Libros que huelen a espíritu independiente

Seis editoriales que nacieron ligeras de equipaje en el 2007 y el 2012 celebran estos días sus aniversarios

Cinco editores de sellos que cumplen 5 o 10 años: de izquierda a derecha, Núria Iceta (Llibres de L'Avenç), Aniol Rafel (Periscopi), Ramon Mas (Males Herbes), Laura Huerga (Raig Verd) y Ricard Planes (Males Herbes).

Cinco editores de sellos que cumplen 5 o 10 años: de izquierda a derecha, Núria Iceta (Llibres de L'Avenç), Aniol Rafel (Periscopi), Ramon Mas (Males Herbes), Laura Huerga (Raig Verd) y Ricard Planes (Males Herbes). / JOAN PUIG

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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En el año 2007 aún se creaban editoriales a lo grande: ¿pero alguien recuerda a El Andén, que nació con dinero del ladrillo y prometía 250 títulos al año? De aquella añada han sobrevivido al desierto de la crisis que se cargó el 40% del mercado del libro sellos que nacieron ligeros de equipaje, como tres que cumplen estos días diez años (Fragmenta, Comanegra Llibres de l’Avenç). Ese modelo ya fue el único posible cinco años después, en ese 2012 en el que nacieron Raig Verd/Rayo VerdeEdicions del Periscopi y Les Males Herbes, los tres sellos que este jueves celebraban su aniversario en la sala BeGood de Poblenou arropados por el tejido de la edición ‘indie’ catalana (en el que no se puede olvidar las nuevas librerías, un fenómeno paralelo y simbiótico al de este modelo editorial). Pero tamaño y riesgo al margen, algo más les caracteriza. Para empezar la independencia. Que no pasa solo por no depender de un grupo editorial, sino por una cuestión de planteamiento.

 “Somos independientes del mercado; aunque algún título no vaya a ser un éxito lo haremos igualmente; de un departamento de márketing, en lo positivo y en lo negativo. Es una manera de trabajar, en contacto con todo el proceso del libro”, enumera Laura Huerga, de Raig Verd. ¿Una escala artesanal? “Artesanal es una palabra positiva”, responde.

 “Tenemos vocación y voluntad de incidencia cultural: queremos una sociedad más culta y con menos prejuicios en términos religiosos, hay libros que hacen bien y libros que no, y no los queremos publicar. La coherencia del catálogo es algo que nos diferencia respecto a las editoriales grandes y generalistas; y el factor del rigor y el cuidado en la edición, aunque pensar que tenemos el monopolio de la edición cuidadosa es falso; hay grandes libros en las grandes editoriales”, prosigue Ignasi Moreta, editor junto con su socia Inês Castel-Branco de Fragmenta Editorial.

“Nuestra ventaja respecto a los grandes es que solo queremos hacer los libros que queremos hacer y nos gustaría leer, no somos un monstruo sujeto a las servidumbres de alimentar una máquina de hacer libros; cada uno con sus características alimentamos la bibliodiversidad”, argumenta Núria Iceta, de Llibres de L’Avenç.

HUECOS EN EL MERCADO

Nacidos en tiempos de concentraciones editoriales, control de daños y aversión al riesgo dejaron huecos en el mercado que cada uno ha sabido ocupar.  “Cada uno de nosotros ha enriquecido a su manera el panorama, haciendo que se pueda leer en catalán muchos más tipos de literatura que en el 2005; en el caso de Males Herbes, siguiendo una línea muy concreta, la literatura que había quedado marginada del canon realista de la literatura catalana”, explica Ramon Mas, editor junto a Ricard Planes de este sello nacido de una revista de literatura fantástica en catalán.

“Estamos sumando títulos para sumar lectores en el ensayo en catalán, en el que pocas editoriales se arriesgan, y en la narrativa más exigente que antes de la crisis podías encontrar con más facilidad, hasta que se empezó a arriesgar cada vez menos”, sostiene Laura Huerga.

