CRÓNICA

La magia del organista

Juan de la Rubia seduce al Palau con Bach y Händel

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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«¡Qué belleza!». La espontánea exclamación de los espectadores que habían acudido a la cita de Palau 100 con Juan de la Rubia (Vall d'Uixó, 1982) y la Freiburger Barockorchester se oyó reiteradamente el martes en el recinto modernista. Un día después de tocar en la Sagrada Família en la ceremonia en memoria de los fallecidos en el accidente de Germanwings, el organista titular de la basílica cambiaba de tercio para enfrentarse con gran éxito a un concierto con obras de Bach y Händel, además de participar en una de Corelli.

El reto del castellonense era importante, no solo por estar a la altura de un prestigio ya acreditado en conciertos en catedrales y auditorios europeos sino por hacerlo al lado de una de las formaciones barrocas más prestigiosas y por ello dominadoras de un repertorio que interpretan continuamente por todo el mundo. Pero cualquiera que fuera la dificultad de ensamblaje con tan excelentes intérpretes fue superada con maestría, seguridad y una desenvoltura pletórica de virtuosismo. Baste decir que los propios componentes de la orquesta fueron los primeros en aplaudir a De la Rubia al término de sus interpretaciones conjuntas.

LIRISMO / El organista ya cautivó en su primera recreación junto a la formación de la Sinfonía de la cantata Wir müssen durch viel Trübsal de Bach, pero donde lució su dominio del instrumento, capaz por si solo de suplir a una orquesta, fue con las dos piezas escritas por Händel para órgano de carácter no litúrgico: los conciertos en fa mayor, opus 6/2 y opus 4/4. La desbordante agilidad de sus dedos sobre el teclado y el lirismo desprendido inundaron de magia la sala.

Fue una soberbia y aclamada velada, que obligó al instrumentista y a la orquesta, que interpretó sola una suite de Bach, a ofrecer una vitoreada propina.