crítica

'Bicicleta, cullera, poma', retrato y concienciación

Bicicleta, cullera, poma Retrato y concienciación_MEDIA_1

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Q. C.

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«El rodaje ha sido una carga con una gran compensación». De este modo definía Diana Garrigosa, esposa de Pasqual Maragall, las sensaciones vividas durante la realización deBicicleta, cullera, pomaen la presentación del filme en el pasado festival de San Sebastián. Después, la mujer de quien fuera alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat de Catalunya, recalcó que no hubieran podido aguantar más. Fueron casi dos años de trabajo continuo, de relación permanente con las cámaras, de sacrificar la intimidad para dar a conocer mejor algo que no se conoce en toda su dimensión, el alzhéimer.

De todos modos, la película realizada por Carles Bosch (Balseros) no es solamente un documental sobre esta enfermedad, que a Maragall se le manifestó hace tres años.Bicicleta, cullera, pomaes una producción promovida por la Fundación Maragall y habla de cómo se manifiesta la enfermedad, cómo se vive y afecta a quien la padece y quienes le rodean, la soledad que a veces comporta, la urgencia de una comprensión que no siempre se tiene. Sus responsables esperan, además, que gracias a la película se haga realidad el esperado centro de investigación internacional que debe encontrar respuestas y soluciones para el alzhéimer, una enfermedad con la que se muere, no de la que se muere, como dice el propio Maragall.

Pero el filme de Bosch es también un retrato de familia, un estudio distante si se quiere, pero muy expresivo, del tejido de relaciones que se establecen ante una situación límite e inesperada como es el desarrollo de cualquier enfermedad grave.

Maragall y los suyos aceptan desnudarse ante la cámara, en el sentido más ortodoxo del cine documental que demanda, sobre todo, la complicidad de los personajes retratados, esa espontaneidad ante las cámaras que no debe esconder la lucidez ante las cosas de las que se habla. Y si el resultado emociona es por lo sencillo antes que por evidente.