Un aperitivo vienés

Recital de la soprano Ulrike Haller con canciones de compositores que marcaron el cambio de siglo en la ciudad del Danubio, desde Wolf a Berg

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Rosa Massagué

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No había ‘Gespritzer’ ni ‘Sekt’. Había cava y olivas aliñadas y otras sabrosas delicias para picar. Pero era un aperitivo plenamente vienés. Lo era musicalmente gracias a la soprano Ulrike Haller acompañada al piano por Josep Surinyac, que ofreció un recital con un amplio recorrido centrado en los compositores que marcaron el cambio de siglo, el paso del XIX al XX, en lo que era la capital del gran imperio austrohúngaro que también era el centro de un mundo artístico y científico de primera magnitud en el que sobresalían Gustav Klimt, Egon Schiele, Otto Wagner o Sigmund Freud. Haller rendía así homenaje a la ciudad en la que había cursado sus estudios musicales.

La soprano sudtirolesa empezó el recital-aperitivo realizado en la Galeria Carles Taché dentro del festival LIFE Victoria Barcelona, con Hugo Wolf, el compositor wagneriano que ha pasado a la historia musical por su dedicación al ‘lied’ componiendo más de 200 canciones. De su catálogo, la soprano interpretó varias piezas del ‘Cancionero italiano’.

Continuó con ‘lieder’ del ciclo ‘Des Knaben Wunderhorn’ (‘El cuerno mágico de la juventud’), de Gustav Mahler, entre ellas, ‘Rheinlegendchen’ (‘Pequeña leyenda del Rin’), en la que aparece la historia del pez que se traga un anillo el cual acabará en el plato del rey, un tema que años después el compositor también vienés Alexander Zemlinsky, desarrolló en su ópera ‘Der König Kandaules’.

En este recorrido no podía faltar Richard Strauss de quien Haller interpretó tres canciones consiguiendo mantener en vilo a los asistentes con ‘Befreit’ (‘Liberado’), una triste historia de separación y muerte empapada de amor entre una pareja. La canción acaba con un ‘Oh felicidad’ cuya última nota la soprano alargó de forma poderosa y dramática.

Siguieron varias canciones de Zemlinsky en las que la soprano fue demostrando una creciente expresividad. El camino del recital hacia la segunda escuela de Viena llevó a Alban Berg, y a varias de sus canciones de juventud, bellísimas, compuestas en 1907, en las que el compositor se movía todavía en el terreno del post-romanticismo y del impresionismo.

Un recital-aperitivo con el público sorbiendo su copa de cava se presta a la distensión y al juego musical. Para la última parte del concierto Haller apareció con smoking y sombrero de copa cual Marlene Dietrich, una vestimenta adecuada --aunque la hora del día no lo fuera-- para lo que venía a continuación que eran varias de las ‘Brettl-Lieder’ (‘Canciones de cabaret’) de Arnold Schönberg, compuestas en 1901, entre ellas ‘Langsamer Walzer (‘Vals lento’), con letra de Emanuel Schikaneder, el empresario y músico que había escrito el libreto de ‘La flauta mágica’, de Mozart.

Así acababa el recital, pero ni para el primer bis la soprano quiso salir de Viena. Ofreció uno de los ‘Wienerlieder’, las canciones típicamente vienesas llenas de alegría pero también de una cierta nostalgia, cuyas letras parecen un anuncio publicitario de las maravillas de la ciudad. El segundo bis lo presentó Surinyac situándolo geográficamente muy lejos de la ciudad del Danubio, entre Vilanova i la Geltrú y Barcelona. Era una hermosa canción de Eduard Toldrà sobre un poema de Josep Carner.

Haller hizo el amplio periplo vienés con su voz generosa, siempre bien colocada, expresiva y con un buen entendimiento con el pianista, demostrando ambos lo bien que se lo estaban pasando con aquel aperitivo vienés. Como, por otra parte, todos los asistentes.

El recital tuvo lugar el 4 de noviembre.