LOS LÍMITES DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL

El futuro del toro azul

Mikel Urmeneta se enfrenta esta semana a un juicio que puede acabar prohibiéndole dibujar sus célebres bichos, llenos de humor, simplicidad y color, a raíz del contencioso que mantiene con el actual dueño de Kukuxumusu. El diseñador defiende su derecho a seguir desarrollando su arte y a mantenerse fiel a su estilo.

Desde la izquierda, Testis, con el que Urmeneta ganó el cartel de los Sanfermines de 1990, y otros toros desarrollados por el equipo de dibujantes que lidera (foto, con él en medio).

Desde la izquierda, Testis, con el que Urmeneta ganó el cartel de los Sanfermines de 1990, y otros toros desarrollados por el equipo de dibujantes que lidera (foto, con él en medio).

JUAN FERNÁNDEZ

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Mikel Urmeneta (Pamplona, 1963) lleva dibujando toros desde que aprendió a agarrar un lápiz. Los pintó en la escuela, siendo un crío, y siguió haciéndolo en el instituto, cuando una incipiente vocación de ilustrador le animó a dotarlos de originales formas y llenarlos de color. Inventó un toro de trazo grueso, ojos saltones y panza azul, al que puso de nombre Testis, y con él ganó el concurso de carteles de los Sanfermines de 1990 antes de convertirlo en uno de los emblemas de Kukuxumusu (que significa en euskera «el beso de la pulga»), la marca de artículos de suvenir que acababa de fundar junto a dos amigos.

Durante 26 años, el ilustrador ha estado dibujando toros, vacas, monos, ovejas y todo tipo de animales y criaturas varias en infinidad de poses llenas de humor, simpleza y color para las miles de tazas, camisetas y piezas de regalo que Kukuxumusu lleva vendidas en todo el mundo y paralelamente en sus obras de artista, de autor independiente. Desde hace un año, ese universo creativo, tan desbordante y frondoso como el propio Urmeneta, da tonalidad a los artículos de Katuki Saguyaki, la firma que el ilustrador puso en marcha a principios de 2016 junto a los cinco dibujantes que, como él, decidieron abandonar Kukuxumusu por desavenencias con su nuevo propietario.

La querencia de Urmeneta por pintar bichos y animales con colores vivos y actitud pasmada no ha cambiado en este tiempo, constituye una expresión más de su personalidad, un tic que practica en tickets de la compra mientras habla por teléfono o sobre una servilleta cuando aguarda que le sirvan una caña. También es su forma de ganarse la vida, pero la próxima semana se enfrenta a un juicio que puede acabar prohibiéndole dibujar sus célebres seres multiformes sobre un soporte comercial.

LIBERTAD CREATIVA

La vista tendrá lugar en una sala del juzgado de lo Mercantil de Pamplona, cuyas paredes están acostumbraras a oír hablar de disputas contables y controversias financieras, pero lo que se dirime en el tribunal trasciende los márgenes del caso y afecta al debate sobre los límites de la propiedad intelectual y la libertad creativa. Al final, se trata de dilucidar si un artista tiene derecho a seguir desarrollando su arte después de romper con su anterior patrocinador y si los personajes que aparecen en esa obra pertenecen al empresario que la comercializa o al artista que los concibió. Más aún: ¿un creador que decide ser fiel a un estilo se copia a sí mismo cuando continúa creando para nuevos clientes?

«Es kafkiano, absurdo, disparatado, como si a Picasso, en un momento dado de su carrera, le hubieran prohibido seguir pintando cuadros cubistas o a Dalí le hubieran impedido hacer obras surrealistas», dice Urmeneta sobre la demanda que presentó contra él y su equipo de artistas el actual socio mayoritario de Kukuxumusu, Ricardo Bermejo, quien le acusa de haber plagiado en las prendas de Katuki Saguyaki los diseños que pergeñó en su día para su anterior firma.

MARCA DE LA CASA

El dibujante niega haber copiado ninguna de las casi 5.000 imágenes que cedió a Kukuxumusu cuando abandonó la entidad, pero reclama su derecho a seguir dibujando las criaturas que lleva pintando toda la vida y con el estilo que ha definido su obra desde que era un adolescente. Es marca de la casa, de su casa, de él.