“Nacimos en un entorno de precariedad que prefiero  entender que era nos abría opciones de mejora, porque Peor todo no podía ir”, dice Aniol Rafel, editor de Periscopi.  “El ‘click’ lo tuve cuando vi que no había nada de David Foster Wallace traducido al catalán; había un vacío, literatura de este tipo que teníamos que leer en castellano si no se ofrecía en catalán y con traducciones que acabasen con los prejuicios de que se utilizaba un modelo de lengua que alejaba al lector”

“Nuestra especialización ha sido el libro filosófico, espiritual o antropológico, desde una perspectiva independiente, aconfesional, para un lector culto pero no especializado, gente que tiene preguntas y no quiere respuestas estereotipadas”, explica Ignasi Moreta, de Fragmenta. Estas editoriales jóvenes, según Joan Sala, de Comanegra, se caracterizan por haber creado su propio público, que sabe de qué editorial es el libro que han comprado. “En nuestro caso, cinco o seis públicos: arte, autoayuda, Barcelona…”

“Nuestro público no está definido, me gustaría no conocer a todos nuestros lectores… Nuestra misión sí: cuando hablamos de literatura, ensayo, historia y música, siempre tenemos una pretensión de entender el presente y el pasado, las memorias personales y colectivas”, responde Iceta.

¿LO PEQUEÑO ES BELLO?

¿El tamaño es un imperativo en las circunstancias actuales, que debería dejarse atrás lo antes posible para ganar masa crítica, o un activo de su oferta? “Aspiramos a crecer en facturación, y todos lo estamos haciendo, aumentando la tirada media; podemos pasar de nueve títulos al año a 11 o 12, pero no haremos 25; una de las cosas buenas de publicar pocos es que podemos estar encima de todas las etapas del proceso de producción”, argumenta Aniol Rafel. “Si publico más de 12 libros el nivel de exigencia lo pierdo; sí quiero vender más de cada uno de ellos”, añade Huerga.

No todo es idílico. “Estamos todos con el agua al cuello, pero se puede funcionar siendo pequeño. Es más, ser pequeño es bueno, te permite controlar todos los procesos; no aspiramos a crecer, pero sí a existir con más comodidad. Y vivimos con precariedad, pero con la sensación de que cada año nos va algo mejor”, plantea Ramon Mas. Las plantillas de las editoriales van de las dos a cinco personas, y más allá cuentan con colaboradores externos (que de escuchar a traductores o ilustradores, no están especialmente descontentos de la relación que establecen con los editores independientes). Aunque es evidente que son las grandes editoriales quienes emplean al grueso de la profesión del libro en Barcelona.

Moreta defiende la necesidad de alcanzar un tamaño mínimo, y en su caso lo ha hecho expandiéndose al libro infantil, a la edición en castellano y portugués, hasta pasar a un equipo de cuatro personas y 34 libros al año. “El modelo ‘micro’ no es operativo: si eres minúsculo los costes estructurales se concentran en menos libros; no puedes, por ejemplo, comprar cinco toneladas de papel y ahorrar costes”, matiza Moreta. Y se hace imposible dedicar esfuerzos a la comunicación y darse a conocer. Se suma a él Joan Sala. “Pasamos de un divertimento amateur de cinco personas que publicaban cinco libros al año a profesionalizarnos tras comprar las acciones de los otros socios y dar un paso adelante: vivimos de la editorial cinco personas y publicamos 60 libros al año; es muy difícil aguantar una editorial unipersonal poniendo energía y esfuerzos durante muchos años: o avanzas y progresas o declina por cansancio”. En el caso de L’Avenç, con 10 libros al año, el tamaño se consigue, apunta Iceta, siendo una de las tres patas de un proyecto junto con la revista de historia con 40 años a las espaldas, la revista ‘Els Marges’ y proyectos como exposiciones y documentales.

¿Y qué diferencia hay entre haber nacido en el 2007 y el 2012? “Los del 2012 partían de un contexto más hostil, pero el 2007 tampoco eran ya tiempos de vacas gordas. El cambio más significativo, para mí, ha sido el impacto de internet y las redes sociales: han aumentado muchos los canales de comunicación entre la editorial y el público”, argumenta Moreta.

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