Tres autores a vueltas con la literatura del yo

Las últimas novelas de Gabi Martínez, Jorge Volpi y Juan José Millás giran alrededor de la autoficción

Juan José Millás, en la librería La Caixa d'Eines de Barcelona.

Juan José Millás, en la librería La Caixa d'Eines de Barcelona.

ELENA HEVIA / ERNEST ALÓS / BARCELONA

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¿cuánto hay de autobiográfico en una novela? Hace tan solo unas pocas décadas, los escritores escondían celosamente ese tanto por ciento, mayor o menor, de experiencias propias que, habilidosamente filtrado y elaborado, se agazapaban en sus ficciones. Ahora ya no. Con el paso al siglo XXI, el reforzamiento de la individualidad y una mayor exigencia de realidad por parte de los lectores han reforzado el concepto de la literatura del yo que ha tomado al asalto la ficción internacional y, de rebote, la tendencia ha llegado a las letras latinoamericanas y especialmente a las españolas. Y sin embargo, el fenómeno viene de lejos. Porque ¿qué otra cosa es En busca del tiempo perdido sino un enorme y detallado ejercicio de autoficción?

Respecto al recurso, utilizado desde Houellebecq hasta Vila-Matas, existen distintas maneras de abordarlo. Este reportaje recoge tres, las últimas novelas del barcelonés Gabi Martínez, del mexicano Jorge Volpi y del valenciano Juan José Millás, aparecidas las dos primeras en el sello Alfaguara y la tercera en Seix Barral. Ejemplos muy diversos de distintas intenciones, unidas por el hecho de que cada una de las historias tiene como protagonista a un personaje que se llama exactamente igual que el autor.

GABI MARTÍNEZ

Enmascararse para desnudarse

Vaya por delante que el modelo confeso de Voy,  la última novela de Gabi Martínez (Barcelona, 1971), es una obra maestra de un gran escritor: Verano de J. M. Coetzee, un raro libro en el que el Nobel sudafricano ventilaba una autobiografía esquinada y autocrítica sin concesiones. El Coetzee de la ficción está muerto y su vida era reconstruida a partir de las memorias de quienes le conocieron. Gabi Martínez, por lo menos el Gabi Martínez del libro, también experiodista, también escritor de viajes como el autor de Voy, no está muerto en la novela, sino perdido en Nueva Zelanda. Otro reportero sigue su pista entrevistando, entre otros, a su exesposa, una antigua pareja, su amante, un amigo -el realizador Agustí Villaronga- y un chino -el protagonista de Los mares de Wang- que le odia.

De vuelta de algunas crisis personales pero sin la voluntad de autofustigarse cruelmente que animaba a Coetzee, Martínez es consciente de que su apuesta puede despertar algunos recelos. «Claro si esto lo hace un Nobel es mucho más aceptable. A mí no me ha importado exponerme. La autoficción nace de la necesidad de reinvindicarse como individuo y eso es lo que me ha ocurrido».

REFLEXIÓN / Para el escritor no se trata de un ejercicio de impudicia, sino de plantearse un punto y aparte que le ha permitido reflexionar sobre su propia trayectoria viajera y su vida. «Llego a este libro después de haber matado muchos demonios interiores. Por eso creo que desnudarme en él no ha sido en absoluto impúdico. En el mundo de hoy, en el que se ha entronizado la mentira, ofrecerse desnudo es un acto muy oportuno».

Asegura que llegó a la literatura intimidado y que, pese a haber escrito cuatro libros antes, prefiere poner el kilómetro cero de su trayectoria en Sudd, una novela de formato más convencional, a la que siguieron varios libros de viajes como el ya citado En los mares de WangSolo para gigantes o En la barrera, influido por la lectura de Bruce Chatwin. En la actualidad está ya trabajando en su próximo libro, una ficción sobre Barcelona en la que recoge velas de antiguos vagabundeos. «Ya entendí por qué me iba tanto y ahora sé un poco mejor dónde estoy».

JORGE VOLPI

El artificio de los falseamientos

El mexicano Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) asegura que Memorial del engaño, su último trabajo, apenas tiene de autobiográficas su propia pasión por la ópera y las fotos de su familia que ha introducido en el texto. El libro no está firmado por Jorge Volpi, sino por J. Volpi y así consta en la solapa, donde se ofrece una biografía ficticia del personaje, un neoyorquino, hijo de un famoso economista del Departamento del Tesoro estadounidense y un cínico criminal financiero a su vez, cuyas oscuras actividades salieron a la luz tras reventar la burbuja inmobiliaria en el 2008.

