EL CINE DESCUBRE A LA ENIGMÁTICA ESCRITORA

Emily Dickinson: la poeta secreta

El drama 'Historia de una pasión', protagonizado por Cynthia Nixon, rescata la misteriosa vida y la deslumbrante obra de Emily Dickinson. Su director, Terence Davies, nos habla de la inmensa poeta.

Emily Dickinson.

Emily Dickinson.

NANDO SALVÀ

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Cuando Emily Dickinson falleció en 1886, a los 55 años, era toda una desconocida, literariamente hablando. Tenía solo siete poemas publicados. Jamás habría llegado a ser reconocida como uno de los grandes escritores americanos de no ser por lo que su hermana Vinnie encontró tras su muerte en una cajonera: 1.775 poemas en grados diversos de acabado y legibilidad, algunos de ellos garabateados en reversos de facturas o en los pedazos de papel que acumulaba en los bolsillos del delantal y revisaba cada noche en la habitación donde pasó gran parte de su vida, amueblada con una cama de trineo, una estufa, la citada cajonera y un escritorio.

Sobre todo en los últimos 50 años, esos textos han sido diseccionados en numerosos libros y ensayos con el fin de arrojar algo de luz sobre una de las personalidades más enigmáticas de la historia de la literatura.

En parte rodeada de ese halo de misterio llega, el próximo viernes, a los cines 'Historia de una pasión', aproximación a la vida y la obra de Dickinson a cargo del maestro británico Terence Davies. «Me pregunté, ¿qué es lo que hace que su vida fuera tan extraordinaria, además de la genial poesía? La solitaria vida que nutrió esa obra», nos explicaba Davies hace unas semanas en el Festival de Toronto acerca del filme, que acompaña a la artista desde que dejó sus estudios a los 17 años hasta su muerte. «No era una participante activa del mundo; y la soledad lleva a la desesperación, que es el peor de los dolores», añadía el director.

RECLUSA EN CASA

En efecto, durante las dos últimas décadas de su vida Dickinson permaneció reclusa en la propiedad familiar. Corría a ocultarse cada vez que aparecía gente por la casa, hablaba con sus visitantes a través de puertas, y hasta escuchó el funeral de su padre desde la intimidad de su dormitorio.

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Fuera motivado por la agorafobia, o por la presión del patriarcado en general y de su tiránico padre en particular, o por su posible homosexualidad, ese aislamiento sin duda contribuyó a la oscuridad de su poesía. «Dickinson destiló o eliminó el lenguaje o la puntuación no esenciales de sus poemas», comenta Davies. «Muchos verbos y palabras conectoras eran omitidos, y los pronombres a menudo se referían a palabras que no aparecían en el poema. La compresión era tan drástica que algunos versos resultaban incomprensibles. Las variaciones en la rima, el ritmo y la cadencia eran radicales». El desprecio de Dickinson por las reglas de la gramática y estructura de la oración fue influencia esencial para la poesía moderna.

Por lo que concierne a su contenido, los versos están envenenados de rabia contra una cultura que no tiene lugar para una mujer de ideas y voluntad independientes, y de hambre entendida como metáfora -de libertad, de poder, de sexo-. Asimismo Dickinson no rehuyó grandes temas asociados al sufrimiento humano, pero su perspectiva siempre fue intensamente privada. Pocos poetas de habla inglesa en toda la historia han mostrado tan poco interés como ella por acontecimientos sociales o políticos. El único acontecimiento para ella era ella misma.

ENFERMEDAD Y MUERTE

Dos fueron los asuntos de cabecera de su obra: el primero, la enfermedad y la muerte. Dickinson amaba la vida -«El mero hecho de vivir me provoca el éxtasis», escribió--, pero desde la infancia estuvo literalmente rodeada de muertes de familiares, amigos y vecinos de Amherst, Massachussets, y se vio tan afectada por ellas que muchos de sus más logrados poemas pueden considerarse elegías fúnebres.

El segundo, sin duda, el dolor y la crueldad autoinfligida derivados en buena medida por la falta de reconocimiento. «Dickinson podría haber ganado mucho dinero escribiendo poesía sentimental, como muchas poetas coetáneas, pero era demasiado bien educada y erudita para ello», asegura Davies. «Me parece conmovedor que, pese a que nadie la apoyaba y que dudaba de que su existencia tuviera sentido, tuviera el coraje para seguir adelante». La ironía es que fue en parte gracias a los tormentos que el anonimato le causó en vida, y al estímulo creativo derivado de ellos, que obtuvo la gloria después de la muerte.