ENTREVISTA

Roger de Gràcia: «'No serà fàcil' ha sido un viaje alucinante»

El actor catalán presenta en TV-3 el programa en el que acompaña a varias personas en momentos importantes de su vida

Roger de Gràcia

Roger de Gràcia / JOSEP GARCIA

INÉS ÁLVAREZ / BARCELONA

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Roger de Gràcia (Barcelona, 1975) se ha convertido en un rostro habitual de TV-3, donde ha presentado programas, concursos y especiales con soltura y un personal sentido del humor. Pero al actor le apetecía probar algo diferente y se enroló junto a Pol Izquierdo en un proyecto que implicaba un gran cambio de registro. En 'No serà fàcil', de TV-3, el actor acompaña a varias personas en momentos importantes de sus vidas con mucho tacto y sabiendo mantenerse en segundo plano.

–Al proponerle este programa, ¿qué pensó? ¿Que no sería fácil? 

–En realidad fue una propuesta común, un trabajo conjunto con el departamento de Nous Formats. Yo ya hacía tiempo que buscaba hacer un programa más de fondo, de personas. Que no fuera tanto de músicas ['No me la puc treure del cap'], de lengua ['Caçadors de paraules'] o de la tele por dentro ['La meva']. Y que fuera más relajado. Comenzamos a darle vueltas a historias de personas y el punto de encuentro fue: ¿y si entramos a ver momentos importantes en sus vidas?

–Buscaba complicarse la suya

–Sí. Me apetecía.

–Estamos viendo a un Roger menos lúdico y más reflexivo. Aunque algo de humor sí que pone

–Es que el humor es innato e implícito en mí. En la vida ya tengo esta visión de segundas lecturas, una parte más cómica... Esto ya va en mí. Pero sí que es verdad que en este programa he hecho el esfuerzo de que todo esto no estuviera en primera línea. Eso implicaba buscar la empatía de la gente a través del humor. O escuchando muy activamente. Dependiendo del personaje, te sale una cosa más relajada o más física. Con Dolors, la mujer a la que le quedaba poco de vida, nos tocábamos mucho. Es algo que necesitas.

–¿Lo único que sabían era el tema y, a partir de ahí, a improvisar? 

–Totalmente. Debes adaptarte a cómo es el personaje a medida que vas rodando. Hay algunos que desde un primer momento se muestran tal cómo son, mientras que otros tienen sus manías, historias personales que debes ir buscando. Y propiciar al máximo una relación para que te pueda explicar cosas. En el fondo lo interesante es que tengan ganas de hacerlo.

–Lo que no pretendía es ser un programa de 'coaching' al uso. Ni dar fórmulas ni soluciones. 

–En algún momento había surgido la idea, pero lo desestimamos enseguida, porque la vida es al revés: es más aprender de lo que nos puedan enseñar los demás de una situación vivida y cómo encararla. Resulta más agradable. Y de cada historia puedes sacar una lección de vida espectacular. Además, si no eres un experto, intentar dar lecciones tú es más pretencioso. Yo podría ayudar a alguien en algo de lo que sé mucho, pero ¿qué le puedo enseñar a esas personas? ¿Qué le podía enseñar a Dolors, la mujer a la que le quedaba poco tiempo de vida?

-No serà fàcil aborda pequeños y grandes problemas. Vamos, que todo el mundo se ve reconocido. 

–Hay temas que a priori te quedan más lejos, como en el caso del preso, pero cuando entrasen el fondo de la situación ves que se trata de una persona normal que comete un error, como podríamos cometer todos, y te das cuenta de que te podría pasar a ti. Como es una historia de vida, y todos sentimos pasión, rabia, envidias, nos vemos identificados en todos los casos. Queríamos que todos los programas juntos fueran una vida entera.

–Con el primero, que abordaba la crisis de los 50, sí que se debieron reconocer muchas personas. 

–Sí, mucha gente me lo ha dicho, y no solo los que tienen 50 años. Porque logramos que ese grupo de amigos que reunimos en una cena [Albert Om, Queco Novell, Sílvia Soler, Oriol Grau y Fermí Fernàndez] estuvieran relajados y hablaran como si no hubiera una cámara delante. Y eso hizo que a gente que pensaba que por edad no le tocaba, le acabara interesando. Porque vieron mucha verdad, mucha autenticidad.

–Fue sorprendente la historia del abandono de Fermí Fernández por parte de su madre y que Oriol Grau presentara a su joven marido. Todos, y sobre todo ellos, fueron muy generosos, ¿no? 

