MUESTRA HASTA EL 30 DE ABRIL

Peter Hujar, de las momias de Palermo a la desnudez y la muerte

La Fundación Mapfre expone una completa retrospectiva de 160 fotografías del retratista del 'downtown' neoyorquino de los 60 y 70

Retrospectiva de Peter Hujar en la Fundación Mapfre de Barcelona.

Retrospectiva de Peter Hujar en la Fundación Mapfre de Barcelona. / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Son 160 retratos: Candy Darling, la musa transexual de Andy Warholen su lecho de muerte (1973); una pensativa Susan Sontag (1975); momias en las catacumbas de Palermo (1963); una cabeza de vaca cortada, con el ojo inerte que parece mirar a cámara (1981); desnudos, de hombres y mujeres, de sí mismo, de sus amigos y amantes; las aguas del río Hudson, una carretera solitaria, una casa en ruinas, un asno... Cada una de las fotografías 'vintage', en blanco y negro y de formato cuadrado, que componen la ambiciosa y completa retrospectiva de la obra de Peter Hujar (1934- 1987), que hasta el 30 de abril puede visitarse en la Fundación Mapfre, son ejemplo de la “singularidad” con que entendía lo retratado. “Daba igual si era un animal, un paisaje o una persona, cada uno era original y único”, explica el comisario de la exposición, Joel Smith, conservador y director del Departamento de Fotografía de The Morgan Library & Museum, que coproduce la muestra de la casa Garriga i Nogués. 

No es lo único que define a Hujar, “reconocido como retratista” y que reflejó la escena cultural del 'downtown' neoyorquino de los 60 y 70 en la que se movía (el mundo gay, pintores, actores, escritores, entre ellos Candy Darling, Sontag, William S. Burroughs o el ‘drag’ Ethyl Eichelberger). Sus otras señas de identidad, señala Smith, fueron la intimidad – “tiraba hasta 20 carretes en una sesión y pasaba horas y horas con el retratado para extraérselo todo”- y la ausencia de vergüenza –“sus desnudos eran retratos psicológicos, creía que el cuerpo es un reflejo de uno mismo”-.

LOS ESTRAGOS DEL SIDA

La vida de Hujar fue corta. Murió a los 53 años de sida, enfermedad que causó estragos en su entorno y que le llevó a reflejar en su obra su obsesión por la muerte. En 1976 publicó su único libro, 'Retratos de vida y muerte', donde combinaba las fotos de su círculo íntimo con las que hizo 13 años antes en las catacumbas italianas. 

Desde 1980 y hasta el final de su vida se dedicó a recorrer los barrios deprimidos de Nueva York con su joven amante, el artista David Wojnarowicz, del que fue su mentor, fotografiando una ciudad en declive: las ruinas y solares y naves abandonadas de Queens, Manhattan o Newark, pero también gaviotas muertas (aunque los cadáveres de animales no eran algo nuevo, pues de 1969 son los restos putrefactos de un gato). 

Smith propone en 'Peter Hujar. La velocidad de la vida' un recorrido expositivo que en varios casos “no busca la coherencia de los grupos temáticos” sino “la yuxtaposición de distintos géneros para recalcar la singularidad de cada uno, como él quería”. Así, en un grupo de cuatro fotos, puede haber un ganso, un desnudo, una cara y un rascacielos y cada uno llama la atención por sí mismo, no por ser una secuencia de imágenes similares. 

El comisario, que para la muestra revisó el archivo de Hujar, halló también grupos de fotos que marcan tendencias visuales. Unas son composiciones que forman líneas diagonales descendentes de izquierda a derecha (como las de un perro, un volcán, unas piernas y un desnudo), “que quizá podían indicar un declive”; otras son “las carreteras en líneas rectas al horizonte”.  

Destaca además Smith distintas “dimensiones” que van repitiéndose en su obra. “El velo, con personas que se esconden tras el pelo, tras velos o sombras; las figuras tumbadas, porque para él el personaje así podía entregarse mejor a la cámara; los retratos dobles, para mostrar las relaciones entre ellos y la cámara; los grupos, para mostrar las distintas dinámicas entre amigos o desconocidos; y lo corporal, porque el cuerpo representa la personalidad”. 

En sus inicios, Hujar vivió unos años en Italia con dos parejas artistas, Joseph Raffael y Paul Thek, y estudió cinematografía en Roma. A su vuelta a Manhattan entró en el círculo de Sontag y la Fábrica de Warhol y aspiraba a seguir los pasos de sus ídolos Irving Penn y Richard Avedon como fotógrafo 'freelance' de moda. Publicó en 'Harper’s Bazaar' y 'GQ' pero pronto vio que no era lo suyo y fue cuando en 1973 se decantó por enseñar la vida creativa del East Village. 

Siempre se debatió entre el afán de reconocimiento público y el desdén hacia colegas contemporáneos que lo habían recibido, como Robert Mapplethorpe, al que consideraba un vulgar operario, y Diane Arbus, a la que respetaba y admiraba. Sin embargo, ante la imagen de Hujar de un perro abandonado, la fotógrafa, en el cénit de su éxito, dijo que nunca aprovecharía el fracaso de un sujeto para hacer una foto como esa. Pero, recalca Smith, “Hujar era capaz de retratar un perro en el fango, algo que podía parecer un ser fracasado, y convertirlo en algo maravilloso”. Y sí, el perro parece posar con la dignidad de un rey.