ESTRENO EN EL PARAL·LEL

El 'Cabaret' de Ivan Labanda

El actor es el gran triunfador de la cuidada producción musical del Teatre Victòria

Ivan Labanda, caracterizado como maestro de ceremonias, y Elena Gadel como Sally, en una escena de 'Cabaret'.

Ivan Labanda, caracterizado como maestro de ceremonias, y Elena Gadel como Sally, en una escena de 'Cabaret'.

JOSÉ CARLOS SORRIBES

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Lo mejor que puede ocurrirle a un musical es que el espectador se vaya del teatro tarareando un par de días sus canciones. Cierto es que con una obra emblemática y tan conocida como 'Cabaret' es fácil que eso pase. La versión dirigida por Jaime Azpilicueta que se ha instalado en el Victòria se mueve por ese camino. Una cuidada producción se encarga de dar vuelo a famosas canciones como 'Willkommen', 'Money, money' o 'Cabaret', que se convierten en su gancho para atraer al gran público, junto a dos cabezas de cartel como Ivan Labanda y Elena Gadel.

Con 'Cabaret' puede suceder que haya poco margen para la sorpresa. Y ese es el caso de esta producción, que ha llegado a Barcelona ya muy rodada después de pasar por Madrid y otras ciudades españolas. Todo discurre con una corrección estimable que no acaba de liberar el chispazo fulminante. Si alguien lo provoca es Labanda, convertido en un arrollador maestro de ceremonias. La polivalencia de este actor escala otro peldaño más y ya se ha convertido en una carta ganadora para musicales de altos vuelos. Destacaba en 'Scaramouche' con su conocida vis cómica y ahora lo hace con una fuerza y gestualidad incontenibles. Desbordante siempre, parece que vaya dos pasos por delante del resto.

Elena Gadel y Sally Bowles

Es el caso de Elena Gadel, una mujer con mucho ángel y voz melodiosa, que explota de verdad en el número de 'Cabaret', a la que aún le falta fondo de armario interpretativo para ponerse con soltura y firmeza el traje de Sally Bowles, una de las estrellas del Kit Kat Club berlinés, el descarado y libérrimo cabaret de la época anterior a la llegada del nazismo al poder. Y no se trata de buscar comparaciones, que no procede en absoluto, con la Liza Minnelli del famoso filme. Pero su sombra siempre será alargada para cualquier intérprete que afronte el reto.

El montaje brilla en su parte musical y coreográfica, pero no tanto en su faceta más interpretativa

El caso de Gadel es un ejemplo de un montaje que, si bien brilla en su parte musical, vocal y coreográfica, no lo hace tanto en su cara más interpretativa. Porque hay demasiada fractura entre las escenas musicales y las 'teatrales'. Como si la dirección no hubiera buscado el matiz, por lo que la parte de comedia (la primera) tiene un trazo algo facilón y la del drama (la segunda) también irrumpe de forma quizá brusca. El final, en la línea de la versión que dirigió Sam Mendes en el West End londinense, es un impactante cierre que dibuja en toda su crudeza lo que significó el acceso de Hitler al poder.

A pesar de sus titubeos interpretativos y su falta de riesgo, la apuesta convencional de este 'Cabaret' que se ha instalado en el Victòria no defraudará al espectador que disfrute del género musical sin grandes exigencias y que se rinda a canciones y coreografías imbatibles, empezando por el 'Willkommen' que abre el espectáculo. Eso sí, aquellos aficionados que casi se conocen de memoria la obra echarán de menos 'Mein Herr', el apoteósico número de las sillas.