CRÓNICA

El Raphael de siempre, y un poco más

El cantante ofreció un imponente recital en el Palau Sant Jordi con sus clásicos y el material de estreno del disco 'Infinitos bailes'

Concierto de Raphael en el Palau Sant Jordi.

Concierto de Raphael en el Palau Sant Jordi. / Ferran Sendra

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Un disco con material original, ‘Infinitos bailes’, lanzado a finales del 2016, ha servido una vez más la imagen de un Raphael admirado por generaciones más jóvenes, músicos que le han compuesto un nuevo repertorio, si bien este sábado, en el Palau Sant Jordi, mandaron los clásicos, cómo no. “Son 55 veces ya, ¡55 años en Barcelona!”, saludó tras abrir la noche con tres de esas nuevas piezas, antes de añadir: “Pero yo sé muy bien a qué han venido”.

Ese público que ocupó un Sant Jordi en formato anfiteatro estaba ahí para recorrer de su mano esas canciones de leyenda, llenas de afirmación vital, temperamento, reproches y melodrama “en carne viva”, pero no deberíamos ventilar de un plumazo la nueva cosecha: ‘Infinitos bailes’ y ‘Aunque a veces duela’ se ajustaron a su talante con notables recorridos emotivos, y la joya de la corona fue la tercera, ‘Igual (Loco por cantar)’, de Diego Cantero (Funambulista), un retrato hiperrealista y épico de este Raphael genuino a los 74. “Igual que ayer, pero más fiero / pero más tierno, con más verdad”.

Ética de extremos

La cuarta ya fue ‘Mi gran noche’, y a partir de ahí, la antología sin freno a través de un ‘Yo sigo siendo aquel’ que, como otras veces, culminó con una apostilla contemporánea: “Sigo siendo el mismo, el Raphael de siempre”. Lució el poderío pulmonar habitual, apto tanto para teatros como para grandes recintos, aunque con la garganta un poco herida al principio. Ser Raphael es situarte en los extremos y forzar tu cuerpo, y tus cuerdas vocales, a seguir las exigencias del alma. No hay alternativa.

Si en los últimos años le hemos visto cantando con una orquesta o escorándose hacia el soul y el funk, esta vez el sonido fue bastante rockero, con guitarras incluso ‘heavy’ en piezas como ‘Por una tontería’. Un Raphael wagneriano, que se tomó un respiro, siempre relativo tratándose de él, en las incursiones acústicas de ‘La quiero a morir’ (Francis Cabrel), ‘Gracias a la vida’ (Violeta Parra) y ‘Adoro’. Extendiendo la sesión hasta las dos horas y media, 31 canciones, siguió vaciándose en hitos como  ‘Escándalo’, ‘Yo soy aquel’ y ‘Como yo te amo’, afianzando una vez más un vínculo de  hierro con su público.