El díptico andaluz del Lliure de Montjuïc

Verdad y artesanía escénicas

La Zaranda reflexiona en 'Futuros difuntos' sobre la lucha por el poder

Paco de la Zaranda, en escena.

Paco de la Zaranda, en escena.

J. C. S.
BARCELONA

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En poco tiempo, y después de una larga ausencia, ha pasado dos veces el Teatro de La Zaranda por Catalunya. Primero estrenó en el Temporada Alta Nadie lo quiere creer (la patria de los espectros) y esta semana abrió el díptico andaluz que ha programado Àlex Rigola en el Lliure con Futuros difuntos, su anterior obra y la reconocida en la reciente concesión del Premio Nacional de Teatro.

La Zaranda dejó huella en el Lliure de una forma de hacer teatro nada complaciente y superficial, y sí artesanal y alejada de cualquier moda tras 30 años de carrera que no cambiarán ni las distinciones más altas.

No es Futuros difuntos, ni ninguna de sus piezas, de digestión fácil. Presenta a tres locos, tres bufones, en un manicomio que aguardan al nuevo «regente» tras la muerte del anterior. A partir de lo que creen una llamada de la libertad, juegan a ser dueños de su destino en su lucha por el poder, con un esperpéntico despliegue en el que tres soberbios actores (Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez - Paco de la Zaranda, como firma la dirección- y Enrique Bustos) no dejan de moverse en un continuo hacer y deshacer del espacio escénico. Así, manipulan sillas de ruedas, camillas y otros artilugios del singular manicomio.

Lo que se dice en los brillantes juegos de palabras del texto de Eusebio Calonge y lo que se ve remiten, por ejemplo, a la España tenebrosa, a modo de auto sacramental con miradas a Valle Inclán y a imágenes inspiradas en  Goya, Velázquez o El Greco. Y música de pasos de la Semana Santa, e incluso taurina. Todo fruto de un proceso de trabajo detallista, de una cocción lenta que puede durar unos dos años antes de estrenar.

Pero el discurso de La Zaranda no solo apunta a referentes cercanos. Va más allá en una reflexión metafísica sobre la miseria moral que atrapa a esos ingenuos que creían haber alcanzado la libertad. Así son estos locos insobornables del Teatro de La Zaranda, el autodenominado Teatro de la Andalucía Baja.