pastoral’ de Beethoven), lo mejor de la noche junto el agitado dramatismo de la ‘Marcha al suolicio’ y el remate con ‘El sueño de una noche de Sabbat’, orgía demoníaca con el trasfondo del ‘Dies irae’.

En la ejecución del ‘Adagio’ de la ‘Sinfonia, num, 10’ de Mahler, único movimiento que dejó acabado el autor de la obra, hubo menos sintonía entre el gesto escasamente expresivo del director y la orquesta. Pero estos músicos de oro relucieron más que el sol en un Auditori completamente entregado. ‘El vals del divertimento’ de Bernstein y la polca ‘Winterlust’ de Josep Strauss, interpretada en el Concierto de Año Nuevo del 2017 con Dudamel en el podio, cerraron una velada que pasará a la historia de los grandes acontecimientos musicales barceloneses.