China Miéville: la bomba surrealista

Los libros del original autor británico regresan a lo grande con su fichaje por Nova. De 'La estación de la calle Perdido' a 'Los últimos días de Nueva París', una mezcla de arte, nazis ocultistas y militancia política

El escritor China Miéville.

El escritor China Miéville. / ERNEST ALÓS

ERNEST ALÓS / LONDRES

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La obra de China Miéville (Londres, 1972) no ha tenido hasta ahora en España una difusión acorde al prestigio internacional de uno de los autores más originales, políticamente comprometidos y literariamente interesantes al mismo tiempo que reivindicativamente ‘pulp’ del género fantástico. De la mano del sello de Ediciones B Nova, este mes llegan a las librerías dos libros que ofrecen la oportunidad de recuperar, o redescubrir, a Miéville. ‘La estación de la calle Perdido’, pulida reedición del primer volumen de la trilogía 'Bas-Lag', situada en una metrópolis oscura, llena de humo y humedad, sometida a la milicia de los poderosos y poblada por razas extrañas e híbridos de hombre y máquina, y ‘Los últimos días de Nueva París’, su último título. ¿Qué sucedería si se encuentran seguidores del satanista Aleister Crowley, los nazis y André Breton en la París ocupada, y un accidente paranormal hace que estalle la Bomba S, un fenómeno que convierte en incontrolables seres animados a las creaciones más extravagantes de los surrealistas? De estos dos libros, de la corriente fantástica en que inscriben a Miéville (el New Weird, la nueva ola de lo extraño) y de política (candidato trostkista al Parlamento británico, es una voz de referencia de la izquierda alternativa en el Reino Unido) hablamos con él en Londres.

Empecemos por el principio. Por ‘La estación de la calle Perdido’. ¿Nueva Crobuzón, donde se dearrolla, cruzada por ferrocarriles elevados,  un gran río y sus muelles, suma de barrios socialmente segregados, humo, hollín, ladrillos sucios y humedad, qué tiene que ver con ese Londres victoriano, ? “Sí. El mayor componente de Nueva Crobuzón es Londres, pero también El Cairo, La Habana, Nueva York, las grandes ciudades en las que he vivido. Y no es solo esas ciudades, sino las descripciones literarias de estas ciudades. Es un palimpsesto, un ‘patchwork’ barroco con todas las capas de pesadillas y de sueños sobre Londres que están en mi mente, en el arte, en los cuentos fantásticos, la poesía, la realidad...”

Esa ciudad supurante está poblada por hombres, por insectos humanoides que viven en enjambre y en casos extraños eligen la libertad individual (y formas de sexo rarito con los humanos), garudas, unas gigantescas aves con un sentido muy especial de la justicia, híbridos grotescos de hombre y máquina... Es curiosa por ejemplo la ética de los garudas, con un personaje que intenta que le reconstruyan las alas amputadas tras un juicio de los suyos por un delito, el peor de todos, que solo ellos saben entender. “Mis primeros estudios fueron en antropología, y estudios culturales, así que estaba interesado en la idea de una sociedad altamente ética, con un sentimiento muy fuerte de la justicia, más basado en la colectividad que en la individualidad. Hasta cierto punto una sociedad socialista, o comunista, algo en lo que filosóficamente estoy muy interesado. El individuo como una función del colectivo. ¿Cómo serían en esa sociedad un crimen? Para mí -explica- era un experimento mental”.

Hace 16 años el miedo ante el post-humanismo, la posibilidad de mejorar la raza humana con ingeniería genética o ciberingeniería, no era un horizonte tan inmediato como parece ahora. Pero aparece en ‘La estación de calle Perdido’, con el poder imaginando terribles mezclas de hombre y máquina como castigo. “Es un peligro pero también una oportunidad, para mí no hay ningún problema ético con convertirnos en post-humanos. Las modificaciones corporales me parecen apasionantes. El peligro no viene de la intersección entre máquina y humano sino en el uso político. Aquí es una imagen del horror pero porque son víctimas de un sistema opresivo. Todo depende de quién lo hace, con qué propósitos, qué poder está detrás de ello. Robots sexuales, robots de combate, cyborgs, híbridos, una solución a la calvicie (bromea)… no tengo ninguna objeción de principios, sí temores sobre cómo se articulará políticamente”.

