entrevista

Pepe Rodríguez: "Tengo la conciencia tranquila por el 'león come gamba'"

"Me parece surrealista que pidieran la cabeza de Jordi y mía", dice el jurado de 'Masterchef'

Pepe Rodríguez, jurado de 'Masterchef'

Pepe Rodríguez, jurado de 'Masterchef' / periodico

MARISA DE DIOS / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Por tercera temporada consecutiva, Pepe Rodríguez Rey (Madrid, 1968) ha dejado por un tiempo en manos de su equipo su restaurante El Bohío (Illescas, Toledo, una estrella Michelin) para aleccionar a los concursantes de 'Masterchef'. Considerado como el más socarrón de los jueces del concurso de TVE-1, este año se está mostrando inflexible con algunos de los participantes, como la nutricionista Lidia y Alberto, el primer expulsado de esta tanda, que ha dejado como legado su ya famoso 'león come gamba'.

--¿Cómo está viendo el nivel de los concursantes de este año? 

--Mejor que el primero y el segundo. Me gusta su perfil.

--¿Incluso después de platos como el 'león come gamba' de Alberto? 

--Sí. No conozco a nadie en 'Masterchef' que no la haya pifiado. La excepción, lo verdaderamente difícil, es cada vez que se hace un plato bueno.

--Vaya follón se montó con el 'león come gamba'… ¿Se lo esperaba o le sorprendió? 

--Me pareció una locura total. ¿Qué es lo que ocurrió? Que se expulsó de un programa de televisión de cocina a un concursante que había hecho una patochada, una 'frikada'. No le doy más importancia. Si ese es el revuelo nacional, fantástico, porque eso significa que la gente no tiene ningún problema: se ha acabado el paro, ya no se roba, y el problema es de un chico que se llama Alberto, ha hecho una idiotez de plato y le hemos echado.

--¿No cree que fueron demasiado duros con él? Usted le dijo: "Esto es un insulto a mi inteligencia, al jurado y a 15.000 personas que se quedaron fuera". 

--Hizo un plato que era una mofa. Se te puede quemar la comida, puedes ponerle demasiada sal, pero si me presentas una patata cruda con dos bolas de pimienta y el bigote de azafrán, es el despelote. Y porque era en el programa uno. Si me pasa en el programa siete a lo mejor todavía me estoy riendo. A Andrea le echamos la misma bronca por dejar el pollo crudo. Si le dejo seguir, ¿qué pensarían la audiencia y sus compañeros que hay que hacer para continuar en el programa?

--No se imaginarían cómo iba a reaccionar Alberto. 

--Yo no sé cómo se lo va a tomar. No se me ocurriría faltarle al respeto. Lo que pasó lo podemos interpretar de mil formas, lo volveríamos a ver y cada uno sacaría una historia. Esa locura colectiva de algunos pidiendo la cabeza de Jordi y mía me parece tan surrealista… ¿Qué es lo que pasó? Pues que se le expulsó y ya está. Y si este muchacho coge y dice: "Eva, me he equivocado, he metido la pata", no pasa nada, pero como se pone a llorar, ya veis otra cosa y le damos toda la transcendencia del mundo. Hay que darle la importancia que tiene. Ha sido un momento de televisión delirante.

--¿Delirante? 

--Sí, porque así lo ha tomado el público. A mí me pareció un programa más. Le he dicho lo mismo que le diría a cualquier concursante que ha hecho una imbecilidad, como cuando he echado a otros, como a Noé o José David [de la primera edición].

--Chocó que no fuera a consolarle, como hicieron Samantha Vallejo-Nágera y Jordi Cruz. 

--Vamos a ver. Le acabo de expulsar del programa y se ha derretido diciendo que no va a cocinar más y tonterías de esas. ¿Tengo que ir y sentarme a su lado para demostrar que tengo corazón? Yo no me dedico a la telerrealidad. Pero Alberto puede venir cuando quiera a mi cocina, tiene las puertas abiertas.

--Y haciendo platos como ese, ¿cómo entró en el programa? 

--Porque hizo un casting bueno, unas primeras pruebas buenas. Yo tengo la conciencia tranquila de haber tratado perfectamente a este señor. Hice lo que debía hacer. Hizo una 'frikada', un plato que merecía una expulsión sin más. Ojalá le vaya muy bien, le deseo lo mejor. Pero sí que es verdad que va a pasar a la historia como el león come gamba, aunque yo no le puse ese nombre.

