ADIÓS A UN CLÁSICO

Comediante peculiar, cineasta mayúsculo

El artista no gustaba a todo el mundo: hay auténticos fans y otros que no comulgan para nada con su estilo

LEWIS

LEWIS / periodico

Quim Casas / Barcelona

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Jerry Lewis fue un comediante muy popular en los años 50 y 60, el 'rey de la comedia' –título del filme que años después protagonizó junto a Robert De Niro y a las órdenes de Martin Scorsese–, provisto de un estilo humorístico muy particular que, cierto, no gustaba a todo el mundo. Hay auténticos fans de la comicidad de Lewis y otros que no comulgan para nada con su estilo.

Ha sido fundamental frente a la cámara por un aspecto determinante del personaje que compuso en tantos títulos, tan importante, en la evolución de la comedia, como el 'Cara de palo' de Buster Keaton, el 'Charlot' de Chaplin o el 'Monsieur Hulot' de Tati. Se trata de un niño encerrado en el cuerpo de un hombre o un adulto que se niega a crecer. Lewis expuso en buena parte de su obra el complejo de Peter Pan.

Judd Apatow, cuyas películas más representativas como director o productor giran en torno a treintañeros que se niegan a asumir las responsabilidades de la edad adulta, le debe mucho a Lewis. Tanto como Jim Carrey: su ridículo personaje en 'Dos tontos muy tontos', corte de pelo hecho a la medida de un orinal incluido, está modelado a partir del adulto infantil con el que Lewis escribió una página de oro de la comedia.

Pero hay otro Lewis, el que en 1960 decidió pasar al otro lado de la cámara. Jean-Luc Godard escribió que Lewis era uno de los directores más importantes de los que habían surgido en el Hollywood de los años 60. No le faltaba razón. El sentido del relato construido a partir de diversos personajes encarnados por el mismo Lewis en 'Las joyas de la familia' (1965) es un buen ejemplo, pero no superior a su inteligente tratamiento de comedia y fantástico en 'El profesor chiflado' (1963), una de las versiones más inteligentes del clásico de Robert Louis Stevenson 'El doctor Jekyll y Mister Hyde'; su construcción de gags físicos en espacios reducidos de 'Tres en un sofá' (1966), donde medio centenar de personas salen alegres de la reducida cabina de un ascensor, o una de sus imágenes más creativas, aquella en 'El terror de las chicas' (1961) en la que la cámara se eleva hasta mostrar el decorado de la residencia de muchachas en el que acontece la acción: Lewis se atrevió a rebelar el artificio del propio cine.

Fue un auténtico polvorín de ideas en el territorio de la comedia. Y cuando no dirigía directamente, producía e interpretaba para el realizador Frank Tashlin, un gran demoledor del orden burgués y los clichés de la sociedad estadounidense. Tashlin y Lewis consiguieron no menos de cuatro obras maestras: 'Artistas y modelos' (1955), 'Yo soy el padre y la madre' (1958), 'Lío en los grandes almacenes' (1963) y 'Caso clínico en la clínica' (1964), con la rebelión de los objetos contra el ingenuo Lewis como uno de sus temas recurrentes.