Al contrataque

Masterix y Obelix

XAVIER SARDÀ

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El segundo acto comienza con sorpresas argumentales. El protagonista no tiene la suerte prevista (por él) y debe afrontar la cruda realidad de ser uno más. Mas, uno más.

Siendo así que el díscolo y de-sagradecido pueblo catalán no ha convertido al aspirante en caudillo, llega el interesante momento de alcanzar pactos de legislatura. Se produce aquí la rebelión del personaje secundario. Asistimos al literario motín del comparsa. ¿Se imaginan a Sancho Panza doblegando a su voluntad al mismísimo Don Quijote? ¿Se imaginan a Watson discutiendo abiertamente los conocimientos forenses de Sherlock Holmes? ¿Y a Obelix domeñando a todo un Asterix? Lo nunca visto.

Mas merodea enajenado durante aciagas semanas. A pesar de saberse único responsable del descalabro, su orgullo le impide fagocitar el correctivo electoral. Necesita asumir que no será emperador único y que se instaura un desuncido triunvirato. Mas, entre los aullidos de Duran contra Junqueras. Tambaleante trinidad.

La escena ha contado con las epifanías de Oriol Pujol anunciando las buenas nuevas. Cuando le preguntan por el caso Palau, las ITV y el caso Campeón, dice que todo es un invento para perjudicar el proceso. Ha tomado el argumento de los mayores, aunque él no pone querellas.

Mas habla poco y se somete a una nueva legislatura de cortes, recortes y trasquilones con la consulta a la vuelta de la esquina. La consulta está lejos y cerca. Falta poco y mucho. Poco y mucho para poder gobernar obviando el contrarreloj. ¿Se gobierna para hacer lo que es oportuno o lo oportuno para preparar la consulta? Habrá escenas interesantes.

Dicen que la legislatura no se agotará cuando se haga la consulta. Absurdo. O se acaba la legislatura y no se hace la consulta o se consulta y se finiquita la legislatura. Segundo acto con una avinagrada precariedad.

El ritual de la reconversión

Alea jacta est. En el 2014, consulta 300 años después de la derrota. Puestos en la disposición del no hi ha res a fer, hay que desear fervientemente que el argumento vaya por los mejores derroteros. Hay que ansiar de buena fe que se derritan las incertidumbres.

Si en el desarrollo se diesen tropiezos que llevasen al descarrilamiento del proceso de consulta y el asunto no llegase a buen puerto, asistiríamos a la danza macabra del yo ya lo veía venir. Asistiríamos al ritual de súbita reconversión de los radicales del oportunismo y a la estelada prudentemente guardada-escondida en el ropero.

Hace 300 años casi toda la cúpula religioso-nobiliaria de Barcelona corrió a esconderse fuera del país, o a Mataró, pertinentemente protegida por los franceses. Quienes dieron el callo de forma incontestable fueron las clases populares. Esperamos ahorrarnos el espectáculo de que la clase política que ha animado a esta aventura deje a su suerte a los que han creído en ella desde abajo.