–Sí, mucho. Pero es que eso en otro contexto, en un plató, sería muy difícil lograrlo. Incluso ellos dijeron, tras la grabación, que habían explicado cosas que nunca pensaron que confesarían públicamente.

–Y usted, estaba ahí, de conductor... y de espectador. Porque los 50 y su crisis aún los ve lejanos. 

–Es que yo tengo una relación con la edad bastante afable. Como tengo el lujo de poder vivir muchas vidas, acompañar a la gente en muchos momentos, tanto si hablo de tele o de lo que sea... Y como un día estoy en el Empordà y otro no sé dónde... Pero nadie me quita que cumpliré 40 años y siento algo de estrés.

–El programa de Dolors no planteaba solo el tema de la muerte, sino cómo se afronta algo duro. 

–El programa partía de una idea principal, pero creo que al final el discurso que hay por debajo es cómo sobrevivir y lo valientes que llegamos a ser ante las situaciones complicadas. Nos encaramos, lo pasamos mal, pero nos acabamos levantando. Tener un hijo es un choque inicial, pero luego lo afrontas con valentía. Hacer un examen es muy fuerte, pero lo haces. Al final, son historias de coraje.

–La de Dolors especialmente. 

–El caso de Dolors ilustraba la muerte, pero había otros elementos. Porque, tras saber que le quedaban pocos meses de vida, lograba tener una relación con su familia muy diferente a la que hubiera tenido si no hubiera decidido organizarse. Mucha gente decía que no lo vería porque le daría pena, pero lo hicieron y reconocieron que les había dejado un sabor de boca muy agradable.

–Es que no estamos para dramas. Necesitamos más que nunca un mensaje optimista. 

–No queríamos deprimir a la gente. Había historias duras y podíamos caer fácilmente en el sensacionalismo, en el amarillismo. Pero la vida no es así. El amarillismo es falso, ya que si te pasa algo tú no te quedas en el desastre, no te lo puedes permitir, porque estarías acabado.

–El proyecto les ha empleado un año y medio. Es mucho, ¿no? 

–Ha sido uno de los programas más difíciles de hacer, porque no queríamos que fuera solo tele, sino también vida. Retratarla con todas sus aristas, complejidades, subtextos... implica trabajar mucho los planos, los guiones, las situaciones, la empatía... Y eso supone mucho tiempo. Al final, estábamos cansados, pero con un cansancio similar al que tienes tras subir a una montaña, que tiene mucho de satisfacción.

–No sería fácil tampoco estar siempre en el momento justo. 

–No, no lo era. Y, además, no debes interferir para no alterar mucho lo que se muestra. Debes guardar silencio y que no se note que estás.

–¿Eso supone que la primera toma tenía que ser la buena? 

–Por supuesto. No hemos repetido nunca nada. Por eso hay que tener muy claro las posibles complicaciones, para poder reaccionar al momento. Si la luz no es buena, no puedes cortar. Sobre la marcha.

–¿Lo más difícil fue hallar los personajes, gente con una historia y que no buscaba salir en la tele? 

–Esa fue quizá la parte más larga y complicada. El equipo de redacción ha hecho un gran trabajo. Para algunas historias se llamó hasta a 50 personas y las 50 dijeron que no o hubo que descartarlas. Tuvimos que buscar hasta debajo de las piedras. Porque es gente anónima que te tiene que coger confianza. Que dos chicos de 14 y 15 años te expliquen lo enamorados que están es muy complicado, porque se ponen nerviosos delante de la cámara.

–¿Pasa por respeto y complicidad? 

–Sí, porque era gente que nunca había salido en la tele y, encima, se debía desnudar emocionalmente. Y, además, cuando grabas, no puedes estar haciendo preguntas buscando el titular. Has de mirar más allá de lo que dice, quitar muchas capas para que salga la verdad.

–¿Hubo quien se echó para atrás? 

–¿Una vez grabado? No. Y ha habido un respuesta brutal. Se han sentido muy escuchados por el equipo. Es que queríamos que la gente estuviera cómoda, y si no querían explicar algo, que no lo hicieran.

–¿El sello TV-3 es una garantía? 

–Había gente que nos lo decía: «Sabemos que TV-3 tratan con respeto a la gente y por eso hemos dicho que sí, porque soy vosotros».

–A un presentador con tanta personalidad, eso de estar en segundo plano le costaría muchísimo. 

–Es difícil, sí, porque yo soy muy echao pa’lante, pero, con historias tan apasionantes, he encontrado 

un placer brutal en escuchar.

