El partido de vuelta del Tricentenari de 1714

La 'Historia mínima de Catalunya' de Jordi Canal, un inesperado 'best seller', y el libro de Roberto Fernández sobre los borbones y Catalunya discrepan del discurso dominante sobre 1714

EL TRICENTENARIO Soldados 'miquelets' en formación en el parque de la Ciutadella.

EL TRICENTENARIO Soldados 'miquelets' en formación en el parque de la Ciutadella.

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Ha pasado ya un año de las grandes celebraciones del Tricentenari de 1714. De la conmemoración quedó un relato dominante: entonces se perdieron las libertades nacionales, defendidas a ultranza por la movilización popular, se malogró un sistema constitucional que ya había desarrollado el germen de la democracia y el progreso económico y se impuso un régimen represivo que no logró la modernización de España sino que la retrasó, en un episodio más de una confrontación entre España y Catalunya que venía de lejos y ha tenido continuidad hasta hoy. El programa del 2014 dejó pasar la oportunidad de confrontar este planteamiento con otras visiones, pero ese debate vive una segunda vuelta con el inesperado éxito editorial de la voz discrepante de Jordi Canal con su ‘Historia mínima de Cataluña’ (Turner, dos meses entre los más vendidos) y el Premio Nacional de Historia del Ministerio de Cultura concedido al historiador y rector de la Universitat de Lleida Roberto Fernández, por su ‘Cataluña y el absolutismo borbónico’ (Crítica).

CATALUNYA Y LOS BORBONES

Frente a la visión siniestra que ha quedado de la imposición del régimen borbónico, Roberto Fernández destaca que “Catalunya tuvo en las políticas borbónicas un buen aliado. A partir de 1714 el XVIII fue un siglo magnífico para Catalunya; la causa fue una bonanza económica general, que las clases dominantes supieron aprovechar muy bien, pero además bastantes políticas del reformismo borbónico, en el comercio, en la industria, en la creación de instituciones culturales, fueron buenas para Catalunya, y muchas de ellas dialogadas con la burguesía catalana”. Frente a esta visión se levanta el “paradigma historiográfico dominante” en Catalunya, austracista, “que plantea que ellos eran los verdaderos patriotas”. “Se ha tratado más la guerra que el resto del siglo, olvidando aspectos fundamentales que se deberían poder debatir fuera de la presión de la política y de la ideología”, lamenta. En lugar de ese debate, tuvimos el simposio ‘España contra Catalunya’. O, al otro lado, artículos que reciclaban argumentos ya desfasados sobre la guerra como un conflicto simplemente dinástico o la resistencia de una sociedad arcaica, sin tener en cuenta las aportaciones recientes de un Joaquim Albareda o un Albert García Espuche.

Progreso económico al margen, ¿el balance fue negativo nacionalmente? “Vivían su siglo con sus realidades, no las del nacionalismo del siglo XIX o XX. Siguieron sintiéndose catalanes, diferentes del resto de pueblos de la monarquía hispánica, pero articularon el doble patriotismo que expresa Capmany, ‘Catalunya es mi patria, España es mi nación”.

EL PESO DEL PASADO

Aunque prefiera no analizar en exceso las conmemoraciones del 1714, las opiniones de Fernández sobre el “excesivo peso de la historia para construir el futuro” en Catalunya dejan clara su postura. “Los muertos no suelen decidir la vida de los vivos. Un exceso de historicismo coarta la libertad de las generaciones del. Creo que la historia no debe servir para ideologizar o nacionalizar a los individuos sino para convertirlos en individuos con espíritu crítico que libremente proyecten el futuro que consideren”. Va más allá Jordi Canal, que con Ricardo García Cárcel considera a Catalunya "una sociedad enferma de pasado".

UNA HISTORIA NO NACIONALISTA

La ‘Historia mínima de Catalunya’ de Jordi Canal, profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, va por supuesto mucho más allá del debate sobre el XVIII, y plantea que "toda historia nacionalista es una historia falsa". Y polemiza sobre cuestiones aún más generales. “Cosas que se dan por supuestas, como que Catalunya es una nación desde el siglo IX, con toda normalidad”, dice. O que la castellanización fue solo un proceso impulsado desde Castilla, o negar, dice, que en Catalunya siempre ha habido varias lenguas además del catalán, sean el latín, el hebreo, el árabe, el italiano o el castellano. O conflictos absurdos como el de la propiedad de las cuatro barras entre Catalunya y Aragón. “Ningún escudo cuando aparece es de un territorio, es de una familia”, recuerda. Algo (la utilización de la historia como herramienta de nacionalización) en lo que, dice, “las historiografías nacionalistas española y catalana son dos espejos”.

Canal discrepa de las últimas interpretaciones sobre las instituciones catalanas antes de la derrota frente a Felipe V. “Ni Estado, en el sentido de lo que hoy entendemos por Estado, ni democráticas”, sostiene. “No se trató del fin de la nación catalana ni de la supresión de un sistema democrático”, añade.

“Se ha simplificado y nacionalizado el conflicto, se ha visto solo en una clave en lugar de ver que es un territorio que no necesariamente es una nación, un estado, o una democracia en el sentido contemporáneo, que se ve inmerso en una serie de conflictos internos y externos. Es una guerra de sucesión, pero al mismo tiempo es una guerra internacional, pero al mismo tiempo es un conflicto religioso, pero al mismo tiempo hay una guerra entre catalanes, pero al mismo tiempo en Castilla hay también austracistas... Algo que no puedes vender políticamente”. Es "una barbaridad", sostiene, proyectar conceptos contemporáneos 300 años atrás "para dar a entender que el conflicto de hoy, del 2015, es un conflicto que empezó al menos en 1700, si no con los Reyes Católicos". 

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