No piensa así la jueza Victoria Rubio, del Juzgado de lo Mercantil número 1 de Navarra, quien el pasado mes de julio ordenó a Urmeneta retirar del mercado los artículos que portaban sus nuevos diseños como medida cautelar, atendiendo a la demanda presentada por Bermejo y en base al informe pericial que ponía el acento en los detalles gráficos comunes entre las nuevas creaciones del dibujante y las antiguas.

Los Sanfermines de 2016 debían haber supuesto el bautizo del Sanfermín pirata, el dibujo con el que el Katuki Saguyaki tenía previsto presentarse oficialmente en la fiesta grande de la ciudad, pero la orden judicial hizo desaparecer de las tiendas todas las camisetas que portaban esta, y otras estampas, porque, según la jueza, mostraba trazos, colores y figuras que forman parte del «universo Kukuxumusu».

Y es aquí donde radica la razón última de esta controversia, el nudo sobre el que descansa todo el ovillo: definir qué es, y qué no es, el universo Kukuxumusu, algo que ni el escrito del juzgado ni el informe pericial se atreven a delimitar, pero que Urmeneta cree tener muy claro: «Ese universo lo forman los dibujos que cedimos el día que los dibujantes y yo dejamos la compañía. Lo que nadie puede pretender es que nuestra creatividad forme parte de esa mercancía. Sería como fagocitar el cerebro de un grupo de artistas. Reclamo mi derecho a seguir dibujando como lo he hecho toda la vida».

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Urmeneta acudirá el próximo miércoles al juzgado en calidad de demandado, pero él también tiene agravios pendientes de resolver con la firma que hasta hace un año era su casa, y de la que aún posee un 33% del accionariado. Su acuerdo de ruptura indicaba que Kukuxumusu tiene derecho a explotar y comercializar los dibujos propiedad de la entidad, no a alterarlos, pero el dibujante acusa a su antigua compañía de haber manipulado su obra en contra de lo pactado: «Las imágenes cedidas son arte final, no se pueden cambiar. Sin embargo, ellos han modificado dibujos, les han añadido frases, cuando nuestras estampas siempre fueron mudas, y han llegado a alterar el trazo de los personajes para decorar la fachada de su tienda».

La actual dirección de la empresa ha rechazado la invitación de EL PERIÓDICO a ofrecer su punto de vista sobre este litigio y se remite al auto de la jueza. El enfrentamiento entre el fundador de Kukuxumusu y su actual socio mayoritario se inició al poco de la llegada de este a la entidad. Ricardo Bermejo, proveniente del mundo de las publicaciones y vinculado a la extinta Caja Navarra, aportó en 2014 la liquidez necesaria para salvar de la quiebra una compañía que en sus mejores años llegó a estar presente en 89 países y a contar con un centenar de empleados, pero con la que la crisis se cebó de forma despiadada.

DISCREPANCIAS

En un primer momento, Urmeneta siguió al frente de la dirección creativa, pero en seguida surgieron las discrepancias entre él y Bermejo sobre el tratamiento de los dibujos y la imagen de la marca. El ilustrador acusaba a la nueva dirección de modificar sus creaciones y las del resto de dibujantes, a su antojo, vaciándolas de su espíritu original y no respetando la integridad de la obra. Por su parte, Bermejo alegaba que Urmeneta no aportaba a la firma lo que estipulaba su contrato. El enfrentamiento culminó en una acalorada discusión entre ambos en la sede de la compañía a finales de 2015, con vuelo del ordenador de Bermejo incluido, y la expulsión de Urmeneta de su puesto.

En enero del 2016 nacía Katuki Saguyaki -en euskera, «comida de gatos, manjar de ratones»-, sin otra finalidad que dar rienda suelta a la creatividad de su fundador «y fruto de la necesidad», subraya Urmeneta, quien añade: «Solo aspiramos a seguir viviendo de lo único que mis dibujantes y yo sabemos hacer, y en la única forma como sabemos hacerlo». Esa forma es la que esta semana se pondrá en cuestión en el juicio. «Si algo tiene bueno este litigio es que va a sacar a la palestra un debate importante: ¿tenemos los artistas derecho a decidir sobre nuestra obra, nuestros personajes y nuestro estilo?», plantea el dibujante.