'Vorònia' atrapa al Grec

La Veronal sorprendió con un ambicioso montaje con 8 bailarines, un cantante y una decena de actores

El Teatre Grec, ayer, durante el estreno de 'Vorònia', de La Veronal.

El Teatre Grec, ayer, durante el estreno de 'Vorònia', de La Veronal.

MARTA CERVERA / BARCELONA

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El Grec abrió ayer su programación de pago con Vorònia, un espectáculo de danza sobre el mal a cargo de la compañía barcelonesa La Veronal. Los aplausos de la grada al final supieron a gloria a Marcos Morau, director y coreógrafo de la pieza, que salió a saludar junto al resto del equipo con una enorme sonrisa tras haber superado el reto de estrenar una obra de creación tan ambiciosa. Ambiciosa no solo por el tema tratado, el mal, sino por la cantidad de intérpretes en escena: ocho bailarines de gran nivel, un cantante y una decena de actores.

Entre el público, la inauguración reunió tanto a los representantes del equipo saliente del Ayuntamiento, responsables de esta edición del festival de verano, como a los nuevos inquilinos del consistorio.Ada Colau, que el día antes asistió al concierto popular pre-Grec, debutó como alcaldesa en el anfiteatro junto con el teniente de alcalde Gerardo Pisarello. También Berta Sureda, nueva comisionada de Cultura, ocupó las primeras filas. Muy cerca de ellos estaban el ex alcalde Xavier Trias y el ex concejal de Cultura Jaume Ciurana. Tampoco faltó el conseller de Cultura Ferran Mascarell así como numerosos representantes del mundo cultural. Como Cesc Casadesús, responsable del Mercat de les Flors; el actor Juanjo Puigcorbé y las actrices Carme Sansa y Laia Marull; la directora Carme Portaceli, Lluís Pasqual , director del Teatre Lliure y Daniel Martínez, destacado empresario del teatro privado. Tamoco faltaron coreógrafos como Cesc Gelabert, que ya pasó por la inauguración de un Grec, y Toni Mira.

Vorònia sorprendió desde el principio en el anfiteatro, ya que la acción en escena empezó mucho antes de que sonara el timbre que avisa a los espectadores minutos antes de la función. El escenario, dominado por una estructura rectangular tapada con asépticas cortinas grises, empezó a poblarse de personal de limpieza con uniforme blanco que trabajaban a conciencia. En el centro mirando fijamente al público destacaba la figura de un niño vestido de negroy blanco -Gregori Mach, que a sus 11 años hizo un gran debut- que se mantenía erguido en el semicírculo central.

Vorònia, nombre de la cueva más profunda del planeta que da título al montaje y que La Veronal utilizó para reflejar la idea del infierno, captó la atención del público desde el primer minuto. La acción no cesó en escena, ya fuera con impresionantes números de conjunto, tríos, solos y dúos interpretados sobre una banda sonora que entrelazaba música polifónica, clásica, efectos sonoros y pasajes operísticos como Va, pensiero, célebre coro que los esclavos judíos interpretan en Nabucco, de Verdi y un pasaje melódico de Tannhäuser, de Wagner.Los textos proyectados en latín y castellano guiaban al espectador mientras que la música con ecos antiguos de diferentes culturas que cantó Antoni Comas, tenor fetiche de Carlos Santos, realzaronel montje. «In girum imus nocte ecce et consumimur igni», frase en latín que significa «damos una vuelta por la noche y somos consumidos por el fuego» resumía la idea de espectáculo, un descenso al infierno con muchas referencias a la religión, sobretodo al catolicismo, algunas al judaismo y menos al islamismo.

EVA Y EL 'GÉNESIS' / Parirás con dolor, como Dios condenó a Eva en el Génesis, fue una de las primeras referencias religiosas del espectáculo, expuestas de manera directa, como la escena del parto, o más sutiles el conflicto armado sugerido poco antes del final. El enigma acerca del mal, sus formas y su origen, se fue desvelando poco a poco con una puesta en escena muy depurada y simbólica, a través de una danza hipnótica y orgánica con el sello  de ese elaborado lenguaje corporal desarrollado por La Veronal.

El contenedor rectangular disimulado tras cortinas dio mucho juego. En la segunda parte el escenario se tiñó de rojo: un infierno impoluto al que se llegaba en ascensor y del que era imposible escapar. El maligno, sin cuernos ni tridente, tenía idéntica forma que las personas que en la primera parte seguían ciegamente unos ritos ancestrales. La mirada, la actitud y gestos de los intérpretes sentados entorno a una elegante mesa con flores y manteles blancos bastaban para identificar el mal con los poderosos que deciden el destino de la sociedad alejados de las penalidades de otros mortales.

Mejor no desvelar el final ya que hoy habrá una segunda y última función antes de que el espectáculo recale a partir de la próxima temporada en el Mercat y en otros escenarios europeos.