'La vegetariana', de Han Kang: una mujer que quiere ser una planta
La autora coreana obtuvo el Man Booker Prize internacional del 2016 por su novela sobre una mujer que rechaza de forma radical la violencia del género humano
Ernest Alós
Coordinador de Opinión y Participación
Periodista
ERNEST ALÓS / BARCELONA
El año pasado, el jurado del Man Booker Prize internacional, el principal premio en los países de lengua inglesa a las traducciones de otras literaturas, se olvidó del Nobel Orhan Pamuk y del nombre de moda, Elena Ferrante, para votar unánimemente una extraña y misteriosa novela llegada de Corea, 'La vegetariana' de Han Kang (Gwangju, 1970). En ella Yeonghye, una solícita esposa, decide declinar uno de sus principales deberes, alimentar como es debido a su marido, después de convertirse en vegetariana. Es más, llega a convencerse de que ella misma se está convirtiendo en una planta, capaz de sobrevivir gracias a la luz, el agua y la tierra. ‘La vegetariana’ se acaba de publicar en traducción al castellano de Sunme Yoon, y al catalán de Mihuwa Jo y Raimon Blancafort, ambas en el sello Rata. Hablamos con la autora hace unos días cuando visitó Barcelona. Ella, de hecho, no habla: susurra.
Usualmente, la opción por una dieta vegetariana tiene razones morales, o diéteticas: se trata de sanar el cuerpo, no de dañarlo. Pero Yeonghye acaba convirtiéndolo en un ejercicio de autocastigo corporal. “En realidad es lo que está haciendo, pero en el universo de Yeonghye lo que está intentado hacer es salvarse a sí misma, porque realmente cree que se está convirtiendo en una planta y que esta es la única forma a través de la cual puede rechazar la violencia, que es omnipresente en este mundo en el que vivimos. Ese es el centro de su agonía: ella quiere ser inocente pero acaba cometiendo violencia sobre sí misma”, explica la escritora coreana.
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No se trata de anorexia, ni tampoco un retrato de la sociedad coreana, aunque en el origen se encuentre el papel subordinado de la mujer. “El de Yeonghye no es un desorden mental, es una mujer muy lúcida. Se trata sobre todo de romper con las convenciones y las reglas familiares. En las generaciones mayores hay unas relaciones muy patriarcales, aunque en las jóvenes generaciones coreanas esto ha cambiado de una forma muy rápida”, dice la escritora, que no obstante ha dado un giro importante en su último libro, traducido al inglés como ‘Human acts’, sobre las masacres de los estudiantes en su ciudad natal de Gwangju en los años 80.
La novela se compone de tres relatos escritos desde tres puntos de vista, el del marido de Yeongye, (‘La vegetariana’), el de su cuñado artista (‘La mancha mongólica’) y el de su hermana (‘Los árboles en llamas’). Solo escuchamos la voz de la protagonista en contadas ocasiones a través de sus sueños. “No es fácil entender a esta mujer, así que quise que los lectores fuesen activos, que sacasen sus propias conclusiones después de reunir los fragmentos a partir de puntos de vista muy diferentes y contradictorios incluso”, argumenta Kang.
Esos sueños son sangrientos. La protagonista quiere huir de ellos. De la violencia que hay en su propio interior. O en el de la condición humana.“Siempre he querido aprender -responde la autora- sobre qué son los humanos. Los seres humanos son capaces de hacer cosas tan horribles como Auschwitz y también de sacrificarse a sí mismos para salvar a alguien, ir de la violencia a la santidad. Yeonghye sufre porque pertenece al género humano, quiere huir del lado oscuro de la humanidad, que aparece en sus pesadillas”.
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Una frase de un escritor coreano prohibido por los ocupantes japoneses, Yi Sang, una expresión de rechazo a los horrores de las guerras, es la semilla del libro: “Creo que los humanos deberían ser plantas”. De hecho, en unos de sus relatos la transformación de una mujer en planta era literal, una metamorfosis kafkiana. Pero tras haber escrito cuentos y poesía, en sus novelas, Kang ha eliminado cualquier aspecto fantástico o sobrenatural. “En mis novelas me centro más en lo que considero que son las preguntas fundamentales, no quería seguir escribiendo historias con elementos sobrenaturales. Quería que mis historias fuesen realistas, pero no completamente, que tuviesen ese componente de parábola”.
¿Hay alguna inquietud religiosa o espiritual concreta, tras esas preguntas esenciales? “Me eduqué como budista, hasta que entendí el budismo más como una filosofía. No me considero religiosa, quiero enfrentarme a esas cuestiones fundamentales a través de la escritura no desde un punto de vista religioso”, responde Kang, que cuando hace diez años publicó en Corea ‘La vegetariana’, traducida a otras lenguas mucho más tarde, obtuvo un notable rechazo por parte del veterano ‘stablishment’ crítico coreano.
¿Un caso similar al de Murakami? Sonríe. Hay una gran diferencia. “En mi caso no fue solo la crítica; no tuve demasiado impacto entre el lector medio”. Algo que, en esta década, ha cambiado tanto en un caso como en el otro.
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