Un referente de la historieta

Pepe, un genio malogrado

Carlos Giménez lleva al cómic la vida de José González, dibujante estrella de Vampirella

Un joven José González.

Un joven José González.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Tras las primeras 15 viñetas de Pepe (Panini Comics), un genial fresco mudo del Barrio Chino de Barcelona de 1946, sale al balcón una preciosa niña vestida de faralaes y empieza a bailar y cantar la copla ¡Ay, pena, penita, pena! arrancando entusiamados aplausos del vecindario. Su madre viuda y su abuela ya lo decían: «Es un artista». Y lo fue. Porque la niña era en realidad un chaval con un don natural para el dibujo y de cuyo lápiz nacería en los 70 la imagen más voluptuosa y recordada de la mítica Vampirella. Era José González (Barcelona, 1939-2009). «Pero nunca le llamábamos así. Pepe era Pepe», recalca hoy su colega Carlos Giménez.

«Era un artista asombroso y cuando murió me dio mucha pena que solo salieran cuatro rayas en la prensa. Fue uno de los dibujantes de tebeos más importantes del mundo y casi nadie se enteró», lamenta Giménez (Madrid, 1941), autor de Paracuellos, Malos tiempos y Paracuellos, Malos tiempos Barrio. En Pepe, primero de cinco álbumes, recupera la vida y la «desconcertante» e insólita personalidad de «un hombre muy querido, admirado y respetado en la profesión». En las impagables anécdotas y recuerdos, propios y recopilados entre quienes mejor lo conocieron -«todos le adoraban pero era inaprensible. Incluso sus amigos solo conocimos la parte que él nos permitió»-, «hay un denominador común», constata Giménez desde su casa en Madrid: «su tremenda generosidad, su tremendo desprecio de la fama y el dinero, su tremendo e insólito talento, y el poco caso que hacía de él».

LA FAMILIA DE SELECCIONES

El editor Josep Toutain descubrió sus dibujos de artistas en el escaparate de una sastrería del barrio y lo reclutó, con 15 años y sin haber leído un tebeo en su vida, para Selecciones Ilustradas, cantera que en los 60 y 70 exportaba a Europa y Estados Unidos el trabajo de sus ilustradores (Josep M. Beà, Jorge Longarón...). Una «gran familia» de la historieta, que compartía fiestas, excursiones y bromas, a menudo pesadas. En el cómic, Giménez rebautiza el estudio como Producciones Ilustradas. «Hay guiños reconocibles pero, excepto Pepe, no doy nombres reales para no involucrar a nadie», avisa sobre un recurso que ya usó en Los profesionales, donde retrataba aquel mundo.

«SUS MUJERES»

«Tenía una intuición natural para todo. Pero entró en el mundo de los tebeos y los dibujaba como nadie. No le preocupaba la técnica ni el lápiz que usaba pero era todo talento. Podría haber sido cualquier cosa, cantante, actor, diseñador, pero era muy vago y lo que menos trabajo le costaba era hacer dibujos», explica Giménez. Y «sus mujeres», voluptuosas y bellas, crearon escuela en Europa y América: «Muchos tuvimos la suerte de aprender de él. En Selecciones se decía que había dos tipos de dibujantes, los que habían aprendido a dibujar chicas copiándoselas a Pepe, como yo, y los que nunca aprendieron a dibujarlas. Es el hombre que mejor ha dibujado a las mujeres».

Tras bordarlas en tebeos románticos para jovencitas, Toutain, que «sentía predilección por él, lo quería casar y se preocupaba de que ahorrase», le avaló ante el editor neoyorquino Jim Warren, que le fichó para el personaje de la sexy Vampirella, del que se convirtió en el dibujante estrella. Pero cientos «o quizá miles» de retratos de Marilyn Monroe, a la que idolatraba, son también parte de su legado.

ESPECTÁCULO, DINERO, FAMA

«Como todo lo que hacía, dominaba las tablas, el espectáculo, a la perfección. Se travestía de mujer y era la mujer más preciosa y femenina que podías imaginar. Cantaba mejor que Barbra Streisand y era un gran imitador. Lo horrible de Pepe -opina Giménez- es la cantidad de talento que tenía y que desperdició. Cualquier otro habría llegado a lo más alto pero él nunca tuvo interés en ser famoso. Se aburría, se cansaba de todo. No te podías embarcar con él en nada porque era muy informal». Y si no que se lo digan al grupo Los Dálmatas, del que fue aclamado vocalista y a quienes plantó en una audición crucial.

«Tenía una generosidad sin límite. Si no te salía el dibujo de una chica, te lo hacía. Te regalaba retratos de tu madre o la novia. Si necesitabas dinero, te lo daba. Era capaz de comprarle a uno un coche. Para él el dinero no tenía valor y lo gastaba con facilidad. Pero no le gustaba trabajar y en los próximos álbumes se verá que cosechó muchas deudas».

LA HOMOSEXUALIDAD

«En aquella época por ser homosexual te podían llevar a comisaría por la ley de vagos y maleantes. Era imposible salir del armario y lo llevaban en secreto. Pero Pepe, harto de que le buscaran novia, un día lo anunció en el estudio». Según Giménez, «le gustaba escandalizar y contaba cosas que podían ser ciertas o no», como la de que le gustaba ir a un cine a hacer pajas y meter mano a los tíos. «Nunca le apeteció tener pareja. Si alguien sentía algo por él, inmediatamente dejaba de interesarle -revela el dibujante-. No creo que fuera feliz con la vida que llevaba. Nunca nadie le vio llorar, quizá porque para llorar hay que involucrarse en las cosas y él nunca lo hacía. Creció en un barrio de putas muy duro y además de ser capaz de soportar el dolor físico era un hombre muy duro ante los sentimientos».