ESTRENO EN EL LICEU

Un Wagner galáctico

Àlex Ollé traslada a un mundo simbólico, visualmente muy potente y con reminiscencias de 'Star Wars', el drama romántico de 'Tristán e Isolda'

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Marta Cervera

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Wagner regresa al Liceu este martes con la torturada historia de amor de 'Tristán e Isolda', una ópera cuyo lenguaje musical marcó un antes y un después. Un magnífico reparto de voces wagnerianas lideradas por la soprano Iréne Theorin y el tenor Stefan Vinke llevan la voz cantante en una producción de Àlex Ollé que impresiona tanto por su sobriedad como por el acertado simbolismo de la puesta en escena. La escenografía de Alfons Flores pivota en torno a una gran esfera de madera de 5,2 toneladas de peso que se descompone y adopta diferentes formas en cada uno de los tres actos. Estrenada en Lyon (Francia) en el 2011, la producción se presenta este martes en el Liceu con un reparto de lujo que completan Albert Dohmen (Marke), Greer Grimsley (Kurwenal), Francisco Vas (Melot), Sarah Connolly (Bragäne) y el asturiano Jorge Rodríguez (pastor y joven marinero).

La producción, liderada por la soprano Iréne Theorin y el tenor Stefan Vinke, pivota alrededor de una esfera de madera de más de cinco toneladas 

"Me encanta este montaje porque me permite concentrarme en la música y colorear las frases. Las imágenes ayudan a respirar, fijarse en los diálogos y el texto, y poner el énfasis en las palabras, tan importantes en esta obra," declara Theorin. La soprano debutó en el Liceu con esta misma ópera, solo que en versión concierto, con motivo del Festival Wagner en el 2012, una de esas escasas ocasiones en las que se ha podido ver fuera de Bayreuth (Alemania) a la orquesta y cantantes del templo wagneriano. Theorin tiene muchas ganas de reencontrarse con la ópera tras una caída sufrida este verano que le afectó los huesos de la cara, algo que nadie diría viendo su espectacular aspecto.

La Estrella de la Muerte

La gran esfera, que algunos han comparado con la Estrella de la Muerte de 'Star Wars' ('La guerra de las galaxias'), es el único elemento que puede distraer al espectador en este montaje. "Todo el protagonismo recae en los cantantes, quienes viajan a un éxtasis interior. Quería que esa vivencia llegara al público de la forma más pura para que comulgara con el viaje de los intérpretes", explica Ollé, que la temporada pasada triunfó con 'Quartett', una ópera contemporánea de Luca Francesconi.  

El primer acto rememora el viaje en barco que emprenden Tristán e Isolda de Irlanda a Cornwall, donde ella debe contraer matrimonio con el rey Marke. Aquí, la esfera simboliza la luna. En el segundo acto, solo aparece una mitad de la esfera, en cuyo interior transcurre todo. Las proyecciones de Franc Aleu y la iluminación de Urs Schönebaum, colaboradores habituales de Ollé, contribuyen a situar la acción y crear un espacio que simboliza el universo de Tristán e Isolda. "Esta especie de búnker donde se hallan funciona muy bien a la hora de proyectar la voz, es como un gran altavoz", dice Ollé. Sin duda, los cantantes lo agradecen. Finalmente, en el último acto, se invierte esa media esfera que, situada siempre detrás de los protagonistas, encarna el peso de la traición a Marke. "La puesta en escena se basa en detalles mínimos: miradas, gestos y poco más. Hemos eliminado proyecciones y otras cosas respecto a Lyon para que todo fuera más sintético y claro".

Una obra clave

"La ópera del siglo XX no hubiera sido igual sin esta obra. Wagner puso en ella la semilla del atonalismo y de la música moderna. Con esta pieza se anticipó a todo lo que vendría en el siglo XX", apunta Josep Pons, que acaba de renovar como director musical del Liceu hasta el 2022 y capitaneará a la orquesta. "Aún no he alcanzado todo lo que me había propuesto con los músicos del Liceu. Estoy al 50% de mi proyecto que espero poder seguir desarrollando", subraya. A Pons le apetecía sumergirse de nuevo en el compositor alemán tras culminar la tetralogía wagneriana en el Liceu. "Es fascinante como Wagner plasma este amor a través del acorde inestable de Tristán y, por otro lado, hay un cromatismo que lleva al extremo". Su reto principal consiste en controlar tanto los estallidos de la orquesta, "un magma que las voces de los cantantes deben sobrepasar", como en afinar al máximo en los momentos más camerísticos en esta ópera llena de intimidad e intensidad.

"Es una pieza de emociones. Para los cantantes también es un trabajo más psicológico que coreográfico. Apenas hay acción. Domina una transición constante de emociones, algo que se plasma más en la música que en el texto". Ambos fueron creados por Wagner, defensor del espectáculo total, como en su día soñaba el colectivo de La Fura dels Baus al que está vinculado Ollé. El compositor plasmó en esta ópera, estrenada en Múnich en 1865, su ideal de amor. Una pasión pura e imposible que solo surge tras la ingestión de un filtro mágico. "Es la historia de dos antagonistas que protagonizan una torturada historia de amor", resume Ollé.  

En su día, el gran problema de Wagner fue hallar cantantes capaces de interpretar los titánicos roles principales de esta ópera que dura  cerca de cuatro horas, sin contar los entreactos. Theorin y Vinke llevan años enfrentándose a ellos. "Para Àlex [Ollé] debe haber sido un infierno hacer esta obra con gente como nosotros que llevamos toda la vida cantando Wagner por el mundo", asume Theorin. "Tenemos una hábitos adquiridos para producir el sonido que queremos. De ahí vienen la mayoría de desavenencias con los directores escénicos, empeñados en hallar algo nuevo para romper con esos hábitos ", admite su compañero, Stefan Vinke, que ya debutó en el Liceu con 'Sigfried', en el 2015.