Tracy Chevalier y las manzanas migrantes

La autora publica 'La voz de los árboles'', una novela sobre pioneros del Oeste que explora la relación entre el hombre y la naturaleza

La escritora estadounidenseTracy Chevalier, en Barcelona.

La escritora estadounidenseTracy Chevalier, en Barcelona. / periodico

Elena Hevia / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace tres décadas que la norteamericana Tracy Chevalier vive en Londres, y antes lo hizo en Washington. Así que su carácter urbanita está contrastado, pero sus prolongadas estancias en su casa de campo en Dorset o el hecho de que su marido como buen inglés esté enamorado de los árboles, la han llevado a hacer una gran inmersión en horticultura y el resultado es 'La voz de los árboles' (Duomo). La novela de Chevalier (a la que siempre perseguirá el éxito de 'La joven de la perla') retrata el infierno matrimonial de unos pioneros en el medio Oeste americano, desde Ohio hasta la California de la fiebre del oro, a sus cinco hijos supervivientes de un total de diez y su relación con una naturaleza indómita que no les facilita nada las cosas en el cultivo de manzanas.

Vuelve la marca de la casa Chevalier en la que personajes históricos se codean con los imaginarios. Aunque en esta ocasión la figura folclórica y real de John Chapman, más conocido como Johnny Appleseed (o Juanito Manzana como lo tradujo Walt Disney), esté teñida por la bruma de la leyenda. "Cuando era pequeña en el colegio nos contaban historias sobre este hombre, un excéntrico encantador que llevaba un cazo por sombrero, vestía un saco agujereado e iba siempre descalzo sembrando aquí y allá semillas de manzano promoviendo por lo tanto un estilo de vida saludable". Lo que descubrió la autora tras esta imagen de idílica colonización forestal es que Chapman pertenecía a una secta cristiana, la de los seguidores del visionario sueco Emanuel Swedenborg,  que en realidad era un hombre de negocios que se ganaba la vida con los manzanos. "Y lo más sorprendente, es que lo que vendía era árboles de manzanas amargas que son las que se utilizan para hacer sidra y no las dulces para comer".

Frutos del Kazajstán

La novela muestra la dificultad de domesticar la naturaleza pero sobre todo se convierte en un poderoso alegato a favor de la migración, no necesariamente impulsado por el hombre sino también por las plantas. "Suele decirse que no hay nada más estadounidense que un pastel de manzana olvidando que las manzanas en realidad proceden de Kazajstán, los hombres siempre han llevado las plantas de aquí para allá".

A ello hay que añadir que la zona en la que opera Juanito Manzana y el matrimonio protagonista es Ohio, puro hábitat de los votantes de Trump, con lo que la metáfora adquiere un sentido especial: "En cierta manera todos somos migrantes, y en Estados Unidos, más. Ahora se están poniendo de moda los test de adn que pueden revelar raíces africanas o nativas americanas y me parece una buena manera de que la gente abra los ojos". La escritora sabe de lo que habla. Ha visto cómo el brexit ha sido una respuesta al miedo respecto a la diferencia.

La cara B de 'La casa de la pradera'

No solo hay manzanos en esta novela que Chevalier concibió como la vertiente oscura de 'La casa de la pradaera', obra que leyó con mucho placer en su infancia. Las memorias de la Laura Ingalls real son bastante más terribles que lo que la serie de televisión mostraba. "Con 'La voz de los árboles' pensé quitarle todo el romanticismo y el amor a una familia pionera y hacerla disfuncional para ver qué ocurría". Tampoco intentó suavizar el personaje de la madre, Sadie, para quien las manzanas solo son la posibilidad de elaborar alcohol. "Sí, es un personaje detestable, que paga la amargura de su dura existencia con sus hijos, pero [sonríe] me lo pasé muy bien escribiéndolo".

La obra tiene también un oculto carácter humanitario puesto que Chevalier fue uno de los 15 autores británicos que subastaron el nombre de un personaje para la organización Freedom from Torture de ayuda a los refugiados. "Describí el personaje como una mujer de carácter fuerte y quien más pujó fue una mujer de California que se lo regaló a su madre. Yo estaba aterrada porque el nombre marca a fuego a un personaje pero me relajé cuando me dijo que la señora se llamaba Dody Bienenstock. Con ese nombre ya pude trabajar e incluso ponerla a fumar puros".  

La joven de la perla 

<strong>Inevitablemente, la coletilla que </strong><span style="color: rgb(0, 0, 0); font-family: PTSerif-Regular; font-size: 16px;">siempre acompaña a Tracy Chevalier es la de ser la autora de 'La joven de la perla'. La autora se muestra orgullosa de su creación que ha producido una adaptación cinematográfica y una obra de teatro. "La verdad es que sigo adorando a Vermeer y jamás me canso de hablar de él. Podría dar charlas ab eternum sobre Holanda, su historia y su pintura. En octubre, sin ir más lejos, me han invitado a dar una charla sobre 'La joven de la perla', el oleo, en el Mauritshuis, el museo en el que se exhibe y seré la comisaria de uno de los eventos. Hace veinte años que salió el libro pero todavía tengo cosas que decir sobre él". </span>