LUTO EN EL MUNDO DE LA MÚSICA

Lemmy, el coloso del 'hard rock'

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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A principios de los años 80, un 'heav'y y un 'punkie' podían dejar de darse tortas y sellar la paz tan solo pronunciando una palabra mágica, Motörhead, nombre del trío londinense que acuñó un rock’n’roll a mil por hora, arisco y cervecero, pilotado por la voz de lija de Ian Fraser 'Lemmy' Kilmister. Un grupo que hermanó tribus urbanas apelando a lo más básico, lo que más podía unir, canciones de tres minutos con 'riffs' de guitarra a pelo, sin florituras ni tecnicismos. Le echaremos en falta después de que este lunes por la noche Lemmy nos haya dejado, víctima de un cáncer de fulminante recorrido.

El deceso ha sorprendido a Motörhead en plena actividad, después de publicar, a finales de agosto, su último disco, 'Bad magic', que la banda estaba presentando en una gira que debía pasar el 4 de febrero por Barcelona, en el Sant Jordi Club. El cantante y bajista ya sufrió un par de sustos el pasado verano, cuando tuvo que suspender dos conciertos en Estados Unidos por sentirse indispuesto, pero nada hacía pensar en ese cáncer "extremadamente agresivo", según dice el comunicado de la banda en Facebook, del que fue informado solo dos días antes de su muerte, en Los Ángeles, y dos después de cumplir 70 años. "Motörhead se ha acabado, eso está claro. Lemmy era Motörhead", ha declarado el actual batería del trío, el sueco Mikkey Dee. 

'ROADIE' DE JIMI HENDRIX

Lemmy encarnaba la fidelidad a prueba de bomba a una estética y una noción esencialista del rock, físicamente exigente y que, con el tiempo, había constituido un valor seguro. Vivió su escalada popular bien entrada la treintena, puesto que antes de líder de Motörhead fue otras cosas, como 'roadie', asistente de escenario, de The Jimi Hendrix Experience y The Nice, y miembro de Hawkwind. Creció entre el norte de Inglaterra y Gales, y a los 16 años vio a los Beatles en el Cavern Club, de Liverpool, un momento iniciático: poco después extraía las primeras notas de su guitarra escuchando 'Please please me'. El apodo de Lemmy se lo pusieron en la escuela a partir de la frase "'lend me a quid ‘til Friday'" ("déjame una libra hasta el viernes"), que solía pronunciar debido a su afición a las máquinas tragaperras.

Con Hawkwind, intimidante banda de 'space rock', estuvo tres años, entre 1972 y 1975, e imprimió su árido sello vocal a piezas como el clásico 'Silver machine'. Antes de partir grabó con el grupo la canción 'Motörhead', canto a las anfetaminas, el 'speed', droga que, en lugar de conducir a la evasión o la fantasía (efectos propios de la marihuana o el LSD, que consumían sus colegas de banda), era un revulsivo cerebral idóneo para afrontar "un maratón de cinco días" con la cabeza convertida en un generador eléctrico.

MAESTRO DE SID VICIOUS

Esta pieza la regrabó en 1977, radicalizada, en el primer disco de Motörhead (así, con la diéresis en la o, tenía "un aspecto más amenazante"), trabajo que grabó la formación clásica del grupo, con el guitarrista 'Fast' Eddie Clarke y el batería 'Philthy Animal' Taylor (que falleció el pasado 11 de noviembre de fallo hepático). Motörhead creó un 'hard rock' acelerado, influyente en el 'speed metal' y que sintonizó con el punk. Lemmy congenió con Sid Vicious (Sex Pistols) y, según su autobiografía del 2002 (publicada en el 2015 en castellano), llegó a darle clases de bajo. El momento culminante de esa era fue el álbum 'Ace of spades' (1980) y su gira, con un equipo de luces en forma de aeroplano, que condujo al abrasador disco en directo 'No sleep ‘til Hammersmith' (1981).

Aquel 'tour' trajo a la banda por primera vez a Barcelona, al Palau d’Esports. En los años siguientes regresó una decena de veces, con otras formaciones (entre 1984 y 1995 el trío se convirtió en cuarteto), en los últimos tiempos en contextos tan dispares como el festival Primavera Sound (2006) o el 'pack' metálico con Judas Priest y Saxon en el Palau Olímpic de Badalona (2011). Entre sus muchos fans figuraban desde Metallica (que adaptó 'Overkill') a grupos españoles como Marea y Sex Museum (partícipes del disco de homenaje 'Morir con las botas puestas'). Todos seguían deleitándose viendo a Lemmy sobre las tablas, sin ceder un ápice en su actitud guerrera, siempre al pie del cañón, manejando ese armatoste, el bajo Rickenbacker, como si fuera un fusil de asalto. Y demostrando que envejecer a lomos del más intransigente rock’n’roll era posible.

{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"Cinco discos clave","text":"'1916'\u00a0(1991) Un Lemmy que insin\u00faa trazos de madurez y alterna eficaces embestidas con exploraciones de aire reflexivo. El ejercicio tuvo poca continuidad, pero le mostr\u00f3 apto para registros confesionales, de voz profunda, sin pasar por alto su apego por el rock simple y llano en 'Going to Brazil'\u00a0o el homenaje 'Ramones'."}}