TENDENCIA LITERARIA

La ciencia ficción piensa en la Luna

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ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Algunos de los principales escritores de ciencia ficción contemporáneos tienen la mente en la Luna. No es que estén distraídos, sino que, en el marco de un género cada vez más focalizado en nuestro futuro cercano, se han puesto como objetivo también el espacio más cercano y las consecuencias que tendría en la humanidad no un viaje a las estrellas, sino simplemente dar un pequeño salto y ponerse en la órbita de nuestro propio planeta.

Lo han hecho Ian McDonald con el primer volumen de su trilogía ‘Luna Nueva’ (Nova) y Neal Stepenson con ‘Seveneves’ (Nova), mientras otro clásico como Kim Stanley Robinson va un poco más allá y se atrave con una de nuestras estrellas cercanas en ‘Aurora’ (Minotauro). En los tres casos, recurriendo a tecnologías imaginables desde nuestro actual estado de desarrollo y especulando más sobre qué impacto tendría un cambio de este tipo sobre una sociedad humana.

En los últimos años, tras unos años de retirada a un segundo plano de la ciencia ficción frente a la fantasía, películas como ‘Interstellar’, ‘Gravity’ o ‘Marte’‘Interstellar’ ‘Gravity’ ‘Marte’ han vuelto a poner en la mirada del gran público la exploración espacial. (Dejemos a un lado ‘Star Wars’ y su regreso, un fenómeno autónomo, un universo autorreferencial que ya tiene una vida propia, como el de los superhéroes).

Con todo, los dos últimos títulos citados son más bien aventuras de supervivencia extrema que podrían suceder en el espacio como en un barco a la deriva en medio del Atlántico. Los últimos grandes títulos del género prefieren aplicar la definición de Isaac Asimov (“la ciencia ficción es la rama de la literatura que trata de la respuesta humana a los cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología”) que lanzarse a la ‘space opera’ interestelar, pero a diferencia de esa otra gran rama que prefiere tocar con los pies en el suelo e imaginar el impacto que tendrá sobre nosotros, aquí y ahora, el cambio climático o la red (las también recientes ‘El círculo’, de David Eggers, o ‘Relojes de hueso’, de David Mitchell) no renuncian a la fascinación del espacio. Y, con una base científica sólida, hacen que el primer término de la expresión ‘ciencia ficción’, no resulte espúreo.

‘LUNA’ ‘El Padrino’ a 384.400 kilómetros

Una versión espacial de ‘El Padrino’, o de ‘Juego de tronos’, o de ‘Dinastía’, o de ‘Desafío total’ pero sin recuerdos implantados, o de un wéstern con mineros y granjeros en plena carrera para ocupar tierras vírgenes, o una especie de ‘Bonanza’ pero en perverso. Todos estos paralelismos son válidos para hablar de la novela del británico Ian McDonald, de quien se acaba de publicar en España la primera parte de la trilogía ‘Luna nueva’ (‘Luna. New Moon’ es el título original en inglés).

En un futuro próximo, nuestro satélite es un territorio de explotación minero. Pero en un entorno en parte neoliberal, en parte feudal (si es que no acaban siendo ambas cosas lo mismo), en la Luna no hay Estado ni leyes, los recursos vitales en los hábitats subterráneos (o subselenitas) como el agua, el aire y los datos se pagan a través de un chip implantado y cinco corporaciones familiares, los Cinco Dragones, controlan el satélite, hasta el punto de haber creado una sociedad divergente de la terrestre, con sus propias reglas y moral. Los Mackenzie australianos (extracción de minerales), los Asamoah africanos (grandes invernaderos), los rusos Vorontsov (transporte), los chinos Sun (tecnología digital) y los brasileños Corta (extraen el isótopo del helio del que depende el suministro energético de la Tierra).

La lucha entre ambos pasa por un momento de tregua pero se rompe pronto, en una sucesión de enfrentamientos y venganzas que acaba con mucha sangre y desvelando que hay una oscura mano detrás de todo este sistema aparentemente caótico. Unos se quedarán con las intrigas dignas de ‘Juego de tronos’ (o de ‘Dallas’, según como se mire) y otros en el esfuerzo especulativo de McDonald al imaginar cómo una sociedad humana se moldearía en unas circunstancias como estas. Como el nacimiento de una espiritualidad peculiar basada en la santería o una sexualidad heterodoxa, abiertamente bisexual y polígama, con modalidades de relaciones bastante imaginativas y algunas escenas intensas hacen pensar en cómo se visualizarán si la CBS lleva adelante la opción que adquirió para desarrollar una serie televisiva.


