EL ANFITEATRO

Bernstein abre el apetito

La soprano Mercedes Gancedo protagoniza el primer recital-aperitivo del festival LIFE Victoria

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Rosa Massagué

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El prolífico y rápido compositor Gioachino Rossini se vanagloriaba de poder ponerle música a cualquier cosa, incluso a la lista de la lavandería. Siendo como era un fino paladar y un, al parecer, excelente cocinero, podía haberle puesto música a los platos que llevan su nombre, a los canelones o al turnedó, por ejemplo. No lo hizo. Pero quien sí compuso sobre recetas culinarias fue, muchos años después, Leonard Bernstein. Y fueron estas recetas las que cantó la soprano argentina Mercedes Gancedo cerrando el recital-aperitivo, bajo el título de ‘Soufflé!’ que ofreció el 7 de octubre en la Galería Carles Taché dentro del festival LIFE Victoria.

Acompañada al piano por Beatriz González Miralles, la cantante empezó su suflé a la hora del vermut con canciones de dos compositores argentinos, de Carlos Guastavino y Alberto Ginastera. Del primero cantó entre otras, ‘Pueblito, mi pueblo’, una pieza que interpretó con tal sentimiento que emocionó a los presentes y en particular a un compatriota suyo que tiene muy vivo en la memoria el recuerdo de cuando la cantaba Victoria de los Ángeles, a quien está dedicado el festival.

De Ginastera cantó ‘Cinco canciones populares argentinas’. De la alegría de ‘Chacarera’, Gancedo y Gonzalez Miralles pasaron al lamento de ‘Triste’, una canción en la que es imprescindible la compenetración entre piano y voz y que ambas resolvieron con brillantez, especialmente la soprano que supo destilar toda la pesadumbre que acarrea la canción. El suflé siguió creciendo con piezas de Claude Debussy y de Gabriel Fauré. Y así acabó la parte digamos más convencional del concierto en la que la soprano sacó a relucir su hermosa voz aterciopelada y consistente, la naturalidad de su canto y un fraseo que fluye con elegancia.

Tras una breve pausa llegó una parte más gamberra del recital-aperitivo de la mano de Bernstein. Cantante y pianista aparecieron con vestimenta infantil para interpretar ‘I hate music!’ (Odio la música), un ciclo de cinco canciones infantiles que el compositor estadounidense escribió en 1943, entre las que hay una adivinanza que la pianista se encargó de plantear al público.

Y de niña, a cocinera para rematar el suflé. El recital acabó con ‘La bonne cuisine’, cuatro recetas sacadas de un libro de cocina decimonónico, de Émile Dumont. En este ciclo de 1948 el compositor utilizó varios recursos vocales para el gran divertimento que es esta obra. Por ejemplo, en ‘Plum Pudding’ (Puding de ciruelas) las instrucciones son un largo ‘silabato’, como si fuera de una ópera de Rossini. O en ‘Rabbit at top speed’ (Conejo a toda velocidad), una receta muy larga cantada, pues eso, también a toda velocidad.

Con estas divertidas canciones de Bernstein la soprano, además de poner de manifiesto sus cualidades vocales, también demostró su capacidad actoral que es mucha, así como su gran simpatía. Con tanta receta culinaria y con las aceitunas, el fuet, las galletas saladas y la mojama, servidos como aperitivo, al público se le había abierto el apetito. Pero antes, Gancedo ofreció dos bises, a cual mejor. Primero fue ‘Niet tolka tot ‘kto snal’ (Solo el corazón solitario), de Txaikovski, una canción que parece sacada de su ‘Eugene Onegin’ y que la soprano cantó con una exquisita sensibilidad, la misma que derrochó en el ‘Canto negro’, de Montsalvatge.

El suflé estaba buenísimo. Rico y esponjoso. Como debe ser.