CRÍTICA DE CINE

'Handia': metáforas andantes

Su indudable brillantez formal no hace sino subrayar lo calculado y autoconsciente que su lirismo resulta

Nando Salvà

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La historia del llamado Gigante de Altzo, un guipuzcoano con acromegalia que a mediados del siglo XIX viajó por toda Europa como atracción de feria, sirve a los directores Jon Garaño y Aitor Arregi como recipiente de metáforas algo obvias: sobre la identidad vasca misma, sobre la compleja relación entre lo real y lo mítico, sobre el acervo cultural amenazado frente al progreso. Handia reproduce algunos de los vicios del cine biográfico (la arritmia narrativa, la sucesión episódica de escenas) pese a sus evidentes intentos de evitarlos. Y su indudable brillantez formal no hace sino subrayar lo calculado y autoconsciente (y, por tanto, incapaz de generar emoción) que su lirismo resulta.