LA NIÑA QUE SE SUBIÓ AL MINARETE

Azzeddine: "Es responsabilidad de los musulmanes adaptar su religión al mundo en que vivimos"

La novelista francomarroquí novela un pulso contra la autoridad religiosa en 'El viento en la cara'

La escritora francomarroquia Saphia Azzeddine.

La escritora francomarroquia Saphia Azzeddine. / periodico

Ernest Alós / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En ‘El viento en la cara’ (Grijalbo), la sexta novela de la escritora francomarroquí Saphia Azzeddine, autora de ‘Confesiones a Alá’ y ‘Mi padre es mujer de la limpieza’, Bilqiss, una joven de un país que podría ser Afganistán, pero no necesariamente, sube al minarete de su pueblo y lanza la llamada a la oración en lugar del borracho muecín. Y además, aprovecha para proclamar una interpretación propia y heterodoxa del islam. Juzgada por un tribunal tribal, se enfrenta a una muy posible lapidación mientras una periodista neoyorquina tirando a frívola quiere explicar su historia al mundo, sobre todo desde que descubre que esa joven que desafía a su juez y es azotada en vídeos que circulan por las redes es la misma cuya fotografía fue portada en una revista internacional cuando era niña (como Sharbat Gula, la niña de ojos verdes de ‘National Geographic’).

Aunque las referencias estén claras, no hay una identificación clara del país donde se desarrollan los hechos. “Lo hago genérico porque no creo en las fronteras. Y siempre es necesaria una distancia de la realidad inmediata”, dice Azzeddine.

"Hay tantos islams como musulmanes"

Su personaje es una especie de protestante islámica, que defiende que puede relacionarse con Dios y leer el Corán siguiendo su propio criterio. “Rechaza la autoridad religiosa de los hombres, hace una especie de pulso espiritual, reinterpreta el islam a su manera, se reapropia de su dios, y eso es lo que al resto de la gente le parece absolutamente intolerable. Piensa que lo que es precisamente hermoso de su religión es que es una religión laica. De hecho hay tantos islams como musulmanes, y como todo lo que es hermoso también es peligroso, depende de los oídos en los que cae”.

Azzeddine, que en su primer libro, ‘Confesiones a Alá’, hacía dialogar a una joven prostituta con dios, recuerda que “cada vez hay más musulmanes que viven su religión como una cultura, no como una creencia, a los que no les importa un rábano”, pero también muchos que tienen la capacidad de producir una Reforma en el islam: “En todo el mundo hay iniciativas de las cuales nunca se habla evidentemente, porque ahora lo que interesa es alimentar el miedo al islam, pero hay musulmanes ilustrados que quieren hacer este trabajo”. “Si se tiene que producir esta Reforma -sostiene la escritora, periodista y socióloga- será gracias a hombres y mujeres como la protagonista del libro, porque la responsabilidad de los musulmanes hoy pasa por reapropiarse de su religión, que ha quedado en manos de una autoridad religiosa más que sospechosa, rigorista, retrógrada y peligrosa, y adaptarla al mundo en el que vivimos. Y esta reinterpretación de los textos sagrados la han de hacer hombres y mujeres, no solo hombres como hasta ahora”.

"La responsabilidad de los musulmanes hoy para por reapropiarse de su religión, que ha quedado en manos de una autoridad religiosa peligrosa, y adaptarla al mundo en el que vivimos"€

Saphia Azzeddine

— Escritora

De visita en Barcelona cuando aún están recientes los atentados de las Ramblas y Cambrils, dice que la identidad de los terroristas “da mucho más miedo que sean chicos en principio integrados y felices”. “Se debería controlar de mucho más cerca el trabajo de los imanes, y ser mucho más duro con aquellos que no respetan las leyes de los países donde están”, añade.

"El error principal en Francia [con la segunda generación de inmigrantes] ha sido aparcarlos en barriadas cuando se les pedía que se integrasen. Eso, y no quererlos de verdad"

En su opinión, en España se deberían haber evitado los errores cometidos en su país en la integración de las segundas generaciones de la inmigración. “El error principal en Francia ha sido aparcarlos en barriadas cuando al mismo tiempo se les pedía que se integrasen en la sociedad francesa. Este ha sido el error más grande. Y no quererlos de verdad”.