--En el programa se ve que los jueces no solo valoran la forma de cocinar de los concursantes, sino también su actitud… 

--Claro, yo creo que la nobleza debe imperar y que notes que les encanta esto. Eso es fundamental. Si vienes solo para que se te vea guapa en la televisión o a ver si te haces medio famosillo, pierde el atractivo. Y esto ha ocurrido.

--¿Se refiere a Lorena, de la segunda edición, que fue portada de 'Interviú'? 

--A lo mejor, o a cualquier otro que se haya equivocado pensando que puede ser su minuto de gloria y utiliza Masterchef para salir en el papel cuché. A mí me gusta la nobleza, la gente que se quiere esforzar, trabajar, que es lo que hacemos los demás, estar 14 horas en una cocina. Porque no pienses que somos estrellitas. Somos como cualquier otro españolito. Y esto es lo que vendemos y esto es lo que me gustaría que los concursantes me dijesen: "Mira, yo soy dibujante y estoy hasta la pera y lo que me pone es la cocina". Pues aquí tienes a Jordi, a Pepe y a Samantha, que te vamos a ayudar en lo que necesites. Esto es lo grande.

--El año pasado se les fue un concursante, Gonzalo. 

--Pues nos equivocamos con él porque quitó el sitio a alguien más sincero, que quisiese aprender. No es fácil elegir. Este año ha habido 15.000 inscripciones para participar en el programa. ¿Escogimos a los 15 mejores? Estaban entre los mejores, pero podríamos haber cogido a otros 15 y habríamos hecho otro programa. No somos infalibles.

--Esta temporada ha tenido algún rifirrafe con una de los concursantes, Lidia, nutricionista. 

--Me parece fantástico que una concursante dé su punto de vista sobre nutrición, aunque yo no piense como ella. Respeto que diga que su hijo no probará nunca el chorizo y que el chocolate no entrará en su casa, pero hay que comer de todo, moderadamente, claro. Está limitadísima porque piensa más en nutrición que en el placer y, en cambio, en mi restaurante se come por placer. La nutrición la tienes que dar tú en casa todos los días, pero cuando vas a un restaurante piensas en comer, beber, reírte y divertirte.

--Alguna vez ha comentado que llegó a convertirse en cocinero por obligación. Explíquese. 

--Me crié toda mi vida en un restaurante, viendo cocinar a mi abuela y a mi madre. Por el local habían pasado muchos cocineros,pero jamás pensé que yo acabaría en la cocina; no me había llamado nunca la atención. Mi hermano y yo estábamos en la sala, yo era camarero. Un cocinero duraba cinco meses, se iba, venía otro, se marchaba, y no había continuidad. Así que dijimos: o te metes tú en la cocina o me meto yo. Y al final me metí yo, porque alguien lo tenía que hacer, y hasta ahora. Entras sin saber a lo que entras por obligación y te das cuenta de que es un oficio extraordinario y que tiene algo ahí, un veneno, que se te mete dentro y es muy difícil sacártelo.

--¿Cuándo le entró a usted ese veneno y se dio cuenta de que la cocina era su verdadera vocación? 

--Fue en un certamen de cocina de autor que se celebra en Vitoria desde hace muchos años. Me apunté y cuando vi en acción a esos grandes cocineros de entonces, Michel Bras, Pierre Gagnaire, Michel Trama, Robuchon, a un Martín Berasategui muy jovencito, a un Ferran Adrià que empezaba a despuntar, yo me decía: "¿Y esto se puede hacer con la comida?". Las presentaciones eran fantásticas… ¡Imagínate qué supuso eso para un tío que venía de un pueblo de Toledo como yo! Ahí fue cuando me di cuenta de que eso era lo que quería hacer.

--Su forma de hincar el diente a los platos ha creado escuela. 

--El único que come de forma normal en Masterchef soy yo. Tengo a dos pijos al lado, Samantha y Jordi, que comen con la boca pequeña… ¿Tú crees que esa es manera de probar un plato? ¡Rompe, come, saborea!

--Alguna vez se habrá arrepentido de comer así... 

--¡Claro! No todo lo que pruebo está bueno, pero si lo está... ¡me lo como entero!

