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«No hay mejor sensación para un actor que el miedo»

El actor estadounidense Tom Hanks, en California en el año 2011.

El actor estadounidense Tom Hanks, en California en el año 2011.

NANDO SALVÀ
MADRID

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A lo largo de tres décadas de carrera, Tom Hanks ha interpretado a un tipo enamorado de una sirena (1, 2, 3… Splash, 1984) y al solitario superviviente de un naufragio (Náufrago, 2000). Ha sido un heroico astronau

ta (Apolo 13, 1995), un disminuido psíquico aficionado a correr (Forrest Gump, 1994), un abogado enfermo de sida (Philadelphia, 1993) y hasta un cowboy generado por ordenador (en la saga Toy Story). Pero probablemente nunca antes se enfrentó a un reto tan grande como el que ha supuesto El atlas de las nubes, que los hermanos Andy y Lana Wachowski han dirigido junto a Tom Tykwer y en la que Hanks da vida hasta a seis personajes: un malvado doctor, un extorsionador, un atormentado ingeniero en una planta nuclear, un gánster reconvertido en escritor, el actor protagonista de una película proyectada en el año 2144, y un pastor que trata de salvar a su familia de los caníbales.

-No debe de ser fácil tener tres directores en una sola película.

-En realidad, en ningún momento me dirigieron los tres a la vez: Andy y Lana Wachowski se encargaron de tres historias y Tom Twyker de las otras tres. Trabajar en un filme dirigido por más de una persona siempre es más complicado, pero decir que los Wachowski se compenetran bien sería quedarse corto. Más bien diría que se completan las frases entre sí. Fluyen como un único individuo, de manera que no hubo un solo momento de confusión, duda o tensión en todo el rodaje. Durante el rodaje yo los llamaba mamá y papá.

-¿En algún momento tuvo dudas de que lo que estaba rodando fuera luego a funcionar en pantalla?

-En el pasado he hecho muchas películas por las que nadie daba un centavo. De Apolo 13 dijeron que no había suspense porque ya se sabía cómo acaba la historia. De Forrest Gump dijeron: «¿En serio esperas que el público se interese por un imbécil?». En todo caso sí, tuve miedo. Pensé, ok, si interpreto seis personajes lo más probable es que meta la pata en dos de ellos. Esa no es una mala estadística. No hay sensación tan agradable para un actor como el miedo. Me encantó llegar cada día al rodaje y dejar que me llenaran el cuerpo de prótesis y maquillaje. Yo empecé en esta profesión vistiéndome de mujer, en la teleserie Amigos del alma (1980), así que estoy acostumbrado.

-¿Hasta qué punto fue su voluntad de participar en la película determinante a la hora de que los Wachowski lograran la inversión necesaria para rodarla?

-Me consta que jugó un papel. Aun así tardamos casi tres años en ser capaces de sacar adelante el proyecto. Los Wachowski invirtieron muchos de sus ahorros en ella, es como cuando Walt Disney hipotecó su casa para hacer Blancanieves. Estoy seguro de que si la hubieran llamado directamente El atlas de las nubes 2 habrían conseguido el dinero mucho más fácilmente. Porque hoy en día es muy difícil lograr que la gente vaya al cine a ver una película que no sea una versión de algo ya existente. Tengo la sensación de que, en 15 años, el remake de El atlas de las nubes será más fácil de financiar.

-¿Qué opinó al ver la película acabada?

-Es una de las mejores cintas jamás producidas. Sé que no debería decir eso, porque en el pasado he hablado de algún otro proyecto en el que he participado y he dicho cosas como que era realmente maravilloso cuando, en realidad, me parecía terrible. Pero soy sincero. El día que conocí a los Wachowski, Lana me dijo que quería hacer una obra tan importante y revolucionaria como en su día lo fueron Moby Dick o 2001, una odisea del espacio. En seguida le dije que contara conmigo. Pero ese es el tipo de descripción que los jefes de los estudios no quieren oír, ellos quieren historias sobre un tipo que consigue a una chica y que se ve envuelto en explosiones y tiroteos.

-¿En serio cree que El atlas de las nubes es comparable a 2001?

-Eso es algo que solo el tiempo dirá. Si hacemos memoria, resulta que 2001 ni siquiera ganó el Oscar a la mejor película de 1969. ¿Qué película ganó? Oliver!, un musical de lo más clásico. Y no cabe duda de cuál de las dos ha acabado siendo más importante.

-¿Y cómo cree que va a responder el público ante la película?

-Habrá gente que se pregunte si estamos locos. Pero con las grandes películas siempre es así, desde que El gabinete del doctor Caligari fue estrenada hace 90 años. En última instancia, yo creo que lo que sucede ahora mismo es que el público está ansioso porque lo sorprendan. Estoy seguro de que todos estamos ya muy aburridos de ir al cine y ver películas que van de la A a la B y de la B a la C. Queremos historias novedosas que jamás hubiéramos esperado ver en pantalla en un millón de años, y El atlas de las nubes es eso. Que tu trabajo ayude a expandir los límites del arte es la máxima aspiración que uno tiene cuando decide ser actor.

-¿Cuándo decidió usted que quería serlo?

-Supongo que como muchos de mis colegas, empecé de niño participando en funciones teatrales escolares. Desde el principio, me enamoré del escenario. Recuerdo que las audiciones eran los viernes, y teníamos que esperar hasta el lunes para saber si nos habían escogido para participar en la obra. Para mí, esos fines de semana eran desesperadamente interminables, me pasaba tres noches sin dormir. Y luego, si finalmente conseguía el papel, me sentía el tipo más especial y más importante del mundo. Ha pasado mucho tiempo desde aquello, pero a veces todavía logro sentirme así.

-¿Cuál es el mejor consejo que ha recibido a lo largo de su carrera?

-He recibido demasiados, pero el primero que me viene a la cabeza me lo dieron al principio de mi carrera en el cine. Cuando me escogieron para protagonizar 1, 2, 3… Splash yo venía de hacer una sitcom. Y en ese género lo más importante es que los chistes sean buenos. Tienes que lograr que la gente se ría. Así que durante los ensayos de la película yo trataba de ser lo más gracioso posible, constantemente, y no funcionaba en absoluto. Entonces el director, Ron Howard, se me acercó y me dijo que yo pensaba que mi trabajo era ser gracioso, pero que ese no era mi trabajo. Me dijo que mi obligación era enamorarme y que si no lo hacía no había película. Así de simple y de impactante. Desde entonces comprendí que los actores no somos para nada lo importante, sino solo instrumentos. Lo relevante es la historia. Eso es lo verdaderamente importante.