ESTRENO EN EL TEATRE VICTÒRIA

Gran musical de capa y espada

'Scaramouche' luce talento y medios en una espectacular y gozosa propuesta de la compañía Dagoll Dagom

A la izquierda, Ivan Labanda (Marqués de L'Echalonne) en pleno duelo con Toni Viñals (Scaramouche), en las funciones previas de la obra de Dagoll Dagom.

A la izquierda, Ivan Labanda (Marqués de L'Echalonne) en pleno duelo con Toni Viñals (Scaramouche), en las funciones previas de la obra de Dagoll Dagom. / periodico

JOSE CARLOS SORRIBES / BARCELONA

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La historia de Dagoll Dagom pedía, casi exigía, una vuelta al gran musical como la de 'Scaramouche'. Ha pasado una década larga desde la presentación de 'El Mikado' y 'Mar i cel' en el que este prolongado paréntesis se cubrió con reestrenos y piezas de menor calado, que no éxito, como 'Cop de rock' o 'La familia irreal'. Pues bien, la libérrima versión de la novela (1921) de Rafael Sabatini, con versión en el Hollywood dorado (1952) de George Sidney y Stewart Granger en el rol protagonista, tiene todos los mimbres para triunfar como los grandes 'hits' de la compañía.

Así se manifestó en la noche de estreno en el Victòria con el público en pie. Porque Joan Lluís Bozzo ha tocado, sin disimulo, la tecla del musical para todos los públicos. No puede ser de otra forma para una costosa producción. Ha reescrito a su gusto la historia del enmascarado justiciero y revolucionario. El cóctel del libreto respeta el contexto histórico, esa revolución francesa que tanto juego da ('Los miserables' siempre es referente) para un musical épico que persigue la carga emotiva con una doble historia de amor. No faltan por supuesto unos enérgicos, y excelentemente resueltos, duelos de esgrima. 

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Bozzo ha incorporado un juego de equívocos con dos gemelos y salpimenta la trama con humor sano, incluso paródico, y un canto de amor al teatro, representado en esa compañía de la comedia del arte en la que se refugia el héroe. Para ajustar aún más la identificación del público familiar siempre queda claro quiénes son los buenos y los malos, el pueblo frente a la nobleza aliada con la iglesia.

UN EXCELENTE CUARTETO PROTAGONISTA

Todo este ambicioso planteamiento precisa de medios a su altura. Y 'Scaramouche' los tiene, empezando por un reparto tan amplio como compacto. La mirada del público se va hacia Toni Viñals, un Scaramouche resultón y vigoroso que saca nota en su maratón de cambios continuos de vestuario y personaje. La réplica, y qué replica, se la da Ivan Labanda, como el pérfido marqués, a quien este actor de contrastada polivalencia logra que veamos menos malo de lo que es.

Al lado tienen a dos grandes intérpretes emergentes y de voz luminosa. Ana San Martín es Olympia, la joven a quien el marqués quiere desposar contra su voluntad, y Mireia Mambo (revelación en 'Sister Act'), la pícara y liberada Camilla que enamora a Scaramouche y a cualquiera que se cruce en su camino. Dos personajes femeninos que Bozzo moderniza al límite, y más. Olympia, por ejemplo, renuncia al matrimonio en favor de un amor más libre.

'Scaramouche' tiene otros pilares tremendamente sólidos en la fina partitura cinematográfica de un grande como Albert Guinovart, la monumental escenografía de Alfons Flores y el lustroso vestuario de Montse Amenós. Tres cartas ganadoras para este gran musical de capa y espada, muy bien cantado e interpretado, que solo necesita del rodaje que dan las funciones para ajustar el ritmo, principalmente en su primera parte. Al final brota la euforia y exaltación de un epílogo con el canto del pueblo de París. Incita a salir a la calle a hacer la revolución o… a proclamar la independencia.