Una oda al poder del pop

Con Otra era, Javiera Mena se ha soltado el pelo figuradamente para entregar un disco dirigido a la pista casi al cien por cien. Y su directo del miércoles en Music Hall casi empezó con esa imagen ahora literal: Mena saliendo de su capucha, durante la apertura con Los olores de tu alma, para sacudir la melena más larga que se le recuerda.

Con ella, y durante todo el show, cuatro bailarinas dirigidas por la coreógrafa Tuixén Benet de Les Filles Föllen. Alejada del formato de banda, Mena apoya ahora gran parte del espectáculo en la danza; una idea que evoca el controvertido espectáculo de los suecos The Knife en el 2013.

Habrá quien piense que poco directo es uno con tantas bases pregrabadas. Mena tocaba partes de teclado en ocasiones, pero el grueso de la base instrumental venía de casa. Pero no creo que nadie vaya a un concierto de esta artista buscando alardes de virtuosismo y multitasking, sino por ejemplo, imaginación y diversión. De estas últimas dos cosas estuvo Mena sobrada.

También de voz: no siempre se valora lo suficiente el carisma vocal de la chilena. Su forma de modular los versos, de acariciar cada palabra con la que juega, resulta arrebatadora. Y esta noche, canción tras canción, uno se pregunta por qué todavía no ha podido con todas las estrellas de la radio.

GRANDES MOMENTOS / Fueron todos grandes momentos: de esa Otra era en clave de los St. Etienne más cosmopolitas a esa Que me tome la noche ilustrada con labios rojos sobre fondo negro (un guiño posible a los créditos de The Rocky Horror picture show); del dúo con Gerard de El Último Vecino para La carretera al baile con sables de luz de Espada. O, por supuesto, esa Luz de piedra de luna cosida con Ritmo de la noche.

Todo acabó con Yo no te pido la luna, pero antes vino la declaración de intenciones definitiva de Mena: Esa fuerza, una loa a los poderes de la música con algo de analogía del clásico It's alright de Sterling Void; ese que dice «todo va a ir bien (si suena la música)».