Pepín Banzo, el hijo peludo de La Maña

CRÓNICA El cómico, músico y mago aragonés Pepín Banzo aterriza en la Muntaner

Pepín Banzo, en la Sala Muntaner

Pepín Banzo, en la Sala Muntaner / JOAN PUIG

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Intenten meter en un mismo cuerpo, sin que el personaje en cuestión enloquezca, un repertorio musical que se defendería sin problemas en el Tradicionàrius, el oficio de ilusionista aprendido del mago Tamariz, el culo pelado de años haciendo teatro de calle y algún chascarrillo sobre gaitas y aparaticos con un acento aragonés bien marcado que el pasado viernes hacía aplaudir con gusto, en primera fila de la Sala Muntaner, a Lita Claver, La Maña. Bien, maticemos, metan todo esto en el cuerpo de Pepín Banzo y disfruten de su locura, siempre que no tengan firmes prejuicios contra los instrumentos tradicionales o los magos cómicos espelujados.

Pepín Banzo, nacido circunstancialmente en la calle Balmes de Barcelona en 1973 pero criado en Zuera (Zaragoza), se formó recorriendo Aragón de cabo a rabo con grupos como La Orquestina del Fabirol (folk), Ixo Rai! (mondongo ska-jota) y Comando Cucaracha (folk-rock), hasta poner en marcha en 2009 un espectáculo propio de música, magia y humor que él mismo resume con esta fórmula mágica del pepinismo: «Tontada, canción, tontada, canción, tontada... muchas tontadas muy gordas»

El pepinismo saltó a la fama (en Aragón) después de que Banzo ganara el talent show de la televisión autonómica Dándolo todo. En el jurado estaba, por cierto, La Maña, que, como a una madre de las de toda la vida a la que le ha salido el hijo peludo pero espabilado, ha apadrinado el desembarco de Banzo para darse a conocer en Barcelona con tres semanas en la Sala Muntaner (de jueves a sábado, hasta el 5 de octubre).

Banzo se convierte en multiinstrumentista gracias al pedal de su loop station, a un laúd tocado a lo Angus Young y a una gaita vestida de tal manera que los críos la confunden con el Calamardo de Bob Esponja, con una banda de tela se convierte en Darth Vader, Napoleón, el león de la Metro o Laura Ingalls y su juego de manos con una banana casi acaban alcanzando a la concurrencia.

En su primera noche, solo hacía falta atender al acento de la concurrencia para darse cuenta de que la fama de Banzo aún no ha traspasado fronteras. Si la teva no fuese como es, habría sido lógica alguna aparición en alguno de sus magazines para dar a conocer el humor que triunfa entre los vecinos del otro lado del Cinca. A falta de un empujón de este tipo, a ver si el boca a boca funciona y el pepinismo se gana sus primeros seguidores por aquí.