La infausta jornada del 9 de diciembre de 1980

Paul McCartney y John Lennon, durante la grabación de un disco en febrero de 1968.

Paul McCartney y John Lennon, durante la grabación de un disco en febrero de 1968.

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A primera hora de la mañana del 9 de diciembre de 1980, Paul McCartney, que se encontraba en ese momento solo en su granja de Peasmarsh (East Sussex), recibió una llamada de su mánager y amigo Steve Shrimpton, que le comunicó que John Lennon había muerto después de ser tiroteado al filo de la medianoche, hora de Nueva York, delante del edificio Dakota. La primera reacción de Paul, según relata Philip Norman en la biografía del <i>exbeatle</i>, fue llamar a su hermano Mike, que quedó «devastado» por la noticia. A continuación, se dirigió a la entrada para coches a esperar la llegada de su esposa, Linda. «Nunca lo había visto así antes, desesperado y bañado en lágrimas», recordaría ella.

En una decisión que aún hoy le resulta difícil explicar, McCartney optó por no cancelar la sesión de grabación que tenía comprometida aquel día en los estudios londinenses AIR de George Martin. «¿Por qué no te has quedado en casa?», le preguntó un periodista a la salida del estudio. «No tenía ganas», se limitó a responder. La sesión fue inevitablemente tan triste como extraña. «Nos sentíamos como robots», explicó Paul.

Durante la tarde, recibió una llamada telefónica de Yoko Ono «que cogió en privado para luego regresar con lágrimas en los ojos». Al parecer, a McCartney le conmovió especialmente que ella le dijera que John le tenía «mucho cariño».

Más adelante, explica Norman, «hubo un momento de los que remueven el estómago cuando él y [el guitarrista] Denny Laine estaban mirando aturdidos por la ventana el tráfico que pasaba y vieron un camión de una empresa llamada... Muebles Lennon».

Ya de regreso en Peasmarsh, la familia al completo -Paul, Linda y los niños- se quedó mirando las noticias en la tele, «llorando toda la noche». Al día siguiente, había una caza de faisanes en los bosques que rodeaban la finca de los McCartney, y  «el sonido de los disparos asustó tanto a Paul que Linda tuvo que pedir a los cazadores que se alejaran».