CONCIERTO EN FABRA I COATS

Mark Kozelek: no disparen al guitarra bocazas

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Kiko Amat

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El escritor Kurt Vonnegut dijo que sus artistas favoritos eran aquellos con los que le gustaría tomarse una cerveza. Vonnegut tenía mucha suerte (o dijo una parida colosal), porque a los demás suelen gustarnos artistas a quienes no daríamos la espalda ni dejaríamos de canguro. Aunque los elegimos por su sensibilidad, audacia y talento, por cómo masajean nuestro corazón y nos hacen compañía, es innegable que muchos de ellos son unos bastardos.

Mark Kozelek, alma de Red House Painters y Sun Kil Moon (que el miércoles actúa en Fabra i Coats), es el tipo más antipático y (algunos dirán) odioso del pop actual. A su lado, el Dylan de 1966 era un oso amoroso, y Pablo Picasso, más cuqui que Sor Citröen. A muchos confunde la dicotomía Kozelek: que el hombre que desde 1989 realiza la música más íntima y hermosa posible, el Nick Drake de la generación Nirvana, un hombre cuya voz provoca que otros hombres lloren en público, sea el mismo patán que insulta a su audiencia, amedrenta a blogueros, calumnia a otros grupos y se comporta como un pitufo cascarrabias del rock. Kozelek es el compañero de piso chungo del 'indie': el capullo que se come tu último yogur y, con la boca llena, te espeta: "Ah, ¿era tuyo?".

El 'caso The War On Drugs'

El 'caso The War On Drugs' es ilustrativo. En un festival del 2014, nuestro huraño genio -quien culminaba con el elepé 'Benji' su nueva dirección ultraconfesional- se quejó de que la música de otro escenario invadía la suya. Cuando se enteró de que eran unos tales The War On Drugs, Kozelek dijo que era "mierda guitarrera de anuncio de cerveza" y anunció que escribiría una canción llamada 'War on Drugs me la chupan'. Hasta ahí, pura bravata de escenario. Otro artista lo habría dejado correr. Kozelek no: compuso la canción y la hizo pública ('War on Drugs can suck my cock'); escribió 'mails' chulescos a la banda; les vaciló por Twitter; imprimió camisetas del asunto. Incluso a mí, que soy su 'grupi' número uno, que pediría su indulto aunque le pillaran con un puñal manchado al lado de un cadáver, me turbó su actitud. Y yo lo he visto separar a dos pobres mozos de primera fila porque sus camisas le estaban "confundiendo". Lo he visto llamar a sus espectadores "putos retrasados españoles" y, peor, "feos". Pero aquella… pequeñez, aquella inquina marujera me hizo sonrojar a distancia.

¿Cómo justifica Kozelek su actitud? Diciendo que tiene un sentido del humor raro. Que nadie le entiende. Se contradice: lamenta que la gente marujee sobre él a sus espaldas, pero entonces suelta barbaridades sexistas o simplemente faltonas, consciente de que perpetuarán el marujeo; se mofa de los 'hipsters' malcriados (incluso les dedica un tema, 'Cry me a river Williamsburg sleeve tattoo blues') pero luego marranea como un preescolar o se enzarza en riñas de folclórica, indignas de alguien de su grandeza.

Hace mucho acepté que mis artistas favoritos fuesen tipos desagradables. Pero yo no les pido amistad

Quizá el tema sea, entonces, cómo justificamos nosotros, los fans, su conducta. Los que bebemos de sus palabras y acordes; quienes vemos cómo esa música desnuda arranca nuestras corazas, hurga en nuestros pesares y miedos, nos recuerda a los muertos, la familia, el pasado; quienes escuchamos el mismo disco de Red House Painters cada sábado por la mañana desde hace 15 años. ¿Qué hacemos con el guitarra bocazas?

La respuesta es sencilla: nada. Mark Kozelek no es Louis CK. No ha hecho más que ser un borde descomunal. Mis estanterías están llenas de gente como él: Kevin Rowland, Richard Pryor, Kingsley Amis, Ray Davies... Hace mucho acepté que varios de mis artistas favoritos fuesen tipos… desagradables. Pero yo no les pido amistad. Les pido que me muestren un camino; que me eleven y embelesen. Mientras Mark Kozelek siga haciendo eso, yo le perdonaré la boquita.