EL ARTE

Los dos libros que se publican ahora en España, pese a que 16 años los separen, tienen un hilo que los relaciona. El arte. En ‘La estación de la calle Perdido’, los seres, y su abigarramiento, recuerdan al Bosco. A ‘El jardín de las delicias’, pero a la tabla más oscura del tríptico. “Sí, el Bosco ha sido una influencia para mí pero lo descubrí a través de los surrealistas. Y para mí no hay ninguna contradicción entre los monstruos de ‘Dragones y mazmorras’, los monstruos del folclore y los monstruos de El Bosco. No hay ninguna contradicción entre utilizar a los monstruos de la cultura pop y los monstruos de la alta cultura o del arte medieval. Como mucha gente de mi generación descubrí todas estas cosas al mismo tiempo: los monstruos de los videojuegos, de la literatura, del Bosco, de los dibujos animados, de ‘Dragones y Mazmorras’”. Pero no solo el Bosco. El manierismo. El barroco. Arcimboldo. “

EL JUEGO

El juego de rol, dice Miéville, ha sido una influencia presente en su obra. Pero el videojuego solo ha aparecido en ‘Los últimos días en Nueva París’, en forma de juego de disparos en primera persona contra unos seres demenciales. “Fue creado de forma muy consciente como la biblia, el manual y la ambientación de un videojuego que no se llegó a desarrollar. Lo tomé y lo desarrollé de una forma muy diferente, acabé escribiendo una novela sobre un juego que no existe. El impulso inicial fue lúdico; como si un catálogo de creaciones surrealistas se convirtiese en un manual de monstruos de Dragones y Mazmorras”. La política apareció en este caso, dice, “porque cuando construyes un videojuego necesitas un gran enemigo, y qué enemigo mejor que los nazis, y enfrentarlos a ese grupo de surrealistas, la Main à plume, que se comprometió con la Resistencia, algunos de ellos dando su vida, mientras escribían revistas surrealistas, La resistencia surrealista combinada con la resistencia militante, más el movimiento nazi, con toda su ala absolutamente obsesionada por los demonios y lo paranormal. En principio, es una idea muy ‘pulp’”, dice. Efectivamente. ‘Hellboy’ en un universo surrealista en lugar del cómic. “Sí. Una tradición gozosamente ‘pulp’ combinada con las vanguardias experimentales y la militancia de izquierda”, confirma.

UN BREXIT DE IZQUIERDAS

Mieville, tras las “grandes divisiones” en la izquierda alternativa británica, que no ha llegado a generar un movimiento como Podemos, ha dejado la política de partido por el activismo desde la revista ‘Savage’. La izquierda británica, dice, tiene un problema importante ante sí en el escenario del Brexit. “Hay grupos anti UE de izquierdas, por buenas razones, como su intervención en la destrucción de Grecia. Pero sin discusión alguna los grupos hegemónicos en la creación de la cultura política del Brexit fueron derechistas y el principio organizador del movimiento fue el racismo. Ahora la izquierda tiene una difícil tarea. Tenemos que oponernos a las organizaciones de extrema derecha que creen que con el Brexit ha llegado su momento pero sobre todo crear una visión del Brexit de izquierdas, que implique mantener la acogida a los refugiados, que no suponga restricciones de derechos. No apoyamos el neoliberalismo de la UE, ni apoyamos el racismo del Brexit”.

Ya que hablamos de literatura fantástica, el Brexit es una rebelión de hobbits irritados, nostálgicos de su vieja Comarca? “Entiendo que me lo dice de forma irónica, pero hay un peligro en ridiculizar el voto a Trump y el voto por el Brexit. Hay elementos absolutamente tóxicos pero también se deben entender que mucha gente votó por ellos porque se sienten absolutamente despreciados por la clase política, porque sus comunidades han sido destruidas, y tienen derecho a sentirse así. Culpan a los refugiados, y es un error, pero su problema es muy real. Hay áreas completamente devastadas por el neoliberalismo. Mi problema es que ese voto ha sido colonizado por una derecha que no discute el neoliberalismo”.

SANTA TERESA TAMBIÉN ES ‘WEIRD’

¿Qué es lo ‘weird’? ¿Y el New Weird? “Para mí lo ‘weird’, lo extraño, es la intromisión de algo que es irrepresentable, impredictible, una intrusión de algo de más allá. Es un concepto que se asocia, por ejemplo, a Lovecraft, pero que para mí tiene mucho más que ver con la religión, con el misticismo. Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, estos místicos que intentan describir algo que está más allá de toda descripción, ellos también están relacionados con lo Weird’.  Lo extraño es la irrupción de lo sublime en lo cotidiano. Algo que está más allá del lenguaje, de las estadísticas, de todo sistema. Es el principio al que vuelvo una y otra vez”.

ALGUNOS 'MANIFS' QUE PULULAN POR NUEVA PARÍS

A lo largo de la novela, en el París de 1950 donde la lucha aún sigue, creaciones de los surrealistas se manifiestan por sus calles, convirtiendo la labor de la Resistencia en una lucha de todos contra todos. Estos son algunas de las imágenes que aparecen en el libro (y en el catálogo que las enumera como epílogo).

La mujer bicicleta de Leonora Carrington


La 'Trampa en el jardín para aviones' de Max Ernst.


Los collages de 'Una semaine de bonté', de Max Ernst.


'Le Drapeau Noir', de Magritte.


'Eine kleine nachtmusic' de Dorothea Tanning.


'Sin título', de Dora Maar.

La araña sonriente de Odilon Redon.


'Antro de fósiles', de Maruja Mallo.


La 'mesa-lobo' de Victor Brauner.


'El elefante Celebes', de Max Ernst'


'¿Conoces a mi tía Eliza?', de Leonora Carrington.