Entrevista con el director

Werner Herzog: "La pintura rupestre me fascina desde niño"

Estrena 'La cueva de los sueños olvidados'

El cineasta alemán Werner Herzog, durante el rodaje de 'La cueva de los sueños olvidados'.

El cineasta alemán Werner Herzog, durante el rodaje de 'La cueva de los sueños olvidados'.

NANDO SALVÀ / Madrid

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En 1994, tres científicos descubrieron en el sur de Francia, en la región de Ardèche, las más antiguas pinturas rupestres conocidas por el hombre. Las paredes de la Cueva de Chauvet -así se bautizó el lugar-, contenían dibujos perfectamente preservados de caballos, mamuts, leones y rinocerontes realizados entre 30.000 y 32.000 años atrás. El cineasta alemán Werner Herzog (Múnich, 1942) logró por primera vez, y quizá última, entrar con su cámara de cine (en 3D) en ese templo primigenio. El resultado,La cueva de los sueños olvidados, se estrena mañana en nuestros cines.

-¿Por qué es la cueva de Chauvet tan extraordinaria?

-Es uno de los descubrimientos más sensacionales de la creación humana, todo un regalo de Dios. Deberíamos postrarnos y agradecérselo a la providencia, sobre todo porque el hallazgo de esas pinturas fue puramente casual. Un derrumbamiento selló la entrada de la cueva durante 20.000 años, y podrían haber pasado otros 20.000 sin que supiéramos nada de ella. Además, la calidad de las pinturas es asombrosa. Es un error llamarlas primitivas, porque son obras de arte completamente logradas, insuperables.

-En la película, usted define las pinturas de Chauvet como el nacimiento del alma humana moderna. ¿A qué se refiere exactamente?

-Quienes las crearon son seres humanos más cercanos a nosotros que a los Neandertales, que seguían poblando el planeta en aquella época, y que no tenían cultura alguna. Sobre una roca de Chauvet se puede ver la mitad inferior de una mujer abrazada por un toro. ¿Cómo explicar que Picasso, que obviamente nunca visitó la cueva, usara ese mismo motivo cuando pintóEl minotauro y la mujer? Uno de los caballos dibujados en la cueva tiene ocho patas. ¿Cómo explicar que la mitología nórdica represente así al dios Odín? La respuesta es que Chauvet es una mirada vertical al fondo del alma humana, al interior del hombre que somos hoy.

-¿Qué sintió al entrar por primera vez en la cueva?

-No estaba preparado, ni de lejos, para ser testigo de tanta belleza. Mi corazón se paró, sentí que me moría. Mi única preocupación era hacia qué lado caer, a la derecha o a la izquierda del estrecho sendero que recorre la cueva. Morir no me importaba, pero al menos quería hacerlo con estilo.

-¿Qué dificultes debió afrontar a la hora de rodar la película?

-Incontables. Tan solo se nos dio acceso a la cueva durante seis días, y únicamente cuatro horas al día. No pude contar más que con un equipo de tres personas, y no se nos permitió llevar con nosotros más material que el que fuéramos capaces de sostener con las manos. Dentro de la cueva nuestra movilidad era limitadísima, y en todo momento estuvimos expuestos a gases tóxicos. No fue fácil.

-Dadas las restricciones de acceso a la cueva, resulta sorprendente que el privilegio de rodar en ella le fuera concedido a un cineasta bávaro y no a uno francés. ¿Por qué fue usted el elegido?

-Fue una pesadilla burocrática. Tuve la gran suerte de que Frédéric Mitterrand, el ministro francés de Cultura, siempre ha sido un gran admirador de mis películas. Yo me ofrecí para trabajar para él a cambio de un euro. De manera que, por ese precio simbólico, los franceses pueden, por ejemplo, utilizar la película con fines educativos en más de 30.000 aulas de todo el país.

-¿De dónde proviene su interés por las pinturas rupestres?

-Desde niño, desde que tenía 12 años, esas pinturas me han fascinado, fueron mi despertar intelectual. Recuerdo que vi un libro sobre pinturas prehistóricas en el escaparate de una librería. Tenía tantas ganas de comprarlo que trabajé como recogepelotas en torneos de tenis para ganar dinero. Cada semana pasaba enfrente de la tienda rezando para que nadie se hubiera llevado el libro. Todavía tengo presente el estremecimiento que sentí al abrirlo por primera vez, de hecho esa sensación está presente en la película.

-A lo largo de su carrera, usted se ha destacado por afrontar experiencias extremas en el rodaje de sus películas: En Fitzcarraldo(1982) transportó un barco de vapor por una montaña. En La soufrière (1977), subió a la cima de un volcán en erupción. ¿Cuál es el ímpetu que le mueve?

-Creo que todo el mundo debería gozar de la experiencia de empujar un barco por una montaña al menos una vez en su vida. No, en serio, no soy como esos alpinistas obsesionados por ser los primeros en llegar a algún lado sin oxígeno y con no sé qué impedimentos. Me rijo solo por el placer de narrar, y por la responsabilidad de enseñar al público mis experiencias. Esta película quizá es el único documento filmado que se hará nunca en Chauvet, así que es esencial para la memoria de la raza humana.

-¿Qué opina de ser considerado un aventurero?

-La verdad es que me molesta bastante. El concepto de aventura me recuerda a hombres que se baten en duelo al amanecer, utilizarlo hoy en día no es apropiado. De hecho, hablar de aventura hoy, cuando es posible hacer viajes turísticos organizados para visitar tribus de cazadores de cabezas y caníbales en Nueva Guinea, resulta grotesco y repulsivo.

-Señor Herzog, ¿qué cree que opinarán de sus películas los humanos dentro de 30.000 años?

-Yo no estaré allí, así que no me importa. La posteridad me trae sin cuidado.