EL ANFITEATRO

Un 'Holandés' en el teatro de la Pasión

El holandés en Oberammergau

El holandés en Oberammergau / periodico

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De los grandes festivales a los más modestos. Como el de Oberammergau, en el sur de Baviera. Es un pueblo de 5.300 habitantes famoso por los hermosísimos frescos que ilustran las fachadas de sus casas. Pero lo es especialmente por su ‘Pasión’ sobre la historia de Cristo que se representa cada diez años (la próxima es en el 2020) y en la que de un modo u otro participan unas 2.000 personas del lugar siempre que acrediten 20 años de residencia. Tiene su teatro levantado especialmente para la representación del drama sacro. No es un teatro completamente cerrado, pero tampoco es al aire libre. A menos que caiga un diluvio, si llueve nadie se moja.

Christian Stückl, director del Volkstheater de Múnich, nació allí y el pueblo le nombró director de la ‘Pasión’. Sin embargo, el bávaro ha querido ir más allá y ha dado nueva vida al espacio teatral organizando una temporada estival de representaciones de prosa y musicales entre las que incluye una ópera.

Si el pasado año fue ‘Nabucco’, este año ha sido ‘El holandés errante’, de Richard Wagner, con un resultado artístico de gran nivel. Stückl parte de la base de que para unas representaciones con las características que ofrece Oberammergau, para un público muy variado y no especialmente ‘operómano’, debe presentar títulos populares con grandes escenas corales. Y la verdad es que funciona, con 2.300 vendidas en cada una de las seis funciones programadas este año.

La puesta en escena es del propio Stückl, que aprovecha la enorme amplitud del escenario sobre el que durante la ‘Pasión’ puede haber varios centenares de personajes. Es muy sencilla, pero eficaz. Un ciclorama al fondo muestra un mar embravecido que se abre para mostrar un barco, el del Holandés. El telón semicircular se cierra al final para proyectar de nuevo la furia del mar que se llevará consigo la nave, el personaje que da título a la ópera y Senta, la muchacha enamorada de una imagen del marino dispuesta a perder su vida para salvarle de la condena de vagar por los mares.

La acción se sitúa en los años 50 del pasado siglo. Salvo el ciclorama y el barco, los elementos escenográficos son escasos, pero Stückl y el escenógrafo Stefan Hageneier aprovechan bien la escasez. Las hilanderas no están sentadas ante la rueca ni utilizan ningún otro artilugio. En este caso las mujeres son una formación coral dirigida por Mary, el aya de Senta.

Que el pueblo se dedica al teatro se nota, por ejemplo, en el vestuario que es de gran nivel estético y muy buena factura. Pero lo que más sorprende favorablemente de este ‘Holandés’ es el coro formado por 180 voces, todas del pueblo y aficionadas, pero de nivel profesional. Encabezaba el reparto el bajo Gábor Bretz, como el Holandés, con una bella voz profunda y oscura, y un físico imponente, muy adecuados para cantar personajes tenebrosos como el propio marino errante o el asesino a sueldo Sparafucile, de ‘Rigoletto’, o Barba Azul, el siniestro protagonista de la ópera de Bela Bartok.

El resto del reparto lo formaban Liene Kinca (Senta), David Danholt (Erik), Iris van Winjen (Mary) y Denzil Delaere (Timonel), todos ellos jóvenes, con grandes cualidades vocales y con un resultado muy homogéneo. Curiosamente, la voz más veterana con varias apariciones en los festivales de Bayreuth y Salzburgo en su haber, la de Guido Jentjens como capitán Daland, desentonó quedando por debajo del muy buen nivel del resto de cantantes. Lo que  sorprende negativamente es la ampliación de las voces que no parece necesaria.

La orquesta era la Nueva Filarmonía de Múnich, una formación internacional de jóvenes músicos dirigidos por una de las también jóvenes batutas del momento con gran proyección, la del letón Ainars Rubikis que en el 2018 asumirá la dirección musical de la Ópera Cómica de Berlín. Rubikis fue el encargado de dirigir ‘Carmen’ en el Liceo en el 2015.

Quien quiera ver asociaciones curiosas, ahí va una. Wagner escribió en sus memorias que había compuesto ‘El Holandés’ tras un muy tormentoso viaje en barco desde Riga, la capital de Letonia, a Londres en el que llegó a temer por su vida. En esta representación de Oberammergau la letona Kinca (Senta) y el director Rubikis llevaron el barco a buen puerto.

Ópera vista el 23 de julio.