«Aquí la autoficción no va mucho más allá de que compartimos el mismo nombre, porque yo no tengo nada que ver con mi protagonista», explica sonriendo Volpi -el escritor, no el estafador-. Bautizar a su infame personaje con su nombre forma parte de un juego literario que se vincula con los asuntos tratados en la novela. «Yo quería que esto fuera un catálogo de engaños: entre padres e hijos, entre parejas, engaños que tienen que ver con la vida financiera y con la crisis actual. Y que el engaño empezara desde la solapa del libro, en vez de hacerlo a partir de la primera página, que sería lo usual». Se trataba -explica el autor- de crear de una forma literaria la sensación al lector de que todos hemos quedado atrapados en la falsedad de argumentos oficiales que las altas instancias económicas han barajado en esta crisis. De ahí que el personaje, el Volpi de ficción, sea un tipo inmoral pero capaz de estafar a cualquiera a golpe de seducción. «Eso lo hace más interesante para un escritor, porque el lector no llega a un juicio moral de forma inmediata».

Volpi empezó a escribir esta novela en el 2011 mientras vivía en Madrid y el inquietante ambiente de recesión impregnaba el ambiente. «Tuve en cuenta esa atmósfera y me documenté en profundidad porque no tenía ningún tipo de formación económica o financiera y jamás he invertido en bolsa. Y aunque no he querido hacer con esta novela un tratado de economía estoy seguro de que el lector saldrá reforzado e iluminado en esta materia, casi sin darse cuenta». Es inevitable no establecer contactos entre Memorial del engaño y la última y paroxística película de Scorsese, El lobo de Wall Street. «Es verdad que comparten el mismo espíritu de la época, pero creo que J. Volpi y el personaje que encarna Leonardo di Caprio son dos tipos de estafadores muy distintos. A mí me importaba más la trayectoria familia que el torbellino de las fiestas».

JUAN JOSÉ MILLÁS

Tres Millás en una sola novela

En La mujer loca (Seix Barral), la última novela de Juan José Millás (Valencia, 1946), a una pescatera le hablan las palabras y un Millás que es y no es el Millás real rechaza escribir de nuevo un reportaje sobre la eutanasia (está aún afectado por el que publicó el Millás de verdad) y prefiere en cambio convertirlo en materia de novela. En la misma novela, explica el narrador, hay al menos dos Millás, a los que denomina «el Millás de allá» y «el Millás de acá». O tres.

«Es un desdoblamiento que es en parte retórico y en parte real. Metaforiza el desdoblamiento que se da en la novela entre el escritor, el que firma la novela, y el narrador, que es el que encarna el punto de vista desde el que vamos a contar una peripecia, que son instancias distintas. Pero en este caso -precisa el novelista- el desdoblamiento es triple, no es doble, porque además está el personaje, que también es Millás. En este caso, ¿cómo se relacionan entre sí el que escribe, el que narra y el que actúa?»

El Millás personaje sufre un episodio de sequía creativa, no le sale «una novela de verdad» y acaba por intentar escribir escribiendo «una novela falsa». «Es incapaz de escribir pero al mismo tiempo es incapaz de vivir sin escribir. Acaba en un cul-de-sac porque descubre que es imposible escribir una novela falsa, una novela puede ser buena o mala, gorda o flaca, policiaca o de aventuras, pero no puede ser falsa. Esto es lo único en la vida que no se puede falsificar, curiosamente», dice el Millás novelista.

LA EUTANASIA / El Millás personaje no quiere escribir otra vez sobre la eutanasia después de haber publicado un reportaje sobre la muerte de un hombre, pero el Millás real, de hecho, vuelve a escribir sobre la eutanasia al escribir precisamente esta novela. «Me marcó muchísimo ese reportaje. Nunca había tenido la experiencia de pasar una tarde con una persona que se iba a quitar la vida al día siguiente. Todo lo que nos conduce a la muerte nos conduce a la vida, van en el mismo paquete. En el caso de la mujer de la novela, su vida cobra valor cuando aparece en el horizonte la muerte, su vida anodina en ese momento cobra valor»

Si la mujer que quiere morir es el personaje dramático de la novela, la pescatera que habla con las palabras es sin duda tragicómico. Esa «mujer que está loca, que tiene alucionaciones en las que se le aparecen frases». Su primer tercio de novela es francamente humorístico. Aunque a Millás parece que le incomode que se le pregunte por ello. «El humor es un efecto secundario, no está en el corazón del asunto», responde. «Esto que tú llamas humor no forma parte de los intereses del personaje», añade. Aunque quizás el humorista sea un cuarto Millás que ha decidido serlo por su cuenta. «Yo creo -dice uno de los Millás, el que se ha pasado por Barcelona- que las palabras son el gran juguete del ser humano. Lo que nos produce a veces una risa nerviosa es ver que ese consenso que llamamos realidad es menos firme de lo que creemos porque está hecho de palabras. El lapsus hace gracia porque en el lenguaje hay dos niveles, y a veces se produce una grieta y vemos lo que queremos decir realmente».