–Abundan los gestos, las miradas y silencios. ¿Logró no intentar rellenar esas ausencias de sonido? 

–Al principio costaba, pero fue un acierto de dirección y de realización. La vida son palabras, pero también miradas. Y silencios. En la tele hay tendencia a hablar, pero veías que no hacerlo iba en favor del programa. Quería hacer un poco de slow television, no tener tantas prisas, porque la vida no va tan rápido.

–Con el pastor era inevitable

–(Ríe) El silencio en el pastor trashumante ya venía de fábrica, porque él no tiene necesidad de hablar. La primera hora del viaje estabas inquieto, pero, luego, entrabas en la dinámica y te quedabas ahí...

–¿Sin decirse nada? 

–Sí, yo tampoco hablaba. Y, de tanto en tanto, hacía una pregunta y él me respondía con una frase de 10 palabras. Y yo pensaba: si él tiene suficiente, yo también. Eso demuestra que le importa más estar conectado a la naturaleza, a sus ovejas, a su camino, que hablar conmigo.

–¿Se ha inspirado en compañeros como Albert Om ('El convidat') o Quim Masferrer ('El foraster')? 

–Pensé bastante en Albert, porque ambos programas tienen cosas en común. En El convidat intentan retratar la vida como es y que el personaje se relaje, que no esté pendiente de la cámara. Albert lo hace de una manera excelente eso de estar y no estar; de escuchar con todo el respeto del mundo, no incidir ni repreguntar demasiado; no buscar el titular. Ese equilibrio que él hace de forma mágica me costaba, pero fue un ejercicio más.

–Hay historias emocionalmente muy potentes. ¿Cuál lo ha sido más para usted? 

-Muchas. La de Dolors... La de Paco me dejó muy tocado, porque piensas en la privación de libertad, la pérdida de personalidad cuando entras en la cárcel, cómo afecta a tu familia, a tu relación con el barrio... También la de los jóvenes que buscan trabajo fuera, porque pensé que eso le podía pasar a mi hijo. Y la historia de esas personas que llevan años en el paro...

–¿Y la del parto? 

–Esa fue la experiencia más extraña y surrealista. Porque yo había estado en el parto de mi hijo y me había emocionado. Pero ahora estaba en otro, que me emocionaba, porque era vida, pero no era el mío. ¿Y qué hacía allí? Estaba con el corazón dividido. Pero fue muy chulo.

–¿Y qué me dice de Marta, sorda de nacimiento, que de pronto puede oír? 

-Parece que hay casos que te quedan lejos, pero siempre algo te toca de cerca, porque su historia es de superación, frustración, envidias...

–Usted estaba allí. ¿Qué sintió? 

–Es espectacular, porque lo entiendes y no lo entiendes a la vez. Pero cuando te pasa esto, hay que mirar a la cara y decodificar. Su expresión era de tanta felicidad, que no podías más que alegrarte con ella.

–Es difícil no llevarse todo a casa. 

–Sí, pero siempre es satisfactorio, porque te llevas su lucha y superación. Aunque, sí: este programa tiene un poso más potente que otros.

–Cuando hacía 'La meva' soñaba con un programa de viajes. Usted no se refería a este tipo, claro... 

-'No serà fàcil' ha sido un viaje alucinante. Es más intenso conocer a Marta o Dolors que irse a Tailandia.

-¿Tenía miedo de desnudarse usted emocionalmente? 

–No. Si yo quería escuchar a la gente, debía implicarme. Era una condición sine qua non. Pero tampoco tengo problema en hacerlo.

–En un viaje siempre hay lo desconocido. ¿Ha habido sorpresas? 

–Sí. He conocido un país exótico que se llaman Marta, y un país desconocido que se llama Dolors. Y a nivel formal, optamos por dejarnos sorprender, no encasillarnos.

–Dice que es un producto raro. 

–En la tele habitualmente tenemos un molde y a partir de ahí adaptamos el contenido. Aquí ha sido al revés: a unos contenidos le hemos tenido que hacer un molde. Pero nos relajamos y dejamos que fuera lo que tuviera que ser para que, al final, llegara la sensación de verdad.

–¿Vivir tantas vidas es esquizofrénico o terapéutico? 

–Absolutamente terapéutico. Porque conocer a gente te ayuda a conocerte a ti mismo. La empatía te hace sentirte más pequeño, más humilde, más conectado con el otro, y cuando no piensas tanto en ti, estás más conectado con la vida. Participar en este programa ha sido un verdadero privilegio.«‘No serà fàcil’ ha sido terapéutico, porque conocer a gente te ayuda a conocerte 

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