CRÓNICA

Milagroso musical en el Gaudí

El despertar de la primavera

El despertar de la primavera / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Una de las sorpresas de la temporada. 30 años después del exitoso estreno teatral en Barcelona de 'El despertar de la primavera', de Frank Wedekind, a cargo de Josep Maria Flotats (Poliorama), la joven compañía de Origen Produccions levanta cada noche una oleada de aplausos en el Teatre Gaudí con su versión del musical de esta pieza nacido en el 2006 en el Off Broadway. De allí saltó a Broadway y acabó recibiendo ocho premios Tony. El boca-oreja está funcionando y los adeptos a este espectáculo de culto, asentado en la partitura pop-rock de Duncan Sheik y el libreto de Steven Sater, crecen día a día.

El montaje de Marc Vilavella, respaldado por la escenografía y vestuario de Jordi Bulbena, se adapta a la perfección a las limitaciones de un espacio en el que se mueven con frescura y agilidad nada menos que 15 actores/cantantes. La dirección musical del teclista Gustavo Llull al frente de una formación con siete instrumentistas es otra de las claves del éxito, aunque sea mejorable el ajuste sonoro de la orquesta con el de los intérpretes. 

QUÍMICA ENTRE LOS INTÉRPRETES

Es increíble que toda esta gente en el escenario haya conseguido sobrevivir a las dificultades de la compleja puesta en escena, en la que destacan las trabajadas coreografías de Ariadna Peya jugando con móviles módulos de madera. Hay mucha química entre los intérpretes que dan vida a las inquietudes y problemas de unos adolescentes obligados a sobrevivir dentro de la reaccionaria sociedad alemana de principios del siglo XX, sometida a los poderes económicos y a las estrictas reglas de una educación luterana castrante.

La veintena de pegadizos temas interpretados en catalán hacen que la función mantenga un ritmo trepidante que conecta con las emociones de la tragedia provocada por situaciones llevadas al límite. Este es el caso de la madre que se niega a explicar a su hija de dónde vienen los niños y el de los hipócritas profesores y médicos que se alían con los padres para incitar a esa joven a asumir un fatal aborto. El sentimiento de rebeldía de los jóvenes frente a esta y otras actitudes y la necesidad de tomar libremente sus propias decisiones dominan la narración de este magnífico musical. La metáfora del regreso a la primavera no es más que una llamada a la renovación del impulso de vivir de acuerdo con las propias convicciones.

El homogéneo nivel interpretativo del elenco, arropado en los papeles de adultos por los veteranos Mingo Ráfols y Roser Batalla (alternándose con Rosa Vila), impide hacer grandes distinciones, aunque Marc Flynn y Elisabet Molet/Jana Gómez en los roles protagonistas, y el expresivo Eloi Gómez y Laura Deza, de luminoso canto, brillen dentro del conjunto de esta milagrosa producción que consigue magníficos resultados a pesar de sus escasos medios.