CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'El amante doble': El deseo escindido

Un filme virtuoso en su puesta en escena, relativamente enigmático y a ratos sobrecogedor, pero también algo histriónico y rocambolesco

Quim Casas / Barcelona

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Si alguien creía que François Ozon iba a abrazar un cierto clasicismo tras 'Frantz', tragedia en blanco y negro y posbélico, sus expectativas se verán truncadas. El director de títulos tan distintos entre sí como 'Amantes criminales', 'Bajo la arena', 'Ricky' o 'En la casa' adapta en 'El amante doble' una novela de la veterana dama del crimen Joyce Carol Oates y la convierte en una suerte de pastiche más próximo a Brian De Palma que a la narrativa policíaca clásica, un juego de espejos, reflejos y tensiones sexuales mucho más entretenido en su dispositivo que en su credibilidad argumental.

Interpretada por Marine Vacth, a quien Ozon otorgó su primer papel importante en 'Joven y bonita', y Jérémie Rénier, en el papel de dos gemelos psiquiatras, 'El amante doble' abre con una imagen de impacto plástico y metafórico: la cámara parte desde el exterior de una vagina hasta confundirse con el ojo lloroso de la protagonista. Sexo y vista, deseo y percepción, pulsión y equívoco, goce y tristeza. La fantasía empieza a mezclarse rápido con la realidad, un poco como hizo Roman Polanski en 'La semilla del diablo': algunas imágenes pueden ser verdad y otras tan solo el producto de la imaginación de la joven escindida entre los dos gemelos.

Lanzando al vacío la suspensión de la credibilidad, Ozon ha realizado un filme muy virtuoso en su puesta en escena, relativamente enigmático y a ratos sobrecogedor. Pero también algo histriónico y rocambolesco, como el propio De Palma.