‘SEVENEVES’ El Apocalipsis está encima nuestro

Uno de los maestros de la ciencia ficción moderna, Neal Stephenson, ha mirado también hacia la Luna en su último libro publicado en España, ‘Seveneves’. Un novelón, en todos los sentidos, con un arco temporal que incluye los próximos 5.000 años y que empieza con el estallido de la Luna por un misterioso fenómeno cósmico. Los siete fragmentos en que se rompe empiezan a colisionar entre sí, y los científicos llegan a una conclusión: estos choques crecerán exponencialmente hasta que, literalmente, la Luna caiga en pedazos sobre nuestras cabezas.

No hay tecnologías mágicas a mano (para hacer creíble el relato solo hemos avanzado algo respecto nuestro actual nivel de desarrollo en minería de asteroides, robótica e ingeniería genética), así que la única solución a corto plazo es desplazar muestras de todas las formas de vida y centenares o millares de humanos fértiles, representantes de todas las razas, a estaciones orbitales, y confiar en que resistan lo suficiente para repoblar la Tierra. Algo que empieza en la segunda sección del libro, con una humanidad transformada por la experiencia (de ahí el ‘siete evas’ del título; pero mejor no destripar demasiado la trama) y con alguna sorpresa esperando sobre la superficie.

Porque la naturaleza humana es la que es, y en el espacio, mientras el planeta se convierte en un desierto de fuego, los humanos hacen lo que saben hacer, sacarse los ojos entre ellos, o devorarse (literalmente) entre ellos. Stephenson, por cierto, parece señalar que en situaciones de crisis como esta la democracia representativa quizá no sea la mejor opción...”Hay mecanismos mentales que nos pueden convertir en monstruos”, ha dicho el autor. Y sí...

De nuevo, en esta novela aparece el Stephenson interesado por la historia cultural, y el geógrafo, pero también el antiguo estudiante de física apasionado por la ciencia y la tecnología: en su ciencia ficción lo de ciencia va en serio, y para disfrutar de verdad de sus cientos de páginas se ha de estar dispuesto a recorrer las numerosas soluciones ingenieriles (siempre ciencia plausible, nada de viajes por encima de la velocidad de la luz o teletransporte) que el autor ha imaginado para que sea posible la creación de toda una civilización en órbita.


‘AURORA’ La reconciliación con Kim Stanley Robinson

Kim Stanley Robinson, a diferencia de Stephenson con raíces académicas en la literatura (su tesis versó sobre Philip K. Dick) y un fuerte interés por la naturaleza y la sostenibilidad del Planeta, se convirtió en un respetadísimo nombre en el panorama de la ciencia ficción con su trilogía sobre la conversión de Marte en un planeta habitable (‘Marte rojo’, ‘Marte verde’ y ‘Marte azul’), en el que plantea alternativas a un capitalismo que puede derivar en una nueva forma de feudalismo (una inquietud con la que enlaza McDonald).

El fracaso de su especulación histórica ‘Tiempos de arroz y sal’ (una historia alternativa en la que Europa habría sido exterminada por la Peste Negra y el mundo estaría hoy repartido entre un bloque chino, otro musulmán y otro formado por los indígenas americanos) y seguramente las reticencias ante un escritor con tendencias socialistas por parte de la base lectora más conservadora de la ciencia ficción en EEUU hizo de Kim Stanley Robinson un autor relegado, que ha levantado la cabeza con su último libro, ‘Aurora’: en el año 2545 una inmensa nave espacial que contiene representaciones de todos los biomas terrestres y a un par de miles de personas, una mezcla entre una versión ‘oversized’ de la espación espacial internacional y los invernaderos espaciales de la película de Douglas Trumbull ‘Naves misteriosas’, parte en un viaje que durará varias generaciones hacia el sistema Tau Ceti, donde orbita un planeta similar a la Tierra.

La misión colonizadora se encontrará con problemas inesperados, y no solo el de mantener a una sociedad aislada en un entorno en el que seguirá evolucionando, y reclamando alguna forma de democracia en un entorno donde resulta difícil mantenerla. Es cierto que, a diferencia de Stephenson y McDonald, Robinson nos lleva más allá de nuestro sistema solar. Pero la lección, también en su caso, es que quizá mejor nos centremos en el único planeta que tenemos a mano