DOCUMENTAL HISTÓRICO

TV-3 descubre el horror de 'Els internats de la por'

La producción recoge relatos estremecedores de centros franquistas

'Els internats de la por'.

'Els internats de la por'.

MANUEL DE LUNA / BARCELONA

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Tras los conmovedores documentales históricos Els nens perduts del franquisme (2002) y Torneu-me el fill! (2012), el programa de TV-3 Sense ficció cierra el martes por la noche trilogía sobre las víctimas infantiles de la dictadura franquista con Els internats de la por, duro trabajo -con testimonios que llegan a ser espeluznantes- sobre unos centros en el que niños que nacieron con la desgracia de ser pobres o estar enfermos (también los huérfanos, hijos de madre soltera o de republicanos) sufrieron todo tipo de vejaciones sexuales y torturas físicas y psíquicas que los han dejado marcados.

Algunos pasajes y testimonios que recoge este trabajo son de una crudeza que puede llegar a ser desagradable, pero muestran las miserias que escondía el franquismo tras los muros de colegios religiosos, orfanatos, preventorios antituberculosos y centros del Auxilio Social.

Dirigido por Montse Armengou y Ricard Belis -el mismo equipo que elaboró Els nens perduts del franquisme y Torneu-me el fill!-, Els internats de la por ofrece un exhaustivo recorrido por algunos de los internados más conocidos y lúgubres (Llars Mundet, Auxilio Social, Maternidad, San Fernando, Casa de la Caritat, el preventorio de Guadarrama...), centros que nacieron durante el franquismo, pero que estuvieron en activo hasta bien entrada la democracia. El documental se estructura a partir de imágenes actuales y de archivo (el NO-DO) de estos pequeños campos de concentración, y se ilustra con unos  sencillos pero muy expresivos dibujos del dibujante Joan Casaramona sobre los dramáticos sucesos que se van narrando.

Pero el núcleo de este trabajo son los testimonios de aquellos niños que sufrieron las palizas y vejaciones, unos recuerdos del infierno que ponen los pelos de punta y que en varios momentos provocan que los protagonistas se derrumben ante la cámara. No es agradable, pero sí necesario para retratar una dictadura.

Al margen de las declaraciones escabrosas y dramáticas que recoge el documental, queda la sensación en estas personas de soledad y abandono, y unas secuelas psíquicas que algunos aún no han superado. «¡Qué hice yo para merecer aquello»!, exclama una de las víctimas, ciudadano de un país que aún no ha pedido perdón por aquellos desmanes.