VUELVE EL AZOTE DE GREY

No pierdan el tiempo

La actriz madrileña, una de las más solicitadas por la industria del cine porno, desmonta aquí los clichés y las trampas de la trilogía de E. L. James que ahora salta a las pantallas. 

La actriz porno Amarna Miller, el pasado diciembre, en Madrid.

La actriz porno Amarna Miller, el pasado diciembre, en Madrid.

AMARNA MILLER

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Alabada por liderar una auténtica revolución sexual y encumbrada por romper estereotipos, la primera parte de la trilogía Cincuenta sombras de Grey alcanzó el primer puesto del ranking de best-sellers mundiales en un tiempo récord, alzándose además como la novela británica para adultos más vendida de todos los tiempos. ¿Suena bien, verdad? Pues no tanto. Estoy aquí para evitar que pierdan el tiempo.

En ella se narra la relación entre Anastasia Steele y Christian Grey, dos personajes con caracteres a priori opuestos: ella es una chica joven y carente de autoestima, inocente e inexperta que está dispuesta a darlo todo por el amor verdadero, mientras que Mr. Grey encarna a un misterioso y seductor millonario amante de las prácticas sexuales extremas que, más tarde descubriremos, son en realidad fruto de su complejo pasado. ¿Se puede caer en más clichés? Inalcanzable, irresistible, ¡y además guapísimo! Tan perfecto que puede tocar una sonata al piano mientras te arranca orgasmos atada en un potro de tortura. Todo esto unido a unos modales escandalosamente elegantes, un físico sin parangón y una personalidad magnética.

Pero eso no es todo: después de un edulcorado romance plagado de escenas de sexo explícito, Christian reniega de su vida de desenfreno y libertinaje a favor de cultivar una relación de pareja con Anastasia. El guerrero indomable convertido en príncipe azul gracias al amor verdadero. Toda una historia de Disney.

Llegan las alarmas

Y he aquí la primera alarma que suena en mi cabeza mientras leo el libro. ¿Cambiar por amor? ¿No hemos aprendido ya que estas cosas no funcionan? No me malinterpreten: la evolución, el crecimiento, la reinvención personal con el fin de madurar y crecer emocionalmente me parecen prácticas necesarias y totalmente saludables. Pero cuando en una pareja el objetivo es hacer que la otra persona se amolde a uno, empezamos mal. Simplemente están presentando un modelo utópico de relación que no funciona en la vida real y que además es destructivo.

Mi siguiente alarma se acciona cuando descubrimos que Grey es una víctima, un cachorrillo vulnerable que usa el sexo casual y la promiscuidad amorosa como coraza para protegerse de un mundo exterior que ha sido malo, muy malo con él. En realidad es una persona traumatizada, infeliz y emocionalmente rota. Y claro, por eso le gusta el BDSM (Bondage, Dominación, Sumisión y Masoquismo). ¿Perdón? ¿Se está considerando el gusto por el sadomasoquismo como un efecto adverso de padecer una infancia tormentosa? De nuevo cayendo en clichés casposos.

Aprendamos algo: el BDSM sano, seguro y consensuado puede ser la cosa más divertida del mundo y una forma maravillosa de explorar los límites de tu sexualidad, tu cuerpo y tu mente. Pero el intercambio de poder es un juego, nada más; utilizarlo como excusa para ejercer maltratos físicos y psicológicos contra otras personas es un abuso.

Si a todos los tópicos y clichés le sumas un estilo literario prácticamente inexistente, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo este libro ha podido convertirse en un éxito mundial? Supongo que la receta es sencilla: aprovechar el tirón de la saga Crepúsculo y su representación de un amor adolescente fundamentado en ideales románticos manidos y tremendamente tóxicos para alcanzar la fama. Las lectoras se sienten identificadas con el personaje tímido e inseguro de Anastasia y claman por encontrar a un Christian que las saque de sus rutinas diarias y aporte una nota de peligro y misterio en sus vidas.

Aunque he de decir que lo que más me duele de toda esta historia es que la estén vendiendo como un ejemplo de «la mujer liberada». Seamos claros: la protagonista descubre su cuerpo y su sexualidad a través de y gracias al hombre. Es él quien la guía, quien hace que se pierda en sus brazos y le muestra el infinito abanico de las perversiones carnales. Todo su placer está enfocado hacia el fantástico e irrepetible Mr. Grey.  ¿Qué tiene esto de liberación? Sí, hay BDSM (bastante edulcorado y lleno de estereotipos, por cierto). ¿Algo más? ¿Presenta acaso un prototipo romántico alejado del arquetipo contemporáneo? ¿Nos enseña nuevos modelos de relación? ¿Rompe con los roles de género?

Es una novela, sí. Es ficción, también. Pero personalmente me preocupa que los lectores aprendan o intenten recrear del tipo de vínculo que aquí se presentan. Tengo miedo de que este sea el tipo de conexión que la gente espera encontrar en sus parejas. Somos nosotros mismos los que debemos hacernos cargo de nuestro deseo, de nuestra sexualidad y nuestro placer, y si dependemos de un agente externo, los nexos que unen nuestras relaciones se basan en la dependencia, no en el crecimiento.

Para terminar, me gustaría mencionar lo único que merece una crítica favorable que encuentro dentro de 50 Sombras, y es que ha ayudado a visibilizar  y naturalizar prácticas consideradas tabú por esa parte de la sociedad un poco estrecha de miras.

¿Recomendaría su lectura? No.