crítica

'Origen', la cárcel de los recuerdos

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QUIM CASAS

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La ciencia ficción literaria y cinematográfica nos ha legado ingeniosas historias sobre las capacidades infinitas de la mente humana y la débil línea fronteriza que separa la realidad de la imaginación, lo que vivimos y lo que soñamos. El novelista Philip K. Dick, muchas veces adaptado al cine, era un maestro en la materia. Christopher Nolan, que ya jugó a placer con el tiempo, la memoria y los recuerdos fragmentados en el filme que le dio a conocer, Mememto, no ha necesitado coartada literaria alguna para fabricar un apasionante thriller futurista, o relato de ciencia ficción con elementos de género policiaco. Su punto de partida es brutal: ¿se puede introducir una idea en la mente de otra persona, inculcársela como suya? Una idea es como un virus, se dice en la película, y el gérmen de una idea puede desarrollarse a placer.

Origen es un fascinante compendio de unidad temática y pujanza de los momentos fuertes; un relato perfectamente urdido, pese a su complejidad visual y semántica, que destaca tanto por esa misma unidad como por aquellos momentos que la dotan de espectáculo y densidad a la par. Nolan filma un argumento que transcurre entre capas de sueños: un sueño contiene a otro y así sucesivamente, lo que provoca brillantes resoluciones de montaje en paralelo de lo que se vive y lo que se experimenta en cada uno de esos sueños.

Leonardo Di Caprio, el experto en entrar en la mente de las personas y extraer la información que desean quienes le contratan, realiza el proceso inverso, el de adentrarse en la mente para inculcar una nueva información, aunque su vida es una tragedia: pretende encerrar a su esposa muerta en una cárcel de recuerdos. Nolan, coherente con el carácter trágico del relato, se luce en la pausa y en el golpe de efecto, en la introspección y en el montaje acumulativo: las calles que se doblan a sí mismas o las peleas que se desarrollan desafiando las leyes de la gravedad serán algunos de los momentos mejor recordados de Origen, pero también ese decorado en forma de fumadero de opio donde la gente va a despertarse porque su vida se ha convertido en un sueño. Sobre estos fundamentos se construye una de las obras mayores del cine fantástico contemporáneo.

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