CRÍTICA DE CINE

'Hermanos del viento': el niño y el águila

Aunque la trama argumental de Gerardo Olivares es sencilla y tópica, las espectaculares tomas de los Alpes merecen ser vistas en la gran pantalla

EDUARDO DE VICENTE

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El realizador cordobés Gerardo Olivares insiste en la fórmula que le ha dado mejor resultado: combinar bellas imágenes documentales sobre naturaleza y animales con una trama argumental, como ya hizo en 'El faro de las orcas'. Es decir, una reformulación de ese subgénero de aventuras a lo National Geographic que llevó al límite 'El oso' de Jean Jacques Annaud. Las principales novedades radican en estar rodada en inglés, compartir la dirección con Otman Penker, operador austríaco experto en entornos naturales, y su reparto internacional, encabezado por un Jean Reno que hace más de narrador que de personaje. Completan el elenco el joven Manuel Camacho, que debutó con el cineasta en 'Entrelobos', y el alemán Tobias Moretti ('Flores negras'). 

La historia es muy sencilla, tópica y demasiado esquemática (la amistad entre un niño y una cría de águila), el conflicto paterno-filial es recurrente, los diálogos aportan poco y el mensaje no sorprende (el aprendizaje mutuo y las consecuencias del ciclo de la vida). Incluso establece una forzada analogía bíblica (el pequeño denomina al ave Abel en contraste con su hermano malo, Caín). Las principales y casi únicas bazas del filme radican en sus espectaculares tomas de los Alpes que prevalecen sobre la mínima trama, que casi parece estorbar, y las evoluciones de los animales. Solo por ellas vale la pena verla en una pantalla grande.