HISTORIAS DE GUERRA Y POSGUERRA

El cómic español se resiste a olvidar

Títulos como 'Espacios en blanco', de Miguel Francisco, 'Paracuellos 8', de Carlos Giménez' y la nueva edición de 'Cuerda de presas' mantienen viva la memoria histórica

Viñeta de 'Espacios en blanco', de Miguel Francisco.

Viñeta de 'Espacios en blanco', de Miguel Francisco. / periodico

Anna Abella

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“Estoy cansado de recordar todo aquello. Del hambre, la rabia, los piojos, el miedo, la miseria... y ya no quiero que me preguntes más, no quiero revivirlo todo otra vez”, le decía su padre a Miguel Francisco (Badalona, 1968). Y hubo un día en que le hizo caso. “Fue cuando vi que toda su vida había arrastrado una tristeza interior y un trauma de la posguerra”, revela el dibujante por teléfono desde Helsinki (Finlandia), donde emigró al inicio de la crisis a trabajar en el mundo de los videojuegos, siendo uno de los principales animadores de ‘Angry Birds’.

Con cinco años, su padre había acompañado de madrugada a su abuelo al cementerio, donde veía el camión de los prisioneros republicanos -“tristes, sucios, con la mirada perdida”- antes de oír la ráfaga de la ametralladora franquista. Después de los fusilamientos, aquel chaval, por algo de dinero, sacaba y desmontaba esqueletos de los ataúdes de nichos que había que vaciar y guardaba los huesos en sacos que arrastraba a la fosa común. “Él mismo se sorprendía de no haber sentido nada entonces. Era tanta el hambre... Esa escena me hizo pensar en el dramatismo de mi abuelo mirándole y pensé en mi propio hijo. Que nunca tenga que verle haciendo algo así”, explica Francisco, que ha entrelazado su propia vivencia con la memoria familiar de la guerra civil, para transmitírsela, en ‘Espacios en blanco’ (Astiberri), su brillante regreso al cómic

El álbum más personal de Miguel Francisco coincide con una nueva entrega de 'Paracuellos', la octava, de Carlos Giménez. Se titula 'Las madres no tienen la culpa' y en ella el veterano dibujante continúa su aclamado fresco de la posguerra contando historias de su infancia como niño en un hogar del Auxilio Social franquista. Ambos cómics se suman a la nueva edición, mejorada con un nuevo formato, de ‘Cuerda de presas’ (Astiberri), una obra que sigue viva desde su publicación hace 12 años y cuyos relatos de ficción se basan en la dura, oscura y silenciada represión franquista de las prisioneras republicanas. Todos se añaden a la sólida y premiada recuperación de la memoria de la guerra civil y la posguerra desde la viñeta que en los últimos años vienen abonando, la mayoría con relatos familiares, autores como el propio Carlos Giménez, Jaime Martín (‘Jamás tendré 20 años’), Antonio Altarriba y Kim (‘El arte de volar’ y ‘El ala rota’), Sento (‘Dt. Uriel’), Paco Roca (‘Los surcos del azar’), Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí (‘Las serpientes ciegas’) o Miguel Gallardo (‘Un largo silencio’). 

Este interés tiene mucho que ver con cómo sorprendió a Francisco un robusto finlandés, en un bar de los suburbios de Helsinki: “¡Pobres españoles! ¡Siempre pensando en el pasado! Todas las heridas abiertas y nunca con tiempo para curarlas. Lleváis marcadas a fuego historias del pasado que no podéis olvidar”, le soltó. “Y seguimos así –asume el dibujante-. No puedo entender que haya gente que diga que hay que olvidar la guerra civil pero diga que no olvides la reconquista o la guerra de secesión. Las heridas se infectan si no limpian y estas están infectadas desde siempre. La ley de memoria histórica no funciona con el PP ni lo hizo con el PSOE. 5.000 personas siguen en las cunetas”. 

Las cárceles de mujeres

En la misma línea opina Jorge García (Salamanca, 1975), autor de ‘Los dientes de la eternidad’ (2016). Al abordar el guion de ‘Cuerda de presas’ sintió “que existía una deuda cívica con esa gente que había sufrido tanto y que fue fundamental para construir la democracia. En este país ha habido una desmemoria muy grande a favor de un bando”. Precisamente, el Ayuntamiento de Barcelona ha convocado el pasado noviembre un concurso para erigir un reivindicado monumento que recuerde la existencia de la cárcel de mujeres de Les Corts, una de las que aparecen en el cómic.

Para el dibujante Fidel Martínez (Sevilla, 1979), que transmitió a las páginas de ‘Cuerda de presas’ un doloroso y potente estilo expresionista, “la memoria es lo único que tenemos para reivindicar y pedir justicia para esas personas que fueron víctimas de la barbarie de la guerra civil. Hay que hacer que el pasado perviva y acercarlo a las nuevas generaciones. Tomar nota de los errores e intentar que no se repita”. 

Violaciones, torturas y robos de bebés

Ambos dieron voz a las mujeres represaliadas. “Leyendo testimonios y documentación me recuerdo llorando. Lo pasé mal –admite García desde Tenerife, donde vive desde hace 12 años-. Con todo ello hilvané relatos de ficción pero una presa política, María Salvo, me dijo en una charla en una biblioteca que no me había inventado nada, que todo eso había pasado en la realidad”. Se refiere a violaciones, a una cotidianidad de hambre, enfermedades, fusilamientos, humillaciones, represión, torturas dignas de la Gestapo, separaciones de madres e hijos y robo de bebés. 

La idea le vino a García cuando halló en una biblioteca un CD de música de la guerra civil, ‘Dones del 36’, del grupo Maquis, que rememoraba un concierto secreto que las prisioneras de la prisión de Ventas de Madrid hicieron una noche de 1948 en los lavabos,momento que recrea uno de los relatos del libro. “Aquella imagen me golpeó. Me pareció una metáfora muy bonita, las ventanas enrejadas, la música que hablaba de libertad escapándose de la cárcel por aquellos barrotes. 

Por su parte, en ‘Espacios en blanco’, Miguel Francisco, que supo que tenía que dibujarlo al morir su padre y nacer su hijo, revela todo lo que pudo saber sobre su abuelo. “Siempre, durante 40 años, guardó silencio. Fue tal el miedo en la dictadura que solo averigüé que para evitar ir la guerra del Rif se marchó siete años a Argentina, Uruguay, Cuba... y volvió para la proclamación de la República, en 1931. Que tuvo relación con comités revolucionarios y era de la CNT, cuyo carnet llevó encima toda su vida, no sé si por romanticismo o por rebeldía”.  

Ahora, el dibujante sigue compaginando su trabajo en videojuegos con el cómic en su tiempo libre. Ya investiga cómo llevar a la viñeta el paso de seis tíos de sus padres por el campo nazi de Mauthausen. 

Futura memoria histórica en viñetas

De Mauthausen surgirá probablemente el <strong>próximo cómic de Miguel Francisco.</strong><span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;"> "Buscando información descubrí que de la familia de mi madre, que nunca se implicó políticamente, estuvieron en el campo nazi cinco de sus tíos. Y uno de mi padre. Solo murió uno allí. Otro volvió andando a España", revela el dibujante, que ya ha presentado a su editor francés otro proyecto sobre <strong>las fosas de la guerra civil</strong>. </span>