CRÍTICA DE CINE

'Verónica': pesadillas que no se desvanecen

Quim Casas

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La última película de Paco Plaza, cineasta que ha hecho diversas probaturas en el fantástico (de 'Romasanta, la caza de la bestia' a los tres primeros '[.REC]', de un episodio de 'Películas para no dormir' a otro de 'El ministerio del tiempo'), está basada en el único caso real en el que un policía español redactó en su informe que había asistido a fenómenos paranormales. Los hechos ocurrieron en Vallecas, Madrid, a principios de los años 90, y tuvieron como protagonista a una adolescente y una sesión con ouija incluida.

Que este inspirada en un caso documentado, del que además se nos informa que el comisario encargado de las investigaciones acabó pidiendo un traslado, no quiere decir que sea más o menos realista que otros filmes de terror con fenómenos sobrenaturales. Plaza toma ese caso concreto, pero junto a su guionista lo libera de los matices estrictos de la realidad para convertirlo en una pesadilla libre y en progresión, acorde con los elementos característicos del género. Creer o no creer en lo que pasó y ahora recrean las imágenes cinematográficas ya es cuestión de cada uno.

Las cosas van convenientemente lentas en esta película con sobresaltos pero sin sustos gratuitos ni parafernalia terrorífica extrema, que además reconstruye muy bien aquella vida de barrio con familias numerosas de clase obrera y banda sonora de Héroes del Silencio. Es más un relato de atmósfera, como una mecha de inquietud que prende poco a poco: sombras vislumbradas de una ventana a otra de la casa en la que vive la adolescente con sus hermanos pequeños, un reflejo en el espejo, un niño que surge de donde no debería estar, siluetas diabólicas que parecen deslizarse entre el cemento de las paredes, una monja ciega que se refugia en un desván y sueños horribles e intensos que al despertar no se desvanecen.