LA SEGUNDA VIDA DE UN LIBRO

'El cuento de la criada': el '1984' feminista de Margaret Atwood

Escena de la adaptación televisiva de 'El cuento de la criada'

Escena de la adaptación televisiva de 'El cuento de la criada' / periodico

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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En la primavera berlinesa de 1984, quizá sugestionada por la fecha, la canadiense Margaret Atwood empezó a escribir su propia distopía totalitaria, ‘El cuento de la criada’, situada en Gilead, lo que queda de EEUU después de que un grupo de fundamentalistas religiosos cristianos tomen el poder y conviertan a las mujeres fértiles en seres esclavizados como instrumento reproductivo. Al cabo de tres décadas, el libro ha pasado a ser el más vendido en Amazon en Estados Unidos y el Reino Unido, el número 1 en la lista de libros de bolsillo de ‘The New York Times’, su recuperación en España por Salamandra va por la tercera edición en un mes… Es un retorno sincronizado con el estreno de ‘The Handsmaid’s Tale’, la adaptación televisiva protagonizada por Elisabeth Moss y Joseph Fiennes que emiten Hulu en EEUU, el Channel Four en el mercado británico y HBO en la Europa continental. Pero ya inmediatamente después de la victoria de Donald Trump, igual que el ‘1984’ de Orwell o ‘El hombre en el castillo’ de Philip K. Dick, las ventas del libro vivieron un resurgir. No es casual: cualquiera puede ser capaz de relacionar con el presente la idea que la propia Atwood, expresidenta del PEN Club, refiriéndose al 1939 en que nació, dice que está en el origen de la novela: “El orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana. Los cambios pueden ser rápidos como el rayo. No se podía confiar en la frase ‘Esto aquí no puede pasar”.

Atwood, aun confesándose optimista sobre el futuro, llama en el prólogo a la nueva edición del libro a no bajar la guardia en un momento en que, tras la elección de Trump, “proliferan los miedos y las ansiedades; se da la percepción de que las libertades civiles básicas están en peligro, junto con muchos de los derechos conquistados por las mujeres a lo largo de las últimas décadas, así como en los siglos pasados”. Un “clima de división, en el que parece estar al alza la proyección del odio contra muchos grupos, al tiempo que los extremistas de toda denominación manifiestan su desprecio a las instituciones democráticas”.

UNA "LISTA LARGA" DE REFERENTES

Los referentes que combinó Atwood en su libro componen, dice, una “lista larga”. Entonces la amenaza era la derecha religiosa de la Mayoría Moral, con predicadores como  Pat Robertson con un discurso virulentamente contrario al feminismo y que reclamaban el retorno de la mujer a su papel tradicional. Y aún era reciente la victoria del régimen de los ayatolás en Irán (una de las pocas referencias explícitas en el libro, en su epílogo situado dos siglos más allá de la acción).

En la introducción a las reediciones del 2017 añade a esta lista de inspiraciones la esclavitud y la poligamia en EEUU, el programa Lebensborn de las SS, el robo de niños en la dictadura argentina y su residencia en aquel 1984 en Berlín Occidental, rodeada por el Muro, con visitas a países del bloque del Este en las que experimentó “la cautela, la sensación de ser objeto de espionaje, los silencios, los cambios de tema, las formas que encontraba la gente para transmitir información de manera indirecta”.  “Una de mis normas consistía en no incluir en el libro ningún suceso que no hubiera ocurrido ya en lo que que James Joyce llamaba la ‘pesadilla’ de la historia”, añade la canadiense.

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Pero el referente de ‘El cuento de la criada’, con un régimen que se ha hecho con el poder tras escenificar un atentado que aniquila al presidente de EEUU y el Congreso e impone el estado de emergencia y que utiliza para sus propios propósitos pasajes bíblicos, es la religiosidad intolerante de los puritanos que emigraron a América. De hecho, Atwood dedica el libro a Mary Webster, una mujer ahorcada por brujería de la que cree descender. Si alguna fuerza podía alguna vez amenazar la democracia liberal en EEUU esta sería, ha declarado en alguna ocasión, “las raíces del puritanismo del siglo XVII, que siempre han permanecido bajo la América moderna que creíamos conocer”.

FEMINISMO, RELIGIÓN, CIENCIA FICCIÓN...

La sociedad de Gilead está totalmente estratificada y marcada por un catastrófico declive de la fertilidad por causas ambientales: los comandantes rigen la sociedad, sus mujeres visten de un azul puro, las criadas reproductoras que utilizadas como las eslavas de Jacob en la Biblica visten de rojo con una cofia que les obliga a mirar al suelo, las mujeres inferiores a rayas, las tías que controlan a las criadas con mano dura (Atwood ha hecho un cameo en la serie interpretando a una de ellas), de marrón… Preocupación medioambiental, feminismo, ciencia ficción y crítica al fundamentalismo religioso. Tres componentes del libro a los que su autora ha planteado varios matices.

Según Atwood, ‘El cuento de la criada’ es feminista en tanto que reivindica un papel de la mujer “crucial”, “interesante” e “importante”, y recuerda que  “el control de las mujeres y sus descendientes ha sido la piedra de toque de todo régimen represivo en este planeta”. Pero no puede ser considerada como tal “si eso quiere decir un tratado ideológico en el que todas las mujeres son ángeles y/o están victimizadas en tal medida que han perdido la capacidad de elegir moralmente”. De hecho, las tías que someten a las criadas, recuerda, toman “algunos de los reclamos favoritos del feminismo en 1984, como las campañas contra la pornografía y la exigencia de mayor seguridad contra la pornografía y la exigencia de mayor seguridad ante los asaltos sexuales” para usarlos en su propio beneficio”.

Atwood también precisa que su novela, en que católicos, baptistas y cuáqueros son perseguidos por el régimen de Gilead, “no está en contra de la religión, está en contra del uso de la religión como fachada para la tiranía”. Y no se ha ganado el aprecio de los seguidores de la ciencia ficción cuando ha argumentado por qué prefiere que su libro sea considerado como “ficción especulativa”, en la que “suceden cosas que podrían realmente suceder”, y no ciencia ficción, género que según ella debería implicar “cosas que aún no podemos hacer, como entrar en un agujero de gusano en el espacio para ir a otro universo” o contar con “monstruos y naves espaciales” o “calamares parlantes del espacio exterior”.