El sueño de Goscinny

El libro ilustrado 'Astérix de la A a la Z' recorre el universo de los irreductibles galos nacidos en 1959, hoy leyenda viva del cómic

René Goscinny (con careta de Astérix) y Albert Uderzo (con la de Obélix), fotografiados por Roger Picherie para 'Paris Match' en 1966.

René Goscinny (con careta de Astérix) y Albert Uderzo (con la de Obélix), fotografiados por Roger Picherie para 'Paris Match' en 1966.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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«¡Astérix fue inventado en dos horas por Uderzo y yo, entre carcajadas!», recordaba René Goscinny en 1974. El desaparecido guionista de la pareja de galos más irreductible del cómic quiso crear un personaje en las antípodas de los cánones del héroe y del estereotipo del galo rubio, alto y fuerte. Así nació en su mente un hombrecito pícaro y astuto, enclenque y canijo, peleón, valiente y fiel, «un tapón, tan perceptible como un signo de puntuación». Literalmente, pues su nombre proviene de asterisco -aster, estrella en griego, y rix, rey en lengua celta (para que fuera digno sucesor de Vercingétorix).

No era casualidad que también el nombre de Obélix, eterno amigo de Astérix, surgiera de otro signo tipográfico: obelisco. «Anna [la madre de Goscinny] era la primera lectora de mi padre», escribe Anne, hija del guionista, en Astérix de la A a la Z Astérix de la A a la Z(Lunwerg). Venía de una familia de impresores judíos que se instaló en Francia en 1904. Por ello, añade, cuando él le dijo cómo bautizaría a sus protagonistas, «fue feliz por aquel homenaje discreto pero concreto que rendía a sus hermanos asesinados en Auschwitz».El libro -que llega a España coincidiendo con el segundo álbum de la serie sin sus padres originales, El papiro del César, obra del guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad-, se publicó en el 2013 con motivo de la exposición en la Biblioteca Nacional de Francia.

Complicidad y ósmosis

Este abecé de Astérix reúne anécdotas y detalles, más de 200 ilustraciones e imágenes (como el guion mecanografiado del primer álbum, notas manuscritas, la primera plancha dibujada, esbozos que reflejan la evolución de algunos personajes...) y textos de diversos especialistas, además de escritos de Anne Goscinny y Uderzo.

Mientras ella revela cómo de niño su padre le dijo a su abuela Anna «I have a dream»: «llegar a ser Walt Disney en lugar de Walt Disney», el dibujante evoca, en la A de Amistad, los 18 años de «ósmosis» que compartió con Goscinny a pesar de tener personalidades «en las antípodas la una de la otra». «Nada pudo tocar tocar esta armonía y esta complicidad protegidas por la estima recíproca que nos teníamos y la gran amistad que nos unía».

Astérix de la A a la Z reúne desde detalles de la vida de los autores (como que Uderzo, para quien también Disney era Dios, nació daltónico y con seis dedos) a los principales running gags running gagsde la serie, que multiplican la complicidad con los lectores: los naufragios de los piratas, el banquete final, las caídas del escudo del jefe de la aldea, Abraracúrcix, las palizas a los romanos, los intentos infructuosos del bardo Asurancetúrix de hacer oír sus cantos o expresiones que ya forman parte del lenguaje popular como «Están locos estos romanos» o «¡Por Tutatis!».

De Obélix, ávido devorador de jabalís asados (aunque parece que los galos, en lugar de comérselos veneraban al animal) y repartidor de menhires (uno de los voluntarios anacronismos de la serie), se reproduce su primera aparición, más delgado, con los hombros caídos y un hacha en el cinturón que en seguida desapareció. También la del pequeño Ideafix; el perrillo se coló en una viñeta de La vuelta a la Galia y en el banquete final Astérix ya le lanzaba un hueso (suerte que solo hasta hace poco los arqueólogos no han descubierto que los galos comían carne de perro...).

Entre otras reflexiones, los autores destacan las claves de la universalidad de Astérix: la resistencia de la pequeña aldea gala frente al poderoso invasor romano, la burla de los tópicos culturales de cada pueblo desactivando «todo reflejo exclusivo, agresivo o xenófobo», la interculturalidad, que preconiza el diálogo entre culturas, y «los diferentes grados de comprensión de su humor en virtud del cual un mismo lector redescubre con la edad las aventuras del pequeño galo».