CRÓNICA

PJ Harvey, al abordaje

La artista ofreció un imponente recital en el Poble Espanyol

PJ Harvey, durante su concierto en el Poble Espanyol de Barcelona.

PJ Harvey, durante su concierto en el Poble Espanyol de Barcelona. / periodico

Jordi Bianciotto / Barcelona

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Tambores de guerra en el mundo de PJ Harvey, y crónica sociopolítica ácida y denuncia del rumbo que toma el mundo, en las obras que han marcado su reformulación artística de madurez. Dos discos airados y solemnes, de alto nivel creativo, Let England shake (2011) y The hope six demolition project The hope six demolition project(2016), aportaron el grueso del repertorio que la cantante británica desplegó anoche en un Poble Espanyol que disfrutó de su carisma escénico y de los elaborados matices trabajados por su superbanda de nueve integrantes.

Fue una PJ Harvey que ha tomado la medida de ese renovado repertorio, ya muy rodado a lo largo del último año, y que se mostró más expresiva y dinámica que en aquella actuación, casi de primicia mundial, en el Primavera Sound del 2016. Unas 3.000 personas, según la organización, acudieron a un concierto que fue el primero que Harvey ofrecía en Barcelona fuera del circuito de festivales en 20 años, desde la presentación de Is this desire? en Zeleste, en 1997. Convocatoria de 3.000 personas según la organización.

El primer tramo del concierto fue con una inusual luz de día, dado que comenzó a una hora temprana, las 20.45 (con 15 minutos de retraso). En ese momento, la armada de PJ se abrió paso al ritmo marcial de una de las canciones del último disco, Chain of keys. En el escenario, John Parish, golpeando un enorme bombo, Mick Harvey (ex-bad seed) al violín y la protagonista, amarrada al saxo. Y otras dos piezas de estreno sacudiendo el ritual de bienvenida: The ministry of defence, con salvas tremendistas y metales disonantes, y The community of hope, ahí con una PJ más ligera, musicalmente más cercana a aquel Stories from the city, stories from the sea (y a Patti Smith). Escenificando el texto y alzando los brazos, brindando esperanza entre el paisaje de zombis y de muerte que envuelve la calle Benning, de Washington, a la que se refiere la letra.

Mirada al mundo

Esas canciones recientes que hablan de gentrificación, guerra y política internacional, inspiradas en viajes a la capital estadounidense, Kosovo y Afganistán, se fueron luego cruzando con el temario, muy compatible, de Let England shake, entre citas críticas al pasado del imperio británico. Esta PJ Harvey metida en la cuarentena mira menos hacia sus fantasmas interiores y más hacia las heridas colectivas, y ahí estuvieron piezas como All and everyone The glorious land, tocada esta por trompetas de asalto.

El disco más arisco y garajero de PJ Harvey, Uh huh her (2004), se hizo un lugar con Shame, y el que, sin rodeos, podríamos considerar como el más raro, White chalk (2007), dominado por fantasmales canciones al piano, se manifestó por triplicado: un The devil con más aparato instrumental y, seguidas, Dear darkness y la misma White chalk. Pero las texturas que dominan en esta gira, y que se apartan de la gramática cotidiana del rock, son los metales y las percusiones, que volvieron con todo su empaque en The wheel y en el crescendo con base de blues rural de The ministry of social affairs. Temario tenebroso, angosto, en un Poble Espanyol, ahora sí, sumido en la oscuridad.

Ramalazo punk

Y haciendo saltar por los aires el recinto, un viaje al rescate de 50ft Queenieahora más sabia (si cabe) que en 1993 y con mayor capacidad de canalizar su lado salvaje. Más repescas recibidas con algarabía por la afición: Down by the water, todos temblando con el pulso dramático de James Johnston (Gallon Drunk) al violín, Down by the waterTo bring you my love, rocosa, reducida en buena parte al diálogo con la guitarra de John Parish.

Presentados los músicos, y soltando un par de veces «gracias» -hasta ahí llegó su caudal narrativo con la audiencia-, Polly Jean Harvey coronó la noche apuntando a los libros de historia de Estados Unidos con Near the memorials to Vietnam and Lincoln y a los del Reino Unido con The last living rose, evocando la última rosa de una civilización en decadencia. Pero de las ruinas siempre pueden salir grandes obras de arte.