UN ICONO DE LA MEMORIA DE LOS CAMPOS NAZIS

Primo Levi, el químico de Auschwitz

Un libro reúne escritos, cartas, artículos y testimonios inéditos del autor de 'Si esto es un hombre', superviviente del Holocausto y referente de la literatura concentracionaria

La tristemente famosa estación de tren del campo de Auschwitz-Birkenau, a la que llegaban los trenes llenos de prisioneros.

La tristemente famosa estación de tren del campo de Auschwitz-Birkenau, a la que llegaban los trenes llenos de prisioneros. / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Había pasado una década desde que las tropas rusas liberaron el campo de concentración de Auschwitz, en el que Primo Levi, químico de familia judía, sobrevivió desde su deportación -el 26 febrero de 1944- hasta el 27 enero de 1945. El autor de ‘Si esto es un hombre’, referente de la literatura concentracionaria, escribía en 1955: "No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros permanecemos en silencio, ¿quiénes hablarán? No desde luego los autores y sus cómplices. Sin nuestro testimonio, en un futuro no muy lejano las gestas de la bestialidad nazi, por su propia magnitud, podrían acabar relegadas entre las leyendas. Hablar, por lo tanto, es necesario". Y lo hizo, hasta que se suicidó, con 67 años, tirándose por el hueco de la escalera de su casa. ‘Así fue Auschwitz. Testimonios 1945-1986’ (Península) reúne este y otros textos, recuerdos y reflexiones -nunca publicados en libro e inéditos en español-, incluidos en cartas (como la que respondió a la hija de un fascista que quería saber la verdad), informes, artículos, discursos y declaraciones en procesos contra criminales nazis, como Eichmann Hösse.  

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"Extractos de 'As\u00ed fue Auschwitz'","text":"1978, Borrador de un texto para el interior del bloque italiano de Auschwitz:\u00a0\u201cNunca se hab\u00eda visto, ni siquiera en los siglos m\u00e1s oscuros, que se exterminara a millones de seres humanos, como insectos nocivos: que se enviara a la muerte a los ni\u00f1os y a los moribundos. (\u2026). En este lugar, donde nosotros los inocentes fuimos asesinados, se ha tocado el fondo en cuanto a la barbarie (\u2026). Sirvan de advertencia, para ti y para tus hijos, las cenizas de Auschwitz: haz que del fruto horrendo del odio, cuyas huellas has podido ver aqu\u00ed, no broten de nuevo semillas, ni ma\u00f1ana, ni nunca\u201d. \u00a0\u00a0"}}

‘Si esto es un hombre’ (crónica testimonial del horror vivido, escrita entre 1945 y 1947), ‘La tregua’ (1963) y ‘Los hundidos y los salvados’ (1986), títulos que conforman su ‘Trilogía de Auschwitz’ (que acaba de recuperar también Península), tenían voluntad y estilo literario, pero los escritos recopilados ahora revelan a un Primo Levi (Turín, Italia, 1919-1987) preciso, analítico y atento al dato, nada retórico.

Como el que detalló para el fiscal alemán del caso contra el excoronel de las SS Friedrich Bosshammer, en 1971, una lista de 76 prisioneros de los 95 que junto a él llegaron a Auschwitz y fueron declarados aptos para el trabajo (el resto del convoy, 555 hombres, mujeres y niños, entre ellos su mujer, Iolanda, fueron enviados en seguida a las cámaras de gas). De esos 76, Levi marca con un círculo y letras los que sobrevivieron, los que murieron en las selecciones, por enfermedad, en la marcha de la muerte a Buchenwald Mauthausen en enero de 1945… 

VIL ENGAÑO EN LAS DUCHAS

Las palabras de Levi, junto a las del cirujano, y también superviviente, Leonardo de Benedetti, retruenan en el Informe sobre la organización higiénico-sanitaria de Monowitz (campo satélite de Auschwitz), que les pidieron, al poco de ser liberados, las tropas rusas. Tras ser detenido por colaborar con la resistencia, describe su llegada en vagones de ganado, muchos con maletas abarrotadas porque, “cayeron en la trampa" de un oficial alemán que, pensando en el expolio, les sugirió, "como quien da un consejo desinteresado y afectuoso", que llevaran ropa gruesa para el frío, como abrigos de piel, y "con una sonrisilla benévola y guiñando irónico un ojo”, dinero y joyas, pues les serían útiles. Escribe también el vil engaño a los que iban a morir en las duchas. "Lavaos bien, porque la limpieza es salud", "¡No escatiméis el jabón!", "¡No olvidéis aquí vuestras toallas!", se leía en letreros en las paredes. 

Levi describe el hacinamiento, los "miles de chinches y pulgas", las enfermedades infecciosas, la insalubridad, las duchas, "la comida, de cantidad insuficiente y deplorable calidad", el trabajo forzado… Y añade, con macabro humor: que los sifilíticos y tuberculosos “eran enviados sin vacilar a las cámaras de gas de Birkenau y eliminados. ¡No puede negarse que se trataba de un método profiláctico radical!". 

LOS PRESOS DE LOS CREMATORIOS

Se refiere también a un tema tabú, el de los presos obligados a trabajar en las cámaras de gas y crematorios, cuyos nueve hornos tenían capacidad "para 2.000 cadáveres al día". "Vivían aislados, cuidadosamente segregados de todo contacto con otros presos o con el mundo exterior. Sus ropas desprendían un olor nauseabundo; estaban siempre muy sucios y tenían un aspecto absolutamente salvaje, como de auténticas bestias feroces. Eran escogidos entre los peores criminales condenados por graves delitos de sangre". 

GANAS DE VIVIR

Pese a todos los horrores, en 1961 apunta: "Y, con todo,  Monowitz era un buen campo, lo digo sin ironía. En Monowitz la esperanza de vida media era de tres meses porque era un Arbeitslager, un campo de trabajo y no un campo de exterminio propiamente dicho. En Chelmno, Sobibor, Treblinka, Majdanek, la esperanza de vida media era de una o dos semanas. Si de estos no se habla, es porque no hay un solo judío que haya vuelto de esos lugares para contar su historia". 

A Levi le tatuaron el número 174489: "Me marcó, pero no me arrebató las ganas de vivir: al contrario, me las acrecentó, porque ha conferido un propósito a mi vida, el de aportar testimonio, de modo que nada parecido vuelva a suceder nunca más".