--Jordi y usted se pican, pero tras la cámara se ve que se llevan bien. ¿Es un pique guionizado? 

--¡Qué va! Nos picamos. Él es un jovenzuelo y se quiere poner por encima de papá, y papá no le deja, lógicamente. Lo que ocurre es que a ninguno nos gusta perder, queremos que gane nuestro equipo. 

--En 'Masterchef' es exigente con los concursantes, pero también el más cachondo de los jueces, el que tiene más retranca. 

--Es mi manera de ser. No soy un actor. Pero es verdad que si me tengo que poner duro, me pongo, aunque me gusta más buscar la ironía, la retranca; me parece fundamental. ¿Para qué te voy a decir lo mal que lo haces? Le doy la vuelta al tema y te digo: "Con los oficios que hay, ¿por qué te tienes que dedicar a esto?". Si te lo digo con un chascarrillo y con gracia, me encuentro mejor.

--Para los concursantes, a los que hemos visto cocinando en el Teide o en una estación de esquí, las pruebas exteriores son toda una aventura. ¿Para usted también? 

--Es diferente. Es ese punto de 'Masterchef', que no todo lo grabas en un plató. Es bonito salir fuera porque cada exterior es un mundo y grabas en unas condiciones. A nosotros nos lo ponen fácil, pero el resto del equipo lo tiene más complicado. Aunque es verdad que estamos encantados con los exteriores, porque la salsa para nosotros, el jurado, está en salir y viajar.

--Karlos Arguiñano ha dicho que los niños de 'Masterchef júnior', a esas edades, deberían estar jugando y no en la cocina… 

--Me parece una idiotez, es una salida tonta de tono. ¿Los niños tienen que estar en la cocina por obligación? No. ¿Es malo que los niños estén en la cocina? No, es muy bueno. Enseñar desde la base a un niño a alimentarse es lo más grande. Con el tiempo que llevamos los cocineros hablando de cuándo llegará la cocina a la universidad, a los colegios, cuando Masterchef júnior lo ha hecho, ¿qué queremos? ¿Tirarlo por tierra y decir que el niño tendría que estar estudiando matemáticas?

--Se ha tomado muy a pecho la crítica de Arguiñano. 

--No tengo nada contra Karlos, que ha hecho mucho por la cocina. Pero 'Masterchef júnior' es un programa que, si el Ministerio de Educación y Cultura tuviese un poco de sentido común, lo pondría en muchos colegios como ejemplo. Si a un niño le enseñas que sentarse a una mesa, que cocinar, que comer de todo, es justo lo que nos diferencia de los animales, eso es cultura. Decir que los niños tienen que estar jugando es una salida tonta de tono. Es como si yo dijese que los cocineros tienen que estar en su cocina y no haciendo televisión.

--Precisamente… ¿'Masterchef' no le mantiene demasiado tiempo alejado de El Bohío? 

--Sí, pero es puntual. Reconozco que tenemos buenos equipos y podemos salir con tranquilidad. A mí donde me gusta estar es en mi cocina, pero entiendo que es importante hacer un programa de estos por muchas cosas: porque me pagan muy bien, porque estoy contento, porque me ha dado mucho, porque me llena el restaurante, porque lo pongo en la balanza y es lo más bonito que he hecho nunca. Sufro cuando no estoy en la cocina, créetelo. Estoy en mi casa con mis hijos y sufro porque quiero estar en la cocina. Así de claro. Yo no pienso en televisión, pienso en cocina.

--Sus hijos tienen 12, 10 y 5 años. ¿Le ayudan en los fogones? 

--No se meten mucho, porque antes no les dejaba que entraran en la cocina. Pero cuando empezamos a grabar el primer Masterchef júnior y vi a una de las niñas, Ana Luna, friendo boquerones, a mí eso me abrió la mente.

--Le hizo cambiar de idea. 

--Me di cuenta de que el problema en no dejar a los niños entrar en la cocina lo tenemos los mayores, no los pequeños. A partir de ahí, cuando viene mi hijo para ver si me puede ayudar, le digo que se fría él el huevo. Tenemos asumido que los niños vengan con las rodillas desolladas porque se han caído del monopatín o de la bici, pero no que se puedan quemar un poco haciéndose un huevo frito. Masterchef júnior me ha ayudado a